Estados Unidos vs. China y Rusia: ¿Enfrentamiento frontal? ó ¿Competencia mutua?

Publicado: 2022-11-20   Clicks: 652

    Rusia, China y Estados Unidos juegan un agitado ajedrez geopolítico

     Geopolítica de Estados Unidos

      Para aceptar un enfrentamiento frontal contra Rusia y China, sea simultánea o sucesivamente, Estados Unidos tendrá que mejorar todos los componentes del poder nacional, al mismo tiempo que determina cuales batallas propone y cuales acepta en medio de esta nueva era de guerras geopolíticas entre potencias.

     Si Washington quiere competir contra los avances geopolíticos de Moscú y Pekín, la Casa Blanca tendrá que escoger con pinzas cuáles son las batallas que librará contra esas dos potencias.

      Con ocasión de la célebre cumbre de Berlín en 1880, el príncipe prusiano Otto von Bismarck afirmó que “mientras el mundo esté gobernado por el equilibrio inestable de cinco grandes potencias. Alemania debería tratar de ser una de las tres más fuertes del grupo”.

      En 2022, de las tres grandes potencias, China y Rusia, están mucho más cerca una de la otra que de Estados Unidos. Hay pocas perspectivas de cualquier cambio a corto plazo en esta ecuación estratégica básica.

     Por lo tanto, el reto fundamental para la política exterior de Washington, es determinar cómo debe operar en su diplomacia, su comercio y su extensión geopolítica, en un escenario difícil con dos grandes potencias antagónicas.

      Competir contra China y Rusia en todos los temas y en todos los lugares en los que están activos sus proyectos geopolíticos, es una receta para ir directo al fracaso. Además de innecesaria. Abordar tales desafíos gemelos requiere establecer prioridades y hacer concesiones difíciles entre regiones y problemas. Por ende, será mucho más fácil decirlo que hacerlo.

      Transcurrida una década, durante la cumbre de Madrid realizada en junio de 2022, los líderes de la OTAN emitieron su primer nuevo “concepto estratégico”. Debido a la sangrienta invasión rusa a Ucrania, la preocupación estratégica alrededor de Rusia adquirió preponderante protagonismo. Los jefes de Estado allí reunidos, declararon que Moscú es una amenaza manifiesta para la seguridad integral de la Alianza Transatlántica. En consecuencia, mediante una declaración conjunta, prometieron su compromiso con Ucrania “durante el tiempo que sea necesario” y se comprometieron a invertir mayores recursos en defensa.

      Teniendo en cuenta las realidades del actual ajedrez geopolítico mundial, Rusia no fue la única gran amenaza identificada en la nueva estrategia de seguridad nacional estadounidense. Por primera vez, la OTAN puntualizó que China plantea "desafíos sistémicos a la seguridad euroatlántica" y que sus ambiciones y geopolíticas desafían los "intereses, la seguridad y los valores" de la alianza. Inclusive, para recalcar este sustancial asunto, los mandatarios de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur asistieron a la cumbre, con el fin de demostrar unidad y determinación.

El nuevo enfoque estratégico de la OTAN es apenas uno de los indicios de que ha comenzado una nueva era geopolítica. Por ejemplo, la estrategia de seguridad nacional de la administración Biden, establece que “el desafío estratégico más apremiante” proviene de “poderes que superponen un gobierno autoritario con una política exterior revisionista”.

La nueva estrategia estadounidense, publicada en octubre de 2022, califica a Rusia como “una amenaza inmediata para el sistema internacional libre y abierto” y a China como el único competidor con la intención y el poder de remodelar ese sistema. Todo parece indicar que para responder al reto, La Casa Blanca ha optado por competir —y, si es necesario, confrontar— simultánea e indefinidamente a Rusia y a China.

Es una nueva realidad geopolítica. Nunca antes durante los últimos 100 años Estados Unidos ha enfrentado a una gran potencia con un PIB igual o superior al 40% del PIB de Estados Unidos. El hecho es que al término de 2022, la economía china representa cerca del 70% del PIB estadounidense. Porcentaje que en años venideros, probablemente crecerá a favor de Pekín.

Estados Unidos, Rusia y China son estados con armas nucleares en sus arsenales. Razón por la cual tienen la capacidad de proyectar poder político, económico y militar a escala global. De remate, China y Rusia también están trabajando juntos. Aunque naturalmente existen límites para la cuasi-alianza "sin límites" signada durante los juegos Olímpicos de Invierno en febrero de 2022, en la práctica chinos y rusos parecen estar empeñados en revisar y contrarrestar, lo que consideran un orden global estructuralmente dominado por Occidente.

La estratagema del amigo de mi enemigo

Los hechos indicarían que durante su campaña presidencial en 2020, Joe Biden jamás imaginó la dimensión de los problemas con Rusia y China, que afrontaría cuando ocupara a la Casa Blanca. Durante sus primeros meses de su administración, el Departamento de Estado pidió una relación “estable y predecible” con Rusia, en la que Moscú abjurara del mal comportamiento internacional y permitiera a Washington dedicar más atención al desafío de China.

Otros diplomáticos tenían visiones más ambiciosas. Antes de la invasión rusa a Ucrania, varios expertos en política exterior aconsejaron efectuar un drástico movimiento en el tablero de ajedrez estratégico, igual que a comienzos de la década de 1970, cuando la administración Nixon se abrió a China, con el propósito de realinear el equilibrio de poder con la Unión Soviética, según su visión, ahora Estados Unidos podría alinearse con Rusia para compensar a China.

Tal propuesta, especie de "Kissinger a la inversa" capitalizaría las rivalidades tradicionales entre China y Rusia y el obvio deseo de Moscú de comprometerse con Washington, de igual a igual. Así, Estados Unidos dejaría de lado sus preocupaciones de larga data sobre el comportamiento nacional e internacional de Rusia, para enfrentar conjuntamente el desafío más grande en Asia.

Desde luego un gran movimiento estratégico, que si era poco realista antes de la invasión de Rusia, ahora es impensable. Dada la conducta imperialista de Rusia, su desprecio por las reglas más básicas del Derecho Internacional y su declarado deseo de cambiar el orden de seguridad europeo, no habrá tan idealista reorganización del tablero de ajedrez geopolítico mundial.

En el futuro previsible, Rusia representa una amenaza significativa para los intereses e ideales de los Estados Unidos. Aunque al parecer, la guerra en Ucrania está agotando el poderío militar convencional de Rusia, también es cierto que Moscú conserva el arsenal nuclear más grande del mundo y una gama de capacidades no convencionales que, junto con las herramientas militares y de inteligencia a su disposición, son medios que permitirán amenazar a los vecinos, interferir en las democracias. y violar las normas internacionales.

En ausencia de un cambio importante en su sistema político, tratar con Rusia durante los años venideros, aún estando en declive, requerirá del gobierno de Estados Unidos, atención y recursos significativos.

Debido a las depredaciones rusas derivadas de la invasión a Ucrania, algunos expertos han do sugerido algo opuesto, que podría denominarse "repetición de Kissinger", aduciendo que on Moscú alterando el funcionamiento pacífico de la política internacional, tal vez Washington debería concretar algún acuerdo con China.

En este sentido, igual que hizo Nixon en 1972, Estados Unidos se alinearía con China contra una Rusia violenta. Por razones obvias, este enfoque, parecería ser tan impracticable como una nueva alianza entre Estados Unidos y Rusia. Siendo sensatos, acceder a las demandas chinas —para el dominio efectivo de Asia, el fin de la promoción de la democracia y los derechos humanos, una presencia reducida de EE. UU. en el Indo-Pacífico y el control de Taiwán y el Mar de China Meridional— es un precio que ningún líder estadounidense estaría dispuesto a pagar para minimizar Rusia.

Un tercer grupo de expertos en política exterior estadounidense, aconseja centrarse exclusivamente en China en lugar de Rusia. Dado el poder y las ambiciones de China, argumentan, Estados Unidos no puede distribuir sus recursos y atención tanto en Europa como en el Indo-Pacífico.

Según esos expertos Ucrania se ha convertido en una distracción costosa frente a amenazas más graves en el Pacífico, por lo tanto, Washington debería trasladar a los propios europeos, la responsabilidad principal de manejar las amenazas rusas.

No obstante, el impacto de la agresión rusa en Europa se sentirá en Asia, y el éxito o el fracaso de Moscú en Ucrania puede alentar o inhibir los planes chinos en otros lugares, incluidos los recursos energéticos rusos. Esa es la principal razón, por la que Australia, Japón, Nueva Zelanda, Singapur y Corea del Sur se han sumado a las sanciones contra Rusia, y están ayudando a Ucrania.

Pero la solución no es tan sencilla, pues a pesar de las esperanzas de larga data de que los países europeos manejarán la seguridad en su continente en ausencia de un papel importante de Estados Unidos, la historia acumulada hasta la fecha sugiere que no lo harán.

En esta nueva era, Rusia y China no representan piezas de ajedrez geopolítico, que puedan ser movidas mediante la habilidad política,  ni significa que las grandes potencias puedan ser manejadas de manera efectiva sin el activismo estadounidense. Podría decirse entonces, que son desafíos duraderos y diferenciados que deben gestionarse simultáneamente.

En la percepción de este ter grupo, residen el afianzamiento y la proyección estratégica y geopolítica de Estados Unidos sobre el resto del planeta.

Aliados, recursos financieros y tiempo

La más frecuente propuesta de solución es trabajar con aliados y socios. El peso económico y la fuerza militar de China y Rusia son formidables, pero el poderío combinado de Estados Unidos y sus aliados es todavía mayor.

La estructura de la OTAN aumentada por socios nuevos y no aliados, representa una ventaja medular para Washington.

Sobre el tablero del ajedrez geoestratégico, Rusia tiene a Bielorrusia y China tiene a Corea del Norte. Entretanto, Estados Unidos cuenta con la OTAN, cinco aliados del Pacífico, el G7 y más. Si se trata de comparar bandos en estas contiendas, las democracias más poderosas del mundo están al lado de la estadounidense.

Clave para el éxito de esta estrategia es trabajar con socios, adquirir nuevos aliados, y, fortalecer lazos entre ellos. De ahí la razón que explica la entrada de Suecia y Finlandia a la OTAN; el acuerdo de intercambio de tecnología de defensa que comprende Australia, el Reino Unido y los Estados Unidos, conocido como AUKUS; y el ascenso del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, agrupación que incluye a Australia, India, Japón y Estados Unidos.

En esta nueva era de competencia, Estados Unidos debe aumentar sus propias fuentes de fortaleza. Esto está sucediendo ahora, aunque la escala y el ritmo de esa transición, son temas de mucho debate. La administración Biden propuso un récord (en términos no ajustados) de 773 mil millones de dólares en gastos de defensa para 2023, cantidad que el Congreso incrementó rápidamente.

La Ley CHIPS y Ciencia, promulgada en agosto, asignó más de 50 mil millones de dólares para la fabricación nacional de semiconductores y el desarrollo de tecnologías avanzadas. La necesidad de competir con China ha estimulado otros movimientos, como la creación en 2019 de la Corporación Financiera de Desarrollo, que invierte en proyectos de desarrollo en países de bajos y medianos ingresos.

Mientras tanto, las amenazas rusas han llevado a tomar medidas para asegurar mejor la infraestructura electoral de Estados Unidos y fortalecer la base industrial de defensa. Ser más fuertes y estar mejor defendidos, permite enfrentar los desafíos simultáneos de China y Rusia.

Otra solución sería aprovechar las asimetrías temporales en las competiciones naturales entre China y Rusia. Pekín utiliza la coerción económica y la presión diplomática, pero le falta ejercer plenamente su opción militar. Rusia está utilizando casi todos los instrumentos del poder nacional para someter a Ucrania.

Esto sugiere que un gran esfuerzo para castigar las transgresiones rusas, podría hacer que ese país sea más débil, más pobre y con menor capacidad militar en el futuro, precisamente cuando China desea igualar su creciente fuerza con una agresión abierta contra Taiwán. En este caso, el imperativo para Estados Unidos sería concentrar energías y recursos en la amenaza rusa en su fase aguda actual, mientras se resuelve dedicar la mayor parte de ambos a China a largo plazo.

