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ISBN: 9781987014495
La huella que Rommel trazó en la historia con su espada se ve realzada ahora por el vigor expresivo de su pluma. Jamás jefe militar alguno ha escrito un relato de sus campañas capaz de compararse al de Rommel en realismo, interés humano y valor documental. Ocultos en diversos lugares y recuperados posteriormente, la mayor parte de los documentos que forman sus memorias aparecen reunidos en el presente volumen.
El mariscal ofrece, con estilo inimitable, un cuadro gráfico de sus operaciones y métodos de mando. Ningún otro ha conseguido describir como él el dinamismo de la Blitzkrieg y el avance incontenible de las fuerzas acorazadas. La sensación de movimiento y de vigor resulta electrizante en multitud de pasajes. Rommel parece llevar consigo al lector en su coche de mando.
Los grandes comandantes suelen ser pésimos escritores. Además de carecer de la habilidad necesaria para explicar sus actos, tienden a mostrarse obscuros acerca de sus reacciones internas, y al relatar lo que hicieron, apenas si nos hablan de su período de gestación. Napoleón fue excepcional en este aspecto, pero la brillantez de sus relatos se ve empañada por una absoluta falta de escrúpulos y por su tendencia a falsearlo todo. Igual que César, no piensa sólo en el colorido de su prosa, sino también en los posibles efectos propagandísticos de aquélla.
Por el contrario, el estilo de Rommel es admirablemente objetivo, concreto y gráfico. Al redactar su diario experimentó, al igual que otros hombres famosos, el deseo de situarse claramente en una época determinada de la historia. Pero al tiempo que demuestra un deseo muy natural de justificación, se subordina siempre al candente interés de las lecciones militares, derivadas de sus campañas.
Todo cuanto dice puede soportar perfectamente el examen más minucioso y crítico. Es posible que se observen algunos errores de tipo puramente material, pero son siempre menores a los que existen en otros libros publicados cuando ya la contienda había finalizado y se disponía de multitud de datos. Alguna que otra interpretación parecerá, tal vez, extraña, pero no se podrá reprochar a Rommel ni un solo error intencionado en beneficio de su crédito personal o del prestigio de su patria, como con tanta frecuencia suele ocurrir.
La claridad y pulcritud de su narración resultan aún más asombrosas si se tienen en cuenta las variadas impresiones que el Mariscal debió experimentar en el transcurso de las veloces batallas de tanques, especialmente en el desierto. La diafanidad del relato se debe en gran parte a la manera de mandar de Rommel, a su costumbre de marchar siempre en vanguardia y a su propósito de situarse en el lugar preciso en el momento crucial de la batalla. Asimismo debe tenerse en cuenta su prolongado adiestramiento en la observación del adversario, que le hacía distinguir en un segundo los detalles esenciales, y a su habilidad para sopesar cualquier posible consecuencia derivada de aquellos. Su pasión por las fotografías muestra bien a las claras una peculiaridad de su carácter, similar a la de Lawrence de Arabia, durante la Primera Guerra Mundial.
Existían semejanzas notables entre ambos famosos jefes, maestros de la guerra en el desierto, aunque difirieran en otros aspectos temperamentales, perceptivos e incluso filosóficos. Ambos poseían un acusado sentido de la medida, un fino instinto para la sorpresa, un soberbio golpe de vista al escoger el terreno, flexibilidad, energía y unas ideas muy personales acerca del arte de mandar.
Otro factor que contribuye a unirlos es el de haber sabido aplicar determinadas novedades a la guerra en el desierto. Lawrence, famoso por su sabia utilización de los camellos, fue el primero en percibir que la velocidad resulta elemento esencial en tales territorios, demostrándolo, aunque en sentido puramente embrionario, al poner en juego unos cuantos automóviles blindados y aviones. La utilización de medios acorazados como los que mandaba Rommel hubieran hecho las delicias de Lawrence, gran conocedor del arte militar y amigo de cuanto significara renovar los viejos sistemas.
Rommel sentía asimismo la necesidad de expresarse sobre el papel tanto como en la acción. Ello se hizo evidente mucho antes de que su fama de gran jefe se extendiera por el mundo, gracias a sus tratados de táctica, de extraordinario mérito, inspirados en sus experiencias de la Primera Guerra Mundial, en la que tomó parte como joven oficial de infantería. La mayoría de los libros de táctica que se emplean en las escuelas militares son volúmenes tristes y de una pesadez plúmbea.
Los suyos, en cambio, se distinguen por la gran vivacidad que alienta en ellos. Las características de la guerra actual y el papel que imaginaba desempeñaría en ella le dieron mayor aliento en su tarea y supo aprovechar todas las circunstancias favorables para llevarla a cabo. Era escritor nato, del mismo modo que soldado por vocación. El mismo espíritu de espontaneidad y de eficacia domina sus diseños, efectuados con lápiz negro y de colores, de las operaciones que imaginaba o planeaba.
A través de la guerra mantuvo constantemente en proyecto la redacción de un libro en el que relatara todas sus experiencias bélicas, y de acuerdo con dicha idea tomaba notas sin descanso..., notas que ampliaba a pequeños comentarios, siempre que tenía tiempo para ello.
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