Como dijo un alto funcionario del ministerio de Defensa israelí: “A Israel no le quedaba otra opción que responder” al sorpresivo e inusitado ataque con drones yemení del viernes 18 de julio, cuando de manera inexplicable se vulneró la poderosa cúpula de hierro antiaérea y el artefacto no tripulado, enviado por miembros de la milicia huthí de Yemen financiada por Irán, explotó en una zona residencial de Tel Aviv, causando daños letales a varios civiles.
24 horas después de la audaz incursión táctica con drones yemeníes, las Fuerzas de Defensa Israelíes atacaron con precisión, contundencia y precisión, el puerto marítimo más estratégico del occidente de Yemen, destruyendo parte de la infraestructura portuaria, petrolera y energética, aumentando la crisis económica en que ha estado el país, sumido en guerra civil auspiciada por chiitas proiraníes y sunitas pro sauditas.
De inmediato la dirigencia huthí impulsada por Irán, aseguró que continuarán los ataques terroristas contra embarcaciones comerciales occidentales, que transiten por el Mar Rojo hacia Israel. Entretanto, la teocracia iraní guardó silencio, pues sin lugar a dudas fue un inesperado golpe retaliatorio israelí contra el más importante puerto marítimo, de altísimo valor estratégico para los planes geopolíticos expansivos de Teherán, que por extensión se integran a los intereses geopolíticos de China y Rusia.
Aunque para Israel ya estaba abierto, el frente externo de guerra contra las milicias proiraníes huthís, al sur de su territorio en el Mar Rojo, la primera incursión aerotáctica israelí a mas de 2000 kilómetros de distancia, representa otra clara respuesta a Irán, y por desgracia aumenta la temperatura al ya caldeado ambiente político y de seguridad.
Complica más el asunto, que el ataque israelí contra los chiitas yemeníes ocurre en medio de la complejidad geopolítica, humanitaria y de seguridad en la Franja de Gaza, el aumento desmesurado de las agresiones mutuas palestino-israelíes en Cisjordania, la creciente agresión de Hizbolá desde el vecindario al norte de Israel, las exitosas y quirúrgicas operaciones aerotácticas israelíes contra cabecillas de milicias proiraníes en Siria y Líbano, las informaciones sin confirmar de víctimas, las tensiones con Egipto por los túneles que opera Hamas en Rafah, la debilidad de Biden frente a Trump en campaña electoral, etc.
Panorama de incertidumbre, reto para la diplomacia, consolidación geopolítica de problemas preexistentes sin resolver, y avisos claros de que la guerra en Gaza no terminará con acuerdos firmados de buenas a primeras como pretenden Biden y sus socios, ni destruyendo a todo Gaza como intenta Netanyahu, ni ponisindo a China y Rusia al timón de la geopolítica del Medio Oriente como pretenden Xi Jingpin y Putin.
Quizás la solución sea la ya cacareada de larga data, de dos estados, cimentados en el respeto mutuo, la garantía de seguridad recíproca y el desarme ideológico-religioso, que promueve la destrucción total del adversario, pero es obvio que del dicho al hecho hay mucho trecho.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Especialista y autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional