La convulsión geopolítica, estratégica, diplomática y de seguridad en torno a la paz mundial, está en un alto punto de ebullición.
Luego de la por ahora airosa maniobra estratégica de Xi Jinping para conminar a que reinicien relaciones diplomáticas los archirrivales religiosos y geopolíticos Arabia Saudita e Irán, con el evidente golpe bajo a la política exterior de Estados Unidos, que pierde influencia en el Medio Oriente, el autócrata chino inicia otra habilidosa maniobra de engaño, contra la OTAN y Estados Unidos en particular, al proponer la paz en Ucrania y al mismo tiempo visitar a Putin para legitimar la invasión u “operación militar especial del Kremlin”.
La respuesta de altos funcionarios de Estados Unidos fue clara y contundente respecto al manipulador anuncio pacifista de Xi Jinping. Bien es sabido que siempre que un comunista habla de paz, tiene la intención de legitimar agresiones preexistentes enmascaradas con la necesidad de diálogos, y desde luego, sacar ventajas cualitativas y cuantitativas para sus intereses estratégicos.
No es un secreto que el actual objetivo superior de China es celebrar en 2049 el primer centenario de la victoria de la revolución maoísta, siendo la primera potencia mundial de comercio, tecnología y expansión geopolítica en todos los mares y continentes del planeta.
Para alcanzar tan ambicioso objetivo, China necesita desplegar la diplomacia de la paz en el mundo, mientras sus empresas y agentes de inteligencia roban información estratégica a Occidente, reclutan espías, promueven insurrecciones y desestabilizaciones internas, compran conciencias de dirigentes corruptos para apoderarse de valiosos activos estratégicos y se infiltra en la vida política, económica y social de Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y parte de África.
En ese entorno, están en la mira hacer parte de quienes tienen influencia en las decisiones más trascendentales de Europa, la privilegiada posición geoestratégica de Ucrania, la riqueza natural de Rusia y la enorme despensa de recursos naturales en Asia Central, el Cáucaso y el Medio Oriente.
Naturalmente los estrategas geopolíticos chinos saben que Estados Unidos es el principal escollo y el gran obstáculo que les impide concretar sus avezados objetivos. Por esta razón, desarrollan una estrategia integral de guerra comercial, guerra sicológica, guerra de inteligencia y constantes provocaciones contra el coloso norteamericano y sus aliados en el mundo.
Como históricamente ha sido característico de los regímenes comunistas, sus palabras predilectas son diálogo y paz, al mismo tiempo que en el campo operativo, hacen la guerra por medio de la combinación de todas las formas de lucha.
En este caso la conducta de China no es excepción sino refuerzo de tal regla. Para el efecto, por medio de la brutal dictadura norcoreana, semanalmente China amenaza a Estados Unidos y sus sensibles aliados en el Pacífico, con lanzamientos progresivos de misiles balísticos, actúa con doble moral frente a la invasión rusa a Ucrania sin condenar la barbarie de Moscú ni cuestionar la invasión y pretendida expoliación de la península de Crimea,
O se acerca a los regímenes corruptos de Latinoamérica y Africa, donde multiplica su expansión geopolítica, transa con todo quien sea antioccidental, vende calculados mensajes de propaganda autovictimizante entre sus pobladores, demuestra apetito voraz por Hong Kong y Taiwán, invierte millones de dólares en Europa, legitima todas las acciones de los dictadores que por naturaleza le son afines, y desata preplaneados programas de guerra política contra Estados Unidos, argumentando ser el país abanderado de la paz.
Aunque aún no se conoce si Xi Jinping también visitará a Zelensky, lo más obvio de esperar de la reunión con Putin, es la ratificación de la “ilimitada alianza mutua” ruso-china firmada de manera calculada en febrero de 2022 en Pekín entre los dos mandatarios autócratas.
En ese orden de ideas, si Xi Jinping también va a Ucrania, lo hará para vender humo de la paz que se le antoja a China, es decir la paz que busca Putin, en la que ganen los dos gobiernos autoritarios y pierdan Estados Unidos y sus aliados.
Obviamente, detrás de la agenda pública de la paz y el humo engañoso de la misma, Putin y Xi Jinping hablaron de su interés mutuo y de las acciones venideras, tales como el necesario apoyo de armas y municiones desde China y Norcorea, la necesidad de proteger a Irán de cualquier acción estadounidense o israelí, de las nuevas maniobras estratégicas contra Estados Unidos, de la potencialidad del inicio de la tercera guerra mundial, y de la continuación de pactos y programas secretos en torno a la desestabilización occidental.
En síntesis, durante la cumbre Putin-Xi Jinping que será la reunión número 40 entre los dos mandatarios desde 2012, hay mucho más en juego para la paz del mundo, que una engañosa y manipuladora oferta de paz, rechazada de plano por Ucrania, Estados Unidos y Europa.
Reto enorme para los afectados y para el infatigable secretario de Estado Anthony Blinken, sobre cuyas actuaciones venideras estarán puestos los ojos del mundo. El tiempo lo demostrará que después de la tan anunciada reunión en Moscú por parte de dos gobernantes autoritarios formados en la doctrina de la mentira, el engaño y las estratagemas que enseñan los manuales comunistas.
Sin duda, el mundo experimentara mayores tensiones geopolíticas después de este encuentro, que no busca ninguna paz en Ucrania, sino la legitimación de una acción usurpadora de Putin, para ver la posibilidad de aplicarla en Taiwán, mientras al resto de los mortales se nos vende la falsa idea de la buena voluntad conciliadora de Pekín.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica