Fragmentado internamente, ¿podría Estados Unidos disuadir expansión geopolítica de China y Rusia?

Publicado: 2023-10-05   Clicks: 780

Estados Unidos, está obligado si o si, a detener agresión combinada de China y Rusia con sus proxies contra la libertad en el planeta

Ya en desarrollo de la tercera década del siglo XXI, Estados Unidos enfrenta amenazas de seguridad superiores a las encaradas a lo largo de su historia. Nunca antes se había enfrentado, contra cuatro adversarios aliados como es el caso de Rusia, China, Corea del Norte e Irán, países cuyo arsenal nuclear está en proceso de crecimiento.

Es fácil deducir que desde la Guerra de Corea (1950-1953), en adelante Estados Unidos no se ha enfrentado contra poderosos rivales militares, ni en Europa ni en Asia, con la circunstancia agravante, que ahora tiene al frente en el mapa geopolítico global, a un adversario con tanto poder económico, científico, tecnológico y militar, como el que posee China en la actualidad.

El grave escollo para superar esta amenaza, radica en que el gobierno Estados Unidos no puede dar la respuesta necesaria, fuerte y coherente. Ni liderazgo político del partido republicano en el Congreso, ni el demócrata en la Casa Blanca han convencido a los estadounidenses, de que los acontecimientos en China y Rusia son importantes. Entre las muchas razones, para que eso sea así, es que los líderes políticos no han podido explicar a los electores, cómo se entrelazan las amenazas geopolíticas estratégicas urdidas en Pekín y Moscú. Por lo tanto, tampoco han articulado una estrategia a largo plazo, garante de la prevalencia de Estados Unidos y los valores democráticos universales.

Xi Jinping y Vladimir Putin tienen mucho en común, pero exteriorizan dos convicciones compartidas. Por parejo, están convencidos, de que sus destinos personales están definidos para restaurar el pasado imperial de sus países. Para Xi, el impulso equivale a recuperar el papel que alguna vez tuvo la China imperial en Asia y cosechar ambiciones de influencia global.

Para Putin, su intención es consolidar una incómoda combinación geopolítica, consistente en revivir el imperio ruso y recuperar la preminencia alcanzada por la Unión Soviética durante la guerra fría (1945-1990).

Además, Xi y Putin están convencidos de que las democracias desarrolladas, especialmente la de Estados Unidos, ya pasaron su mejor época y entraron en irreversible declive, marcado por creciente aislacionismo internacional, polarización política interna y externa y el desorden estructural de las democracias.

En ese orden de ideas, las visiones radicales de Xi y Putin presagian un período riesgoso para la supervivencia estratégica de Estados Unidos. Así, el problema no se circunscribe únicamente a la evidente agresividad militar de China y Rusia. Ambos autócratas han cometido errores de cálculo dentro y fuera de sus países y es muy probable que cometan otros errores en el futuro. Decisiones que podrían ser catastróficas para ellos mismos y para Estados Unidos.

Por lo tanto, la dirigencia política en Washington debe reducir las posibilidades de desastre mutuo asegurado, esfuerzo que requerirá visión estratégica y acciones audaces de orden diplomático y geopolítico. Si Estados Unidos superó los desafíos estratégicos durante 45 años continuos de la Guerra Fría, gracias a la sinergia de unidad nacional seguida por ambos partidos políticos, con mayor razón el nuevo reto exige un enfoque bipartidista similar. Ahí está la solución del problema.

En el tablero geopolítico, Estados Unidos enfrenta adversarios agresivos con propensión a calcular mal y cometer graves errores, pero no tiene la capacidad probada para articular unidad y fuerzas necesarias para disuadir a las autocracias de Moscú y Pekín. Disuadirlos depende de la certeza de los compromisos y la constancia de la respuesta.

La gran dificultad para dar este paso radica en que la propaganda china y rusa en el mundo, hace ver como errático y poco confiable el poderío estadounidense, induciendo por extensión a dos autócratas propensos al riesgo, a que formulen apuestas peligrosas, con efectos potencialmente catastróficos para toda la humanidad.

Evidentes ambiciones geopolíticas de Xi Jingpin y el partido Comunista Chino

Xi denomina como “gran rejuvenecimiento de la nación china”, el objetivo estratégico de convertir a China en la potencia mundial dominante para 2049, cuando se celebre el centenario de la victoria de los comunistas en la Guerra Civil China. Dicho objetivo incluye invadir a Taiwán y ponerla bajo el control de Pekín.

