Durante las últimas cinco décadas la dinámica política de Estados Unidos se está pareciendo mucho a la de corruptos regímenes y autocracias, consideradas proxies de la política exterior de la Casa Blanca. Parecería ser, como si la pretendida intención de consolidar mensajes de libertad, democracia y derechos humanos tan reiterados por el Departamento de Estado en los programas de extensión cultural y geopolítica del Tío Sam, se hubiera contaminado de los vicios y componendas, que por lo menos de puertas para afuera, cuestionaban sus altos burócratas desde Washington.
Prueba de ello es, que el drama entre los republicanos de la Cámara de Representantes resalta evidente disminución en la voluntad de ese partido para respaldar la continuación de la ayuda para la lucha de Kiev contra Rusia. Obviamente, detrás de esa presión estaría la búsqueda de réditos grupales e individuales. Eso no es descartable.
En consecuencia, el contexto indica que la crisis republicana en el capitolio que derrocó a Kevin McCarthy presidente de la Cámara de Representantes y dejó a esa corporación inmersa en el caos. El inusitado cambio de posturas frente a Ucrania, es sorprendente y contradictorio, de parte de un partido que durante mucho tiempo se ha caracterizado por defender la necesidad de un ejército estadounidense musculoso que defiende y protege la democracia en el mundo. Al día de hoy, el partido republicano podría torpedear la necesaria ayuda militar y económica a Kiev, poniendo en vilo la paz, la estabilidad y la seguridad del planeta.
Algunos críticos republicanos de línea dura y seguidores de Trump, han sostenido opiniones aislacionistas frente al esfuerzo bélico de Ucrania, escudadas en el argumento que enviar miles de millones de dólares a Kiev, acercaría a Estados Unidos a un conflicto frontal contra Rusia, y además que ese dinero hace falta para atender problemas internos.
El nivel del drama desatado por egocentrismos en la Cámara de representantes durante la última semana, hizo metástasis cuando los republicanos llevaron al gobierno al borde del cierre por no tener aprobación del presupuesto para la vigencia fiscal de 2024, y colocaron la cereza al pastel, cuando depusieron a su propio presidente.
De manera calculada y con evidentes visos para afectar la posibilidad reelectoral de Biden en 2024, pero evitando que el gobierno cerrara y se bloqueara la administración federal, responsabilidad que no iban a asumir en su estrategia maquiavélica, los republicanos bloquearon la asignación de miles de millones en asistencia militar y humanitaria solicitada por la casa Blanca al Congreso estadounidense.
En desarrollo de la estratagema, los republicanos trumpistas consiguieron que la mayoría de sus colegas de la Cámara, votara en contra de financiar un programa para entrenar y equipar a las tropas ucranianas. De remate, una pequeña facción orientada por Trump, se unió a los demócratas para remover del cargo al representante Kevin McCarthy, republicano de California, después de acusarlo de hacer un “acuerdo paralelo secreto” con Biden para financiar la guerra de Kiev contra Rusia.
La división entre los republicanos sobre el tema ahora se refleja en la lucha para reemplazar a McCarthy; pugna, que enfrenta al representante Steve Scalise de Luisiana, el segundo republicano que ha respaldado la ayuda a Ucrania, contra el representante Jim Jordan de Ohio, presidente de la comisión que analiza el poder judicial, opositor tenaz para ayudar a Zelensky.
Aunque los detractores son minoría, el dramático cambio en el sentimiento republicano, enojó a los partidarios de apoyar a Kiev, quienes alarmados por que no ven luz al final del túnel, trabajan para revertir la tendencia antes de que sea tarde y hasta lleguen a obstaculizar las tropas ucranianas en el campo de batalla, por falta de logística y armas.
La preocupación aumenta porque 117 republicanos que son la mayoría de la colectividad, votaron en contra de incluir por ahora en el presupuesto temporal del proyecto de ley para el año fiscal que comenzó el 1 de octubre de 2023, una partida fiscal que financiaría un programa de 300 millones de dólares para entrenar y equipar a combatientes ucranianos.
El proyecto temporal de ley para evitar el cierre del congreso fue aprobado, pero es casi seguro que cuando se llegue a la instancia definitiva del presupuesto final para el periodo fiscal en curso, la oposición pondrá problemas en la Cámara, donde por tradición, los republicanos normalmente se niegan a tomar medidas en torno a lo que no cuente con el respaldo de la mayoría de sus miembros.
A principios de 2023, hubo señales de que la ayuda a Ucrania podría complicarse. Sin embargo, en junio, el republicano y entonces presidente de la Cámara Kevin McCarthy anunció la presentación de una propuesta de gasto de emergencia para Ucrania, citando un acuerdo que acababa de cerrar con Biden para establecer límites de gasto federal a cambio de suspender el techo de la deuda.
Un mes después, en julio, durante los debates acerca de si esos fondos salían del presupuesto normal de Defensa, quedó claro que creció el escepticismo sobre Ucrania en el Partido Republicano. La situación empeoró tras el receso de verano de los congresistas, quienes regresaron a Washington, con más críticos para votar en contra de la financiación de Ucrania. Al parecer, la política y la presión pública marcaban un nuevo e impredecible derrotero, argumentado en que la administración Biden expone mucho a Estados Unidos y alivia las presiones que deberían estar afrontando los países europeos de la Otan.
Inclusive, algunos republicanos que respaldan con firmeza la ayuda a Ucrania dicen ahora que es difícil imaginar reunir los votos para otra inyección sin importantes concesiones políticas y de gasto por parte de los demócratas. Sería una especie de extorsión disfrazada.
Se supone que muy pronto Biden dirá algo importante sobre la ayuda a Ucrania, pues los esfuerzos liderados por los republicanos para contrarrestar el escepticismo en torno a la ayuda a Ucrania, tampoco han detenido la marea de presiones calculadas, que por su naturaleza y alcances crispan los nervios en el mundo entero.
Es sabido que lo bueno, lo malo y lo feo que sucede a un país, dentro y fuera de sus fronteras está intrínsecamente con la estatura histórica de sus dirigentes políticos. Si los actuales dirigentes políticos estadounidenses no reflexionan acerca de la gravedad de sus recientes decisiones, podrá venir la tercera guerra mundial, y la gran potencia de hace unas décadas no estará lo suficientemente preparada y posicionada, para garantizar la estabilidad de lo que ellos mismos bautizaron como el mundo libre.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional