Pocos días antes de celebrarse el 20º congreso nacional del Partido Comunista Chino en octubre de 2022, con el fin de bloquear el acceso de China a semiconductores avanzados que se requieren para el funcionamiento de implementos de uso comercial, industrial y militar, la Casa Blanca impuso amplios y oportunos controles a la exportación de productos tecnológicos estadounidenses hacia Pekín.
El desafío se materializa en la respuesta china a la truculencia estadounidense, opuesta a los intereses de Xi Jin Ping. El congreso del Partido Comunista Chino, enfocado con base en el interés nacional, priorizó la seguridad sobre la economía y se centró en amenazas inminentes, verbigracia cambio estructural en la geopolítica china, guerra tecnológica contra Occidente y pandemia duradera.
Además de recibir aprobación para ejercer el tercer mandato como máximo líder del país, durante su discurso ante el congreso del partido, Xi Jinping mencionó 40 veces la palabra “tecnología”, prometió “ganar la batalla en las tecnologías centrales clave” y enfatizó la necesidad de innovación y la autonomía tecnológica.
Desde hace varias décadas, China ha estado trabajando para igualar a Estados Unidos en tecnologías avanzadas. Para el efecto, Pekín estructuró desde 2015 el ambicioso programa Hecho in China 2025 para reenfocar sus industrias encaminadas a competir en automatización, microchips y automóviles sin conductor.
Debido a la competencia y la “guerra de chips” contra Estados Unidos surgió el esquema del tecnonacionalismo en China. Las sanciones del presidente Donald Trump a las corporaciones tecnológicas chinas como Huawei impulsaron la primera ola de tecnonacionalismo dentro de su país. Los controles a las exportaciones estadounidenses ordenados por el presidente Biden y la adición de otras empresas chinas a una lista de entidades sancionadas, han incidido en la decisión china de cerrar la brecha en su destreza tecnológica frente a lo desarrollado hasta ahora por Estados Unidos.
Y por primera vez en la historia china posterior a la revolución de Mao Tse Tung, el vigésimo congreso del Partido Comunista China agregó a sus prioridades la categoría “ke jiao xing guo”, que significa generar un gran poder de desarrollo, respaldado por la tecnología, la ciencia y la educación. Entonces, la ciencia y la tecnología están ahora en el centro del desarrollo de China, por lo tanto, la autosuficiencia se ha convertido en un imperativo nacional.
Un día después de iniciados los controles dispuestos por la administración Biden, el gobierno local de Shenzhen, principal centro tecnológico de China, elaboró un ambicioso plan para acelerar los avances de la industria de semiconductores, mediante una gama de detallados incentivos financieros, políticas fiscales preferenciales, subsidios para investigación y desarrollo y programas de fortalecimiento del talento humano para empresas en todo el sistema productivo.
El fuerte golpe asestado a muchas empresas de semiconductores, tales como los diseñadores de chips, las gigantescas fábricas de chips y las fundiciones, podría extenderse a otras industrias que dependen de chips avanzados, incluidos vehículos autónomos y la inteligencia artificial.
El 30% de los ingresos de las empresas estadounidenses de semiconductores, proviene de las ventas de chips a China, por valor superior a 400 mil millones de dólares en 2021. Ahora, China dependerá de los productores nacionales de chips, que se espera que satisfagan alrededor del 70% de la demanda de su mercado para el año 2025.
Para enfrentar este desafío, China está recurre a la forma más fuerte de tecnonacionalismo, denominada el juguo tizhi, o enfoque de “toda la nación”, mediante el cual todos los recursos nacionales se movilizan para lograr un objetivo estratégico. Ya China la utilizó en el pasado para conseguir medallas de oro olímpicas, y ahora está diseñado para mejorar tecnologías básicas, tales como la información cuántica y la biotecnología.
Sin esperar retornos inmediatos, actualmente China apuesta en grande. Para el efecto, ha fluido un torrente de recursos hacia los sectores de vanguardia. Entre 2009 y 2011, China invirtió casi 11 mil millones en computación cuántica, mientras que Estados Unidos invirtió 3 mil millones. En ese orden de ideas, el Gran Fondo liderado por el gobierno chino ha canalizado a la industria de chips semiconductores, alrededor de 137 mil millones de dólares, provenientes de financiamiento público y privado.
Inclusive, el banco central chino ha desembolsado préstamos especiales a bajo interés por casi 30.000 millones de dólares, para financiar empresas de alta tecnología. Así, cientos de laboratorios nacionales, que realizan investigaciones más avanzadas, están impulsando la investigación básica. Como es obvio suponer, vendrán más en medio de una guerra tecnológica.
La pregunta es si el enfoque dirigido por el estado de China, que funcionó muy bien para su industrialización ¿resultaría igualmente efectivo para su innovación? El Estado puede implementar infraestructura y coordinar cadenas de suministro, pero ¿puede elegir o asegurar que tendrá ganadores en tecnología?
Hasta ahora, el enfoque estatal chino sobre innovación tecnológica ha resultado exitoso pero también muy costoso. En algunas áreas tecnológicas, ahora China marcha codo a codo con Estados Unidos y en otras es líder.
Semiconductor Manufacturing International Corporation, el mayor fabricante de chips de China, comenzó a enviar chips de siete nanómetros a pesar de las sanciones estadounidenses. Mientras tanto, Yangtze Memory Technologies Corporation, el productor de chips de memoria de propiedad estatal, estaba en camino de suministrar piezas para ser utilizadas en los iPhone de Apple antes del embargo. Ambos se beneficiaron de miles de millones de dólares de financiación y apoyo estatal de Pekín.
El último plan del ministerio de ciencia y tecnología china, anunciado en septiembre de 2022, es dar al sistema juguo un nuevo giro. Un enfoque medido e inteligente que aprovecha el poder del sector privado y los mecanismos del mercado. Si bien el Estado chino seguirá movilizando ingentes cantidades de fondos para hacer inversiones, complejas e inciertas a largo plazo, se dejará que el mercado y las empresas determinen qué tecnologías se fabrican, cómo se fabrican y hacia dónde fluyen los recursos.
Los gobiernos provinciales, como es el caso de Shenzhen, se aseguran de que ninguna barrera sea demasiado grande para los emprendedores prometedores. Entonces, presionan a los reguladores para que aceleren el ingreso al mercado bursátil en la bolsa oficial, la financiación estatal e inclusive, la consecución de empleos para sus cónyuges.
Pero establecer límites a su participación, como topes en los montos de capital que pueden tomar o el alcance del subsidio financiero, tiene como objetivo reducir el desperdicio, la corrupción y las superposiciones de los privados sobre el Estado.
Detrás del dominio de tecnologías críticas están los mercados, el dinero y el talento chinos. Los mercados están listos para recibir un gran impulso de innovación. La razón: Los consumidores son más sofisticados y exigen mayor calidad en los productos. En ese entorno, solamente las empresas con mejores tecnologías pueden ganar.
La maduración económica china, significa que los recursos financieros fluirán hacia áreas más inciertas con mayores rendimientos. No es casualidad que el año pasado los ingresos internos en la industria de semiconductores de China superaron los 157 mil millones, gracias a que poseen 19 de las 20 empresas de semiconductores de más rápido crecimiento a nivel mundial.
En contraste con esos logros, el talento y la investigación básica siguen siendo los puntos débiles de China. La Asociación de la Industria de Semiconductores de China estimó que habrá una brecha de 300.000 expertos en la industria para 2025.
En 2021, la industria china que experimentó mayor aumento en los salarios fue la de los semiconductores. Pero, la investigación básica, la base de las tecnologías de punta, aún está notablemente rezagada. Por lo tanto, el régimen dictatorial de China está aumentando rápidamente el presupuesto estatal para robustecer la ciencia.
Y aunque el sistema juguo aprovecha la influencia en el poder público y privado como ningún otro Estado en el mundo, por lo general es más efectivo cuando los costos no son una preocupación. Podría ser primordial para los programas espaciales, y tal vez útil, para construir equipos complejos y a gran escala.
Eso podría evitar que China quede totalmente incapacitada cuando se separe de las tecnologías internacionales, pero al mismo tiempo, el juguo no es tan útil para fabricar chips avanzados para productos de consumo final, donde la competitividad de costos y el volumen son vitales.
Según algunos analistas de la actual realidad tecnológica china, en estas áreas, el régimen de Xi Jin Ping puede estar 10 años o más por debajo de los niveles alcanzados por Estados Unidos. El tecnonacionalismo chino puede acelerar la tasa de convergencia, pero es poco probable que acorte la distancia frente a un tren que va en movimiento rápido. La razón: Las tecnologías centrales toman tiempo para desarrollarse. Requieren años de aprendizaje y muchos conocimientos acumulados.
El lema chino tiene de "tomar el control en la curva", significa superar escollos en áreas donde otros no tienen una ventaja latente. Los alemanes sobresalen en la fabricación de automóviles tradicionales, pero China ha impulsado el desarrollo de vehículos eléctricos, energías renovables y nuevos materiales.
Al mismo tiempo, el gobierno de Xi Jin Ping está apostando por nuevas direcciones para los semiconductores. Las técnicas avanzadas de empaquetado hacen que los chips con nodos de procesamiento de gama baja funcionen como los de gama alta. Además, los materiales para fabricar chips, como es el caso del silicio pueden cambiarse por otros de nueva generación.
El plan quinquenal del Partido Comunista Chino gira en torno al fortalecimiento de la fabricación y la calidad. De acuerdo con este proyecto, los líderes chinos no creen que una economía orientada hacia los servicios y la financiación al estilo estadounidense, pueda garantizar la fortaleza y la seguridad nacional.
En esencia, China quiere convertirse en una Alemania más grande e inteligente, con capacidad industrial, aprovechando la inteligencia artificial, las comunicaciones de próxima generación y la robótica.
China ahora está poniendo a prueba su sistema juguo. No es solo una carrera por la supremacía tecnológica, sino también la competencia final entre dos sistemas políticos, económicos, sociales y culturales, radicalmente diferentes y en muchos aspectos antagónicos.
Con base en los inventarios físicos, tecnológicos y de talento humano, en el peor de los escenarios que se desatara la tercera guerra mundial, China y Rusia sería superados tecnológicamente por Estados Unidos en la calidad, precisión y cantidad de armas ultra modernas.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional