Por Luis Alberto Villamarín Pulido*
Al cabo de tres semanas de permanencia por segunda vez como principal inquilino de la Casa Blanca, y en aparente luna de miel con sus fanatizados seguidores, el trumpismo comienza a fisurarse, aunque tal vez, imperceptiblemente por ahora para su propagandista arrogancia doméstica, pero cada día menos creíble y efectivo en el exterior donde se ha afincado el poderío geopolítico estadounidense durante más de un siglo.
Hasta el día de hoy Trump parecería no haberse posesionado del cargo político más importante del planeta, sino que de manera extraña, incomprensible y hasta irresponsable continúa en campaña política, encaminada a vender la imagen de un autócrata, improvisador de decisiones radicales, que pasa por encima de todo y de todos; arbitrario, todopoderoso, y con evidentes ansias se arrodillar la contraparte, para que le suplique clemencia, momento en que él y sus avarientos coequiperos ceden, pero con amenazas implícitas.
... seguir leyendo