Con excepción de la canciller Ángela Merkel de Alemania, es imposible hallar un solo líder político en el mundo, que tenga claridad estratégica y que influya en las decisiones internacionales para bien de la humanidad. Barack Obama tuvo la oportunidad pero fue inferior al reto. Recién posesionado le regalaron el Premio Nóbel de Paz, Latinoamérica lo vio como la esperanza para integrar la gran nación con los vecinos, Europa aspiró a tener su influencia geopolítica como catalizador de la Unión, Israel aspiraba que influyera en la desarticulación de la geopolítica y poderío nuclear de Irán, el África lo veía como la esperanza para aclimatar la paz e incentivar el desarrollo económico… Pero nada de esto sucedió.
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Desde el ángulo geopolítico internacional, el recrudecimiento del terrorismo islámico coincidió con el reasentamiento político internacional de Rusia luego de la desintegración de la antigua Unión Soviética, el despliegue económico y militar de China, la inmersión de varios países latinoamericanos en el socialismo procastrista de la mano del venezolano Hugo Chávez, la Primavera Árabe que estremeció la estructura montada con gobiernos nacionalistas proclives a Occidente, el desarrollo de la capacidad nuclear en Corea del Norte, 16 años continuos de desacertados gobiernos en Estados Unidos, altibajos de la Unión Europea, más atraso en el continente africano y extensión de las ramificaciones del yihadismo en Nigeria, Somalia, Yemen, Tanzania, Kenia, Afganistán, Pakistán y otros lugares.
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