Análisis del terrorismo islámico
Al cumplirse 15 años de los audaces ataques terroristas perpetrados por la red Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, en las ciudades de Washington y New York, hay elementos de juicio suficientes para evaluar la dinámica del terrorismo islámico contra los “infieles” occidentales y los “apóstatas” musulmanes.
Durante este ajetreado lapso, no solo se fortaleció la red Al Qaeda, sino que surgió de su seno el autodenominado Estado Islámico ISIS, mucho más radical y violento que su gestor. Hoy este nuevo grupo constituye una seria amenaza contra la libertad humana, y por sus connotaciones geopolíticas y estratégicas podría ser la chispa que inicie una conflagración mayor en el siempre convulso Medio Oriente.
Desde el ángulo geopolítico internacional, el recrudecimiento del terrorismo islámico coincidió con el reasentamiento político internacional de Rusia luego de la desintegración de la antigua Unión Soviética, el despliegue económico y militar de China, la inmersión de varios países latinoamericanos en el socialismo procastrista de la mano del venezolano Hugo Chávez, la Primavera Árabe que estremeció la estructura montada con gobiernos nacionalistas proclives a Occidente, el desarrollo de la capacidad nuclear en Corea del Norte, 16 años continuos de desacertados gobiernos en Estados Unidos, altibajos de la Unión Europea, más atraso en el continente africano y extensión de las ramificaciones del yihadismo en Nigeria, Somalia, Yemen, Tanzania, Kenia, Afganistán, Pakistán y otros lugares.
Las guerras en Irak y Afganistán encabezadas por Estados Unidos para derrotar el terrorismo islámico y la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en Irak, se empantanaron en un empate estratégico de sumatoria cero, en el que a la larga salieron favorecidos los terroristas, que con armas de infantería ligera y los letales hombres-bomba, o el estallido de trampas explosivas, se multiplicaron en células yihadistas e incrementaron el reclutamiento de adeptos en los cinco continentes.
En el ámbito militar quedó para decantar en términos de doctrina de guerra contra-terrorista la ejecución de exitosas operaciones aeroterrestres, como la que condujo a la muerte de Osana Bin Laden, o la impactante eficiencia de los drones guiados por experetos en inteligencia electrónica y equipos de especialistas en inteligencia táctica. Es una guerra de nueva generación, que por las condiciones del problema se extenderá por varias décadas en los cuatro puntos cardinales del globo terráqueo.
El derroche de la riqueza financiera y económica dejada por Ronald Reagan, que inició a ser malgastada por Bill Clinton, encontró en George Bush y Barack Obama a dos mandatarios inferiores al reto de mantener a Estados Unidos en el tope de su otrora vertiginoso crecimiento económico.
Por razones politiqueras, demócratas y republicanos se trasladan las culpas de esta debacle, sin ir al fondo del asunto. Por eso con un discurso agresivo, Donald Trump capta adeptos frente a una candidata que lo cuestiona por las salidas en falso del magnate, pero que para desgracia de Estados Unidos y de tantos países interdependientes de la gran potencia, tampoco es la persona adecuada para llegar a la Casa Blanca. La crisis de liderazgo mundial, también es evidente en Estados Unidos.
De ñapa, el crecimiento geométrico y matemático del terrorismo internacional, distribuido por el mundo pero con epicentro en el Medio Oriente, exacerbó la guerra fría entre Arabia Saudita (sunita) e Irán (chiita), la cual se materializó en el envío de tropas y recursos de todo orden para oxigenar las guerras civiles en Siria y Yemen; el dudoso acuerdo de suspensión del proyecto nuclear iraní, el incremento de la relaciones clandestinas de Arabia Saudita con Pakistán para islamizar el Asia Meridional y parte del Asia Central, con el gravísimo riesgo de la posesión de armas nucleares en Pakistán e India, cuyos gobernantes promueven un odio irreconciliable mutuo.
Por su parte Rusia con obvios intereses geopolíticos no solo en esa región sino en todo el mundo, aprovechó la circunstancial guerra contra la dictadura de Bashar Al Assad en Siria, para entrar en el conflicto y con el imán de su poderío militar atrajo a Turquía que pretende por partida múltiple sacar ventajas de la guerra civil siria, consolidarse como el líder musulmán del Medio Oriente, ser potencia y catalizador frente a Occidente, y eliminar a sangre y fuego a los independentistas kurdos.
El problema se agrava para Turquía y para el resto del planeta, debido a la mentalidad dictatorial de su presidente Erdogan, el descontento de un amplio sector militar turco con su gobierno, la presencia de ISIS en su territorio, la presión de Estados Unidos y Europa para que combata con mayor eficiencia toda la infraestructura terrorista de ISIS, y la necesidad de mantener buenas relaciones con Israel.
En síntesis, a la previsible dinámica y marejada de cambios geopolíticos deducibles y esperados luego de la caída del Muro de Berlín se añadió con fuerza arrolladora, el incremento del terrorismo islámico en el mundo, que como ya se dijo, podría ser la chispa que desate una conflagración mayor, en un mundo en el que no hay líderes con estatura similar a la de Churchill, Roosevelt o De Gaulle, pero si hay condiciones mucho más tensas que las que originaron la Segunda Guerra Mundial.
Esa es la más clara herencia que dejaron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, al coincidir con los cambios permanentes del orden mundial.
Coronel Luis Alberto Villamarin Pulido
Especialista en Geopolítica y Defensa Nacional
El coronel Luis Alberto Villamarín Pulido es analista de asuntos estratégicos, invitado permanente por la cadena de televisión CNN en español, autor de 31 libros acerca de los conflictos internacionales, la geopolítica, la seguridad y la defensa nacional, cinco de ellos relacionados con el terrorismo islámico titulados Martes de Horror, Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe e Isis-Estado Islámico. Además tiene en preparación la obra titulada Geopolítica del Terror.
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