Para el efecto, Xi Jingpin quien pretende asegurar un estatus similar o superior al de Mao Zedong en el panteón histórico del Partido Comunista Chino, ordenó al Ejército preparar la invasión a Taiwán en 2027, al mismo tiempo que moderniza el potencial militar de su país, con el propósito de convertirlo en “potencia mundial” en 2035.

Tan obsesivas aspiraciones, aunadas al sentido de destino personal de Xi Jingpin, implican un riesgo mayúsculo para que se desate la tercera guerra mundial. De la misma forma como Putin cometió un desastroso error de cálculo en Ucrania, existe el razonable peligro de que Xi lo repita en Taiwán.

Nótese que por lo menos tres veces, Xi Jingpin ya ha cometido graves errores de cálculo.

Primero, se separó de la enseñanza de su antecesor Deng Xiaoping de “ocultar tu fuerza y esperar el momento oportuno para actuar”. Así, Xi desató la respuesta que Deng nunca quiso. Que Estados Unidos movilizara su poder económico para frenar el crecimiento de China, comenzara a fortalecer y modernizar su Ejército, y reforzara alianzas y asociaciones militares en Asia y Europa.

Segundo, el giro hacia la izquierda de Xi en sus políticas económicas, iniciado en 2015 y materializado en 2022 durante el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino. Sus líneas estratégicas, que incluyen desde inmiscuir al partido en la gestión de empresas, hasta el extremo de depender cada vez más de empresas estatales, han deteriorado profundamente la economía de China.

Tercero, la política de “Covid cero” de Xi, visibilizó el poder arbitrario del Partido Comunista Chino sobre las actividades comerciales. La incertidumbre resultante, redujo el gasto de los consumidores chinos, con obvias afectaciones a toda la economía.

Preservar el poder del partido es la primera prioridad de Xi, y someter a Taiwán es la segunda. Es claro para la alta camarilla china, que probablemente fracasará cualquier esfuerzo diferente al de la guerra, para presionar a Taiwán para que se rinda.

Por ende, para Xi, quedaría la opción de arriesgarse a una guerra imponiendo un bloqueo naval a gran escala o lanzando una invasión total para conquistar la isla. Si lo hace, Xi supondría estar cumpliendo su destino, pero lo cierto es que gane o pierda, los costos humanos, económicos y militares de provocar una guerra por Taiwán, serían catastróficos para el mundo entero.

Es preciso aclarar, que a pesar de los errores de cálculo de Xi y de las numerosas dificultades internas de su país, China seguirá siendo un enorme desafío para Estados Unidos. Su ejército está más fuerte que nunca. Su potencial militar incluye más buques de guerra que Estados Unidos, aunque carecen de la mima calidad.

Se agrega que Xi Jingpin ha modernizado y reestructurado la capacidad de combate de sus fuerzas convencionales y de sus fuerzas nucleares, y ha mejorado el sistema de comando y control. Además, está en el proceso de fortalecer sus capacidades en el espacio y el ciberespacio.

El erróneo convencimiento de destino personal de Xi Jingpin implica un riesgo de guerra mundial.

En contexto, el gobierno chino ha desarrollado una estrategia integral orientada a aumentar su poder e influencia mundial. China es ahora el principal socio comercial de más de 120 países en el planeta, incluidos casi todos los de América del Sur. Más de 140 países se han inscrito como participantes en la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda. A eso se añade, que el extenso programa de desarrollo de infraestructura le permite poseer, administrar o invertir en más de 100 puertos marítimos en 60 países de diferentes continentes.

Al mismo tiempo, Pekín opera una red generalizada de propaganda y medios de comunicación. Ningún país del mundo está fuera del alcance de por lo menos una estación de radio, un canal de televisión o un sitio de noticias en línea originadas en China. Mediante estos y otros mecanismos, Pekín promueve el tema del declive occidental, ataca las acciones geopolíticas estadounidenses, erosiona la fe en las instituciones internacionales que Estados Unidos creó al finalizar la Segunda Guerra Mundial y pregona la supuesta superioridad de su modelo de desarrollo y gobernanza.

