Sangriento ataque yihadista perpetrado por Isis-K, en el City Hall de Crocus en Moscú, nefasta cristalización de crónicas de una tragedia anunciada, por extremistas islámicos, e inteligencia occidental.
Igualmente, renovada actividad depredadora del salafismo sunita en Asia Central, el bajo Cáucaso, el África y el Medio Oriente, así como nefasta confirmación de que tarde o temprano, quien la hace la paga, e infortunadamente mediante acciones violatorias del derecho internacional contrarias a la paz mundial, Putin ha propiciado por acción u omisión, que tan lamentables eventos sucedan.
Desde el inicio de su meteórico ascenso al poder a comienzos del siglo XXI, con la connivencia de China, Irán y ahora de Corea del Norte, Vladimir Putin ha acumulado una serie de acciones agresivas contra Occidente, los musulmanes, los países africanos, mediante acciones propias de la doctrina soviética de la guerra fría, combinando sabotaje, espionaje, intervenciones armadas, subversiones internas, golpes de Estado, promoción de narcoterrorismo, padrinazgo de mafias paraestatales rusas dedicadas, guerra cibernética, etc.
La ambición imperialista de Putin es patética. Está autoconvencido, que por partida doble, él encarna a zares y bolcheviques, predestinado entonces, a reconstruir el sueño de la Gran Rusia dominando todo Europa y parte de Asia, o dicho de otra forma el retorno a los fallidos planes geopolíticos expansivos de la oscura nomenclatura soviética.
Para ello Putin y su séquito de aduladores, tan sanguinarios y fríos como él, para asesinar a quien sea o intervenir con acciones subversivas donde sea, pusieron el punto más alto de sus obsesiones expansionistas sin límites, con la invasión a Ucrania en febrero de 2022.
En dos años y dos meses de demoledora incursión ilegal rusa a su vecindario, el mundo ha sido testigo de crímenes de guerra en Bucha, Mariupol, Kherson y otras ciudades, cometidos por las fuerzas del Kremlin, iguales o peores a los cometidos por los nazis durante la segunda guerra mundial.
Además de ataques inmisericordes con artillería y drones contra civiles ucranianos, pugnas internas por poder, materializadas en el premeditado y no aclarado asesinato del mercenario Prigodzhin luego de una escandalosa revuelta que puso en tela de juicio la idoneidad del alto mando militar ruso.
Se suman, asesinatos sistemáticos de disidentes a la política interior de Putin, amenazas de uso de armas nucleares, incumplimiento de sanciones internacionales, comercio ilegal de armas con Corea del Norte e Irán, venta de petróleo ruso en el mercado negro internacional, lavado de activos, truculento apoyo a dictaduras y sátrapas de otras regiones, incursiones con delincuentes sin escrúpulos en ricas naciones tercermundistas, sabotajes estratégicos a potencias occidentales, y la mucho más.
Por lo visto, Putin encara múltiples frentes de batalla, comenzando por los internos que cada día crecen más. El primero: la descarada eliminación Navlany, aumenta progresivamente el ímpetu de la oposición. El segundo: fuerzas rebeldes de nacionalidad rusas aliadas con Ucrania, que a diario atacan cuarteles rusos e infraestructura económica de alto valor dentro del territorio ruso y en las zonas ocupadas por el Kremlin en Ucrania.
El tercero: la cada día mas tensa situación prebélica con la OTAN, pues ni el lenguaje de lado y lado, ni las tensiones geopolíticas en otros escenarios de alta importancia para las superpotencias, ayudan a encontrar soluciones que alejen de la dinámica internacional, la eventualidad de escalamientos mayores de las contiendas existentes o de algunas potenciales.
El cuarto, inició el 22 de marzo de 2024, con la violenta reaparición de extremistas islámicos en Moscú. Algo que se sabía de antemano ocurriría, por varias razones acumuladas como olla de presión sin desfogue:
La conducta atroz de Putin contra los chechenos musulmanes está en la por siempre vengativa mentalidad de musulmanes sunitas extremistas en nombre de Alá, el salafismo y el profeta. Y por desgracia, lo sucedido el concierto en el teatro del City Hall de Crocus en Moscú, es el comienzo, pues para los imames extremistas, la única opción de reivindicar tales agresiones, se materializa con la eliminación total del adversario ideológico, político, religioso e infiel, contrario al Corán y el profeta.