En esencia, son obviamente correctas las exhortaciones para fortalecer alianzas, aumentar la fuerza interna y aprovechar el tiempo. Sin embargo, en la práctica Estados Unidos seguirá siendo incapaz para contrarrestar indefinidamente la influencia china y rusa en todas partes y en todos los temas. Y tampoco debería intentarlo. Para gestionar estos problemas a lo largo del tiempo, es fundamental establecer prioridades y hacer concesiones difíciles entre regiones y problemas.

Retorno al dilema: ¿O Europa Central o Indochina?

Establecer prioridades es fácil de invocar y difícil de hacer. Inclusive, si es posible un consenso básico acerca de cuáles áreas y temas son más importantes que, por lo tanto, deben convertirse en el foco de la actividad de Estados Unidos. El corolario requerido es que otros dominios importan mucho menos, y deben recibir poca o ninguna atención y recursos.

Evaluada individualmente, cada región  (hemisferio occidental, Asia, Europa, Medio Oriente, y Sur global) tiene un reclamo de prioridad, y muchos temas tienen electorados dentro o fuera del gobierno que defienden su importancia.

Ante esa realidad, una lección de la Guerra Fría puede ser instructiva. Desde los primeros años de esa era, Estados Unidos decidió defender la ciudad de Berlín de las amenazas soviéticas, inclusive a costa de una guerra abierta.

La atención, los recursos militares y la energía gastados allí excedieron con creces los gastados en otras ciudades del mundo. Comprometerse en 2022 a defender Berlín parece sensato. Dos veces durante la primera mitad del siglo XX, la fuerza expedicionaria de Estados Unidos cruzó el Océano Atlántico para poner fin a las guerras que comenzaron en Europa.

Al disuadir el estallido de otra guerra durante el período de la Guerra Fría, Estados Unidos ayudó a garantizar décadas de paz y prosperidad en Europa. Durante esa era, sin embargo, Washington también se involucró intensamente a dar forma a la política interna de Laos, que se convirtió en la nación per cápita más bombardeada de la historia.

La campaña militar estadounidense en Laos duró 14 años y terminó en un fracaso. Inclusive, teniendo en cuenta la Guerra de Vietnam y la Ruta Ho Chi Minh, una ruta de suministro militar para los norvietnamitas que cruzaron a Laos, las más de 500.000 misiones de bombardeo que Estados Unidos llevó a cabo sobre ese pequeño país asiático, parecen hoy, como mínimo, haber sido una mala asignación de los recursos de seguridad nacional.

Las analogías históricas siempre son tensas, pero estas las de Berlín y Laos son particulares. Sin embargo, la diferencia entre Berlín y Laos durante la Guerra Fría sugiere que en medio de una competencia indefinida con Rusia y China, ¿qué temas y regiones se parecen más a Berlín y cuáles más a Laos? ¿Cuáles merecen la inversión significativa de los recursos y la atención de Estados Unidos para resistir la expansión de la influencia rusa y china, o para establecer una nueva relación que fortalecería la posición estadounidense, y cuáles no?

Los berlineses del siglo XXI son más fáciles de identificar. La invasión rusa a Ucrania viola la regla cardinal contra el robo por la fuerza de territorio extranjero, y sacude una base clave del orden basado en reglas.

Estados Unidos tiene gran interés en garantizar que tal transgresión no solo sea castigada sino que fracase, sobre todo para que futuros posibles agresores se desanimen para seguir un curso de acción similar.

La desafiante actividad china en el Mar Meridional de China amenaza las reglas marítimas que permiten efectuar operaciones comerciales vitales y, por lo tanto, debería representar un asunto clave para la política exterior estadounidense. La protección de la práctica democrática estadounidense contra la interferencia de Moscú o Pekín, es fundamental para el funcionamiento normal de la vida política de la potencia norteamericana.

No priorizar temas y áreas es muy difícil. Por ejemplo, la presencia militar de Rusia en Venezuela y el Sahel, es indeseable para la política exterior estadounidense, pero no representa igual amenaza para las normas internacionales existentes, en comparación con la agresión del Kremlin en Ucrania.

Washington no desea que ningún país emplee la infraestructura de Huawei para su red 5G, pero los esfuerzos de Estados Unidos, deben disuadir a los aliados y socios cercanos al respecto, en lugar de evitar que todos la usen. La Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda plantea posibles dilemas de trampa de la deuda para todos los beneficiarios, pero Estados Unidos debería oponerse a su expansión en el sudeste asiático, área donde la mayor influencia china podría conducir a bases navales que podrían obstaculizar los intereses de Estados Unidos, en mayor grado que en Centroamérica, donde la capacidad de operación de los Estados Unidos no se verá afectada.

Del mismo modo, Washington debería preocuparse más por bloquear la instalación naval china en el sur del Estado de Pensilvania, antes que en África Occidental, habida cuenta que Pekín busca instalar bases navales en ambas regiones, y a que los costos negativos de la influencia militar china son sustancialmente mayores en el Indo-Pacífico que en cualquier otro lugar.

Desde esa lógica, no debería enfatizar mucho en convencer a China para resolver el problema nuclear de Corea del Norte, que en realidad, puede gestionarse pero no resolverse en un plazo razonable.

Además, Estados Unidos debería tener cuidado para absorber los costos de diversificarse de los productos suministrados por China, haciéndolo solo cuando tenga sentido para la seguridad nacional, tales como con tecnologías clave, equipos médicos y tierras; la mayoría de las importaciones estadounidenses de China no necesitan ser reubicadas. Además, la mayoría de las importaciones estadounidenses de China no necesitan ser reubicadas.

Un debate de mayor utilidad estratégica

Las acciones de Moscú o Pekin que impugnarían los principios clave del orden internacional, restringirían la libertad de acción de Estados Unidos o socavarían el funcionamiento interno de otros países deberían definir ampliamente qué es lo más importante.

Los formuladores de políticas públicas estadounidenses deberían centrarse más en las acciones por efectuar en los lugares y en los temas específicos, en los escenarios donde es grande el daño potencial a los intereses clave y es significativa la utilidad potencial para el retador.

La gran cantidad de actividades rusas y chinas en todo el mundo, que son indeseables, ofensivas y contrarias a los intereses geopolíticos estadounidenses, deben relegarse a un nivel inferior de prioridad. Por su naturaleza, recibirían una parte significativamente menor de los recursos y la atención de la seguridad nacional estadounidense.

Esta necesaria tarea de priorización iría más allá de los grandes trazos que han caracterizado la reciente política exterior estadounidense. Las observaciones que se escuchan con frecuencia —que la competencia de las grandes potencias ha regresado, que el Indo-Pacífico ha emergido como una región de vital importancia, o que una Rusia revanchista y una China decidida tienen ambiciones globales— son de utilidad limitada.

Hoy se necesita priorizar regiones, problemas, y un proceso de políticas que considere la importancia relativa de múltiples crisis y oportunidades, en lugar de evaluar cada una por separado. Esto es cierto para el poder ejecutivo y para el Congreso, que por esencia, tiende a centrarse en los temas principales y dirigir los cambios de política y financiación en consecuencia.

En esta nueva era la alternativa requeriría que Estados Unidos resista la indeseable influencia china y rusa dondequiera que exista, es decir, en todas las regiones del mundo y abarcar un amplio espectro de problemas.

Por elemental lógica, intentar hacer todo, en todas partes al mismo tiempo, producirá agotamiento y socavará la capacidad estadounidense para abordar lo fundamental.

Esta nueva era estratégica con tres potencias en pugna y en condiciones diferentes a la guerra fría, genera una necesidad apremiante entre los formuladores de políticas, para priorizar e identificar qué problemas y regiones ignorará Estados Unidos, cuáles asuntos tratará simplemente de mitigar, o a cuáles aspectos asignará una pequeña fracción de su considerable atención y recursos.

Lo realmente cierto es que en contra de su experiencia internacional, sus intenciones geopolíticas en los cinco continentes y sus conceptos de libertad y democracia global, Estados Unidos se ha abierto camino en simultánea competencia contra dos potencias autocráticas, que se interponen a los intereses de la Casa Blanca a nivel mundial.

Habida cuenta que se trata de una compleja realidad geopolítica global que no tiene reversa, lo evidente es que si Estados Unidos quiere tener éxito en la complicada tarea que emprendió contra la expansión geopolítica de Rusia y China, tendrá que elegir con sumo cuidado las batallas que proponga o acepte.

Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

www.luisvillamarin.com

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