En los escenarios académicos, se evalúan dos conceptos invocados por quienes piensan que Estados Unidos y China están destinados a un conflicto mayor. Una es "la trampa de Tucídides". Según esta teoría, la guerra es inevitable cuando una potencia en ascenso se enfrenta a una potencia establecida, como cuando Atenas se enfrentó a Esparta en la antigüedad o cuando Alemania se enfrentó al Reino Unido desde antes de la Primera Guerra Mundial.

La otra es la “China cumbre”, o idea de que la economía y el desarrollo del país son inevitables. El poder militar está o estará pronto en su punto más fuerte, mientras que las iniciativas ambiciosas para fortalecer el ejército estadounidense tardarán años en dar frutos. Por lo tanto, China podría invadir Taiwán antes de que la disparidad militar en Asia varíe la desventaja de China.

Ninguna de las teorías es categórica. No preexistía nada que fuera inevitable antes de la Primera Guerra Mundial, la cual se desató debido a la estupidez y la arrogancia de los líderes europeos. Además, el ejército chino está lejos de estar preparado para un conflicto importante. Por lo tanto, un ataque chino directo o una invasión de Taiwán, si es que ocurre, sería dentro de algunos años. A menos, que Xi cometa un nuevo y grave error de cálculo.

La peligrosa apuesta de Putin en Ucrania

Putin cree que sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio, razón por la cual invadió a Ucrania en 2014 y nuevamente en 2022; aventura militar que resultó ser un error de cálculo catastrófico con consecuencias devastadoras a largo plazo para su país. En lugar de dividir y debilitar a la OTAN, las sanguinarias acciones de Rusia dieron a la alianza un nuevo propósito aumentando sus miembros con la llegada de Finlandia y el casi seguro ingreso de Suecia. Sin dudas, ahora Rusia está en peores condiciones estratégicas que antes de la invasión de febrero de 2022 a Ucrania.

La economía rusa ha sobrevivido gracias a que las ventas de petróleo a China, India y otros estados han compensado parcialmente el impacto financiero de las sanciones, y los bienes de consumo y la tecnología de China, Turquía y otros países de Asia Central y Medio Oriente, han compensado buena parte del impacto financiero de las sanciones.

Aún así, Rusia está sometida a sanciones extraordinarias, impuestas por las democracias desarrolladas. Innumerables empresas occidentales han retirado sus inversiones y abandonado el país, incluidas las empresas de petróleo y gas cuya tecnología es esencial para sostener la principal fuente de ingresos de Rusia. Miles de jóvenes empresarios y expertos en tecnología han huido. En síntesis, al invadir Ucrania, Putin hipotecó el futuro ruso.

Aunque la guerra ha degradado significativamente las fuerzas convencionales rusas, Moscú conserva el mayor arsenal nuclear del mundo. Producto de los acuerdos de control de armas, ese arsenal incluye algunas pocas armas nucleares estratégicas desplegadas, más frente a las que tiene Estados Unidos. Sin embargo, es preciso aclarar que Rusia tiene muchas más armas nucleares tácticas, en presumible relación de 10 a 1.

A pesar del poderoso arsenal nuclear, las perspectivas para Putin son sombrías.  Frustradas las esperanzas de la rápida conquista de Ucrania, el Kremlin encara un duro estancamiento militar para agotar a los ucranianos, esperanzado en que, para la primavera o verano de 2024, la opinión pública en Europa y Estados Unidos se cansarán de apoyar a Kiev.

Por lo tanto, desde su obsesiva óptica, una alternativa temporal al sueño de la Ucrania conquistada, Putin intenta tener a Ucrania paralizada, es decir, un Estado arruinado con sus exportaciones recortadas y la ayuda exterior drásticamente reducida. Putin quería que Ucrania fuera parte de un Imperio ruso reconstituido; por lo tanto, temía ver a Ucrania democrática, moderna y próspera como modelo alternativo para los rusos.

Sin duda, mientras Putin esté en el poder, Rusia seguirá siendo adversario de Estados Unidos y la OTAN. Entre tanto, por medio de la venta de armas, asistencia en materia de seguridad y descuentos en petróleo y gas, está cultivando nuevas relaciones en África, Medio Oriente y Asia.

En síntesis, Putin continuará utilizando todos los medios a su disposición para incentivar la división en Estados Unidos y Europa, y, socavar la influencia estadounidense en ahora denominado el Sur global. Envalentonado por su asociación con Xi Jing Pin y confiado en que su arsenal nuclear modernizado disuadirá cualquier acción militar contra Rusia, el Kremlin seguirá desafiando agresivamente a Estados Unidos.

Visto con retrospectiva, Putin ya cometió un error de cálculo histórico, Nadie puede estar seguro de que no hará otro.

¿Está Estados Unidos decidido a llegar a las últimas consecuencias?

En apariencia, Estados Unidos parecería estar en una posición fuerte frente a China y Rusia. Sobre todo, a la economía estadounidense le va bien. Está en auge la inversión empresarial en nuevas instalaciones manufactureras, algunas de ellas subsidiadas por nuevos programas gubernamentales de infraestructura y tecnología.

Las nuevas inversiones tanto del gobierno como de las empresas en inteligencia artificial, computación cuántica, robótica y bioingeniería prometen ampliar la brecha tecnológica y económica entre Estados Unidos y todos los demás países en los próximos años.

 

En el ámbito diplomático, la guerra en Ucrania ha proporcionado a Estados Unidos nuevas oportunidades. La alerta temprana dada por Washington a sus amigos y aliados acerca de la intención de Rusia de invadir Ucrania, restableció su fe en las capacidades de inteligencia de Estados Unidos.

Los renovados temores derivados de la amenaza de Rusia han permitido a Estados Unidos fortalecer y ampliar la OTAN, y la ayuda militar suministrada a Ucrania denota pruebas claras, de que se puede confiar en que cumplirá sus compromisos. Mientras tanto, la intimidación económica y diplomática de China en Asia y Europa, ha resultado contraproducente, permitiendo a Estados Unidos fortalecer sus relaciones en ambas regiones.

En el ámbito militar se están llevando a cabo programas de modernización en torno a la tríada nuclear que incluye misiles balísticos intercontinentales, bombarderos y submarinos. El Pentágono está comprando aeronaves de combate del tipo F-35, F-15 modernizados y un nuevo caza de sexta generación, junto con una flota de aviones cisterna para reabastecimiento de combustible en pleno vuelo.

El ejército está adquiriendo armas nucleares, y la marina está construyendo barcos y submarinos adicionales. Al mismo tiempo, el ejército continúa desarrollando nuevos tipos de municiones hipersónicas, y fortaleciendo sus capacidades cibernéticas ofensivas y defensivas. En total, Estados Unidos gasta más en defensa que los diez países siguientes juntos, incluidos Rusia y China.

Sin embargo, la disfunción y los fracasos políticos de Estados Unidos están socavando sus planes de desarrollo militar defensivo-disuasivo. La economía estadounidense está amenazada por un gasto desbocado del gobierno federal. Los dirigentes políticos de ambos partidos no han logrado abordar el creciente costo de prestaciones como la Seguridad Social, Medicare y Medicaid.

La eterna oposición a elevar el techo de la deuda ha socavado la confianza en la economía, haciendo que los inversionistas se preocupen por lo que sucedería si Washington realmente incumpliera sus pagos.

Mientras Putin esté en el poder, Rusia será adversario radical de Estados Unidos.

En el ámbito diplomático, el desdén del expresidente Donald Trump por los aliados de Estados Unidos, su afición por los líderes autoritarios, su voluntad de sembrar dudas sobre el compromiso de Estados Unidos con sus aliados de la OTAN y su comportamiento generalmente errático socavaron la credibilidad y el respeto de Estados Unidos en todo el mundo.

De remate, siete meses después del inicio de la convulsa administración del presidente Joe Biden, la abrupta y desastrosa retirada de Estados Unidos de Afganistán deterioró más la confianza del resto del mundo en torno a las ejecutorias de Washington.

Durante casi dos décadas, la diplomacia estadounidense ha descuidado gran parte del Sur global, escenario geopolítico y geoestratégico vital para la competencia no militar con China y Rusia. En esta parte del mundo, las embajadas de Estados Unidos no son tan proactivas como antes.

Solamente a partir de 2022, después de años de negligencia manifiesta del Departamento de Estado, la Casa Blanca se apresuró a reactivar sus relaciones con las naciones insulares del Pacífico, pero solo después de que China aprovechó la ausencia de Washington para firmar acuerdos económicos y de seguridad con estos países. Parecía como si los estrategas políticos estadounidenses no comprendieran que la competencia con China e incluso con Rusia por los mercados y la influencia es global. Si desea conservar la preponderancia, Estados Unidos no puede permitirse el lujo de estar ausente en ninguna parte

En un aspecto más sensible para la seguridad nacional, los militares también pagan un precio por la disfunción política estadounidense, particularmente en el Congreso. Desde 2010, cada año, el Congreso ha dejado de aprobar proyectos de ley de asignaciones para el ejército antes del inicio del siguiente año fiscal.

En contraste, los legisladores aprobaron una “resolución continua”, que impide al Pentágono gastar más dinero que el año anterior y le prohíbe iniciar algo nuevo o aumentar el gasto en programas existentes. Para colmo de males, las resoluciones continuas rigen el gasto en defensa hasta cuando se pueda aprobar un nuevo proyecto de ley de asignaciones. Algunas, han durado desde unas pocas semanas hasta un año fiscal completo. El resultado es que, desde hace trece años, nuevos programas e iniciativas de invención tecnológica se tornan impredecibles.

La Ley de Control Presupuestario de 2011 implementó recortes automáticos del gasto, conocidos como “secuestro”, y redujo el presupuesto federal en 1.2 billones de dólares en diez años. El ejército, que entonces representaba sólo alrededor del 15% de los gastos federales, asumió un recorte de 600 mil millones de dólares.

Debido a que los costos de personal quedaron exentos, la mayor parte de las reducciones afectaron mantenimiento, operaciones, capacitación e inversión. Las consecuencias son graves y duraderas. Pese a la gravedad, en la aprobación del nuevo presupuesto en septiembre de 2023, el Congreso se encamina a volver a cometer el mismo error. Para enredar más el rol del Congreso se permite que un senador bloquee durante meses la confirmación de ascensos de cientos de oficiales de alto rango, degradando el liderazgo en lo más sensible de la seguridad nacional.

Podría decirse entonces, a manera de conclusión, que Estados Unidos necesita más poder militar para enfrentar amenazas de alto riesgo, pero el Congreso y el Poder Ejecutivo están colmados de obstáculos para superar los desafíos.

Complejidades de un escenario real

Ya está en desarrollo la contienda entre Estados Unidos y sus aliados contra China, Rusia y sus proxies. Para garantizar que Washington esté en la posición más fuerte posible para disuadir a sus adversarios de cometer errores de cálculo estratégicos adicionales, los líderes estadounidenses deben cambiar el acuerdo bipartidista respecto al papel de Estados Unidos en el mundo. Esto explica, porque después de 20 años de guerra en Afganistán e Irak, muchos estadounidenses quisieran volverse hacia adentro, especialmente teniendo en cuenta los numerosos problemas internos de Estados Unidos.

 

En realidad, los estadounidenses necesitan entender por qué a pesar de sus costos, el liderazgo global de su país, es vital para preservar la paz y la prosperidad interna y externa. Necesitan entender por qué una resistencia ucraniana exitosa a la invasión rusa es crucial para disuadir a China de invadir Taiwán.

Deben comprender por qué la dominación china del Pacífico occidental pone en peligro los intereses estadounidenses. Necesitan que se les explique por qué la influencia china y rusa en el Sur global es importante para los bolsillos estadounidenses. Necesitan saber por qué una alianza chino-rusa amenaza a Estados Unidos.

Más que comunicarse regularmente con el pueblo estadounidense directamente, el presidente debe tener reuniones con miembros del Congreso y los medios de comunicación para analizar el rol del liderazgo mundial de Estados Unidos, para que los miembros del Congreso lleven el mensaje a sus electores en todo el país, en torno a que el poder militar que posee Estados Unidos, las alianzas que ha forjado y las instituciones internacionales que ha diseñado son esenciales para disuadir la agresión contra él y sus socios.

Es ingenuo creer que si hay éxito ruso en Ucrania no habrá agresión rusa en Europa y posiblemente incluso a una guerra entre la OTAN y Rusia. Es igualmente ingenuo descartar que el éxito ruso en Ucrania no aumentará significativamente la probabilidad de una agresión china contra Taiwán y, por tanto, potencialmente de una guerra entre Estados Unidos y China.

Dicho de otra forma, un mundo sin un liderazgo estadounidense confiable sería un mundo de depredadores autoritarios, en el que todos los demás países serían presas potenciales.

El gran problema es que China y Rusia creen que el futuro les pertenece.

Mientras republicanos y demócratas se han vuelto hostiles a los acuerdos comerciales y el sentimiento proteccionista es fuerte en el Congreso, en el Sur global los chinos ofrecen enormes mercados y oportunidades de inversión.

A pesar de los defectos de la Iniciativa de la Franja y la Nueva Ruta de la Seda, como la enorme deuda que acumula sobre los países receptores, China la ha utilizado con éxito para insinuar la influencia, las empresas y los tentáculos económicos de China en decenas de países.

Quizás el problema radica en que Washington ha dejado de lado la diplomacia proactiva desde el final de la Guerra Fría. Por su parte, China está gastando miles de millones de dólares en todo el mundo para hacer avanzar su narrativa, manejada por medio de un esfuerzo agresivo para difundir su propaganda y desinformación, así como para incitar discordia dentro y entre las democracias.

Por lo tanto, Estados Unidos necesita una estrategia para influir en los líderes y el público extranjeros, especialmente en el Sur global. Para tener éxito, esta estrategia requeriría que el gobierno estadounidense gastara más dinero, pero también que integrara y sincronizara sus muchas y dispares actividades de comunicación.

La asistencia en materia de seguridad a gobiernos extranjeros necesita un cambio radical. Por su parte, Rusia ha proporcionado cada vez más asistencia de seguridad a los gobiernos de África, especialmente aquellos con una inclinación autoritaria, y Estados Unidos carece de estrategia eficaz para contrarrestar este esfuerzo.

Asimismo, Estados Unidos debe repensar su estrategia nuclear frente a una alianza chino-rusa. La cooperación entre Rusia, que está modernizando su fuerza nuclear estratégica, y China, que está ampliando enormemente su otrora pequeña fuerza, pone a prueba la credibilidad de la disuasión nuclear de Estados Unidos, al igual que las crecientes capacidades nucleares de Corea del Norte y el potencial armamentístico de Irán.

Finalmente, el Congreso debe cambiar la forma en que asigna recursos al Departamento de Defensa, y el Departamento de Defensa debe cambiar la forma en que gasta ese dinero.

Conclusiones

1. Xi Jingpin y Putin son dos autócratas han cometido errores graves que han costado caro a sus países y al mundo.

2. La mentalidad dictatorial de ambos autócratas, apropiados de importantes controles geopolíticos en Asia y África, penden como una espada de Damocles contra la frágil paz del planeta.

3. Ucrania no puede ser abandonada por Estados Unidos ni la OTAN. Dejar a Rusia que consolide su obsesivo plan expansionista, es abrir el boquete a la segura invasión de China a Taiwán y un previsible ataque de Rusia a la OTAN.

4. La geopolítica y la diplomacia, nunca han gravitado alrededor de buenas intenciones de credulidades ingenuas en la buena fe de los autócratas. Es mejor el pragmatismo de mantener la paz, estando preparado para la guerra.

5. Es obligación de todos los gobernantes educar a sus gobernados en estos temas para que los procesos de gobernanza sean interpretados y aplicados, como la construcción de una fortaleza nacional, no como una forma de eludir las realidades externas que afectan la intestinidad política, social, económica y cultural.

6. Una vez más queda demostrado que la visión geopolítica es el soporte de la buena administración interna y la extensión de la influencia externa en los mercados, las finanzas, el comercio, la tecnología y por supuesto la seguridad y defensa de los intereses vitales de la nación.

7. El sur global es un escenario geopolítico donde las tensiones geopolíticas de las potencias librarán nuevas batallas comerciales e ideológicas, más intensas quizás que las experimentadas durante la guerra fría Moscú-Washington.

8. La disuasión con poder nacional integral, no es un acto guerrerista, ni una demostración innecesaria de fuerza, sino una necesidad de supervivencia geopolítica de todos los Estados. Sin excepción. Los agresores potenciales solo atacan a quien consideran débil, no a quien los iguale en poder y capacidades.

 

Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Autor de 40 libros de geopolítica, defensa nacional y estrategia

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