Mucho menos olvidan los musulmanes extremistas, que Putin ha depredado a Siria y que sus fuerzas aéreas han asesinado a miles de musulmanes en su propia patria, pero que además los mercenarios del grupo Wagner y los servicios de inteligencia del Kremlin, han asesinado a miles de musulmanes en el África apoyando dictadores y sátrapas locales, que para sostenerse en el poder recurren a delincuentes rusos sin escrúpulos, que sin piedad matan seres humanos en el continente olvidado.
Como los musulmanes extremistas tienen memoria de elefante, siempre recuerdan que la antigua Unión Soviética a la que desde siempre se ha considerado que es la extensión geoestratégica de Rusia, invadió a Afganistán, asesinó a muchos musulmanes y fue causa de uno de los procesos de yihadismo y hermandad musulmana, más intensos de la historia moderna.
Ante las anteriores realidades, Putin ha recurrido al elemental artilugio propagandístico de minimizar el ataque yihadista de ISIS-K, de en el City Hall de Cocus, atando el lamentable suceso con operaciones secretas de Ucrania, lo cual podría aducirse que podría haber ocurrido por conveniencia, pero que de paso permitiría a Putin arreciar la ya sostenida criminal oleada de ataques contra el pueblo ucraniano.
Sin embargo, en el fondo dicha opción no resuelve el problema, porque sea cierto o no, que los yihadistas contaron con apoyo o la connivencia de Kiev para cometer el sangriento atentado en los suburbios de Moscú, lo obvio es que cometerán otros similares, y que los crueles servicios de inteligencia de Putin desharán oleadas de terror contra comunidades musulmanas en los países de su esfera, lo cual redundará en renovadas acciones terroristas islámicas.
En términos sencillos, en el concierto de Crocus comenzó otra guerra para Putin, y la experiencia enseña, que ninguna fuerza militar puede sobreextender su dispositivo táctico o estratégico, en tantos escenarios a la vez, sin multiplicar el número de fracasos y desaciertos operacionales.
A ese ritmo de acontecimientos, todos los enemigos de Putin están activos y todos son conscientes de que en el centro de la agresión está la personalidad obsesiva, autócrata y despiadada de Putin, quien no escatima acciones inescrupulosas para llegar a sus objetivos.
Conscientes todos sus adversarios de que el extenso aparato de seguridad, propaganda y represalias que rodea a Putin, es difícil de erradicar confrontándolo directamente, lo obvio, lo elemental y lo consecuente para ellos, sería ir a la fuente de la agresión urdiendo un complot para deshacerse de Putin por medio de un magnicidio.
Eso lo saben perfectamente Putin, sus asesores de seguridad inmediatos y obviamente los jefes de las fuerzas adversarias. La guerra de Ucrania, la expansión delincuencial de los brazos secretos de expansión ilegal de la política exterior rusa, las relaciones con mafias dedicadas a delinquir sin cortapisas y con respaldo estatal ruso, están haciendo metástasis para la continuidad de Putin. Y eso, también lo sabe perfectamente él.
He ahí el eslabón más débil de la cadena de la paz mundial. Sin salida, en riesgo de ser eliminado por cualquiera de los múltiples enemigos activos, Putin podría aducir mediante una operación de falsa bandera, que utiliza armas de destrucción masiva contra sus adversarios para desbaratar un plan subversivo para hacerle daño a él, y por extensión debido a su habilidosa propaganda, hacer daño a Rusia.
Los musulmanes extremistas seguirán atacando en Rusia, Putin seguirá reprimiendo a sus enemigos, y estos cada vez se verán mas forzados a aliarse con impredecibles consecuencias.
Por mucho menos comenzaron dos guerras mundiales en el siglo XX.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Consultor internacional, autor de 40 libros de geopolítica estrategia y defensa nacional