Caída de Kabul es el suceso geopolítico del siglo XXI

Publicado: 2021-08-16   Clicks: 1489

     Geopolítica del Terrorismo IslámicoDespués de los audaces ataques terroristas de la red yihadista de Al Qaeda contra el World Trade center y el Pentágono de Estados Unidos el fatídico 11 de septiembre de 2001, ―causa y razón del ingreso de tropas estadounidenses a Afganistán― la rápida caída de la ciudad de Kabul en manos de los talibán, cuando aún los funcionarios del servicio exterior de la Casa Blanca no habían salido del caótico país de Asia Central, es el evento geopolítico más importante del siglo XXI.

      La privilegiada posición geoestratégica de Afganistán, sus recursos minerales, y su relación con el terrorismo islámico, considerado de lejos la otra pandemia de la presente centuria, ponen este suceso en el centro de los problemas geopolíticos venideros para todo el planeta.

       Las razones para que esto sea así, se entrecruzan con la cantidad de intereses geopolíticos mundiales, regionales y locales que se acumulan en Afganistán.

        La sorpresiva huida del presidente afgano Ashraf Ghani hacia Uzbekistán y la inmediata caída de la ciudad de Kabul, parecerían indicar que la mano invisible china estuvo detrás de esta rendición incruenta, para negociar directamente con los extremistas religiosos la explotación de recursos minerales estratégicos, y la apertura de vías hacia Irán y el Océano Índico.

       Todo esto para evitar los controles militares de su insuperable adversario de Nueva Delhi y minimizar obvias incursiones yihadistas en la martirizada zona de los uigures, donde el régimen dictatorial de Pekín ha aplicado la mano dura contra las comunidades musulmanas. Podría ser una maniobra diplomática china de guerra sicológica y de auto defensa.

        Pero ese es apenas uno de los tantos intereses que se tejen sobre Afganistán.

       Por su parte Rusia, país que ha vendido miles de armas a los yihadistas por medio de mercados negros, también tiene intereses sobre Afganistán y los demás Estados del Asia Central, con miras a recuperar la frondosa expansión de la extinta Unión Soviética en Kirguistán, Uzbekistán, Kazakistán y la proyección hacia El Caucaso, el Asia menor y el Mediterráneo.

        Desde su óptica, el vecino gobierno de Pakistán ansioso de erradicar a como de lugar la creciente fortaleza de India, se alió ya con China para construir algunas megaobras que favorecen la salida de Pekín hacia el Índico por la región de Baluchistán hasta llegar al puerto de Gwadar. Eso, ya es un dolor de cabeza para Estados Unidos, India, Gran Bretaña, y la seguridad estratégica de Medio Oriente y el Golfo Pérsico.

       A las alianzas geopolíticas de Islamabad con Pekín se agrega la marcada influencia de sectores radicales extremistas protalibán y proyihadistas, asentados en importantes sectores políticos, sociales, económicos y militares de Pakistán, para quienes Isis, Al Qaeda y los talibán son sus alfiles estratégicos y los “salvadores de la especie humana” llevada a la universal Umma, que gobernará al mundo con una sola línea religiosa sunita salafista, entregada a las enseñanzas medievales del profeta.

         18 años de la Guerra contra el TerrorPor su parte Irán vecino de Afganistán tiene mucho interés en evitar que Arabia Saudita y los reinos sunitas fortalezcan un califato yihadista sunita al oriente de su territorio, porque esa situación sería una verdadera tenaza que impediría a Teherán, superar la asfixia económica a la que está sometido el régimen integrista chiita de los ayatolas, razón por la cual está en proceso de acuerdos bilaterales de inversión y desarrollo con China.

        Entre tanto, India teme que el asentamiento de un régimen extremista de orientación salafista en su vecindario, será nido de terroristas que continuarán actuando a favor de su odiado adversario pakistaní en Bangladesh, en la disputada región de Kashimir y en la contradictoria aliada Sri Lanka.

        Para Indonesia y las Filipinas crecen las evidencias lógicas que desde Afganistán se exportarán cientos de redes yihadistas, destinadas a causar terror, zozobra y desestabilización, lo cual puede ser aprovechado por China para seguir usurpando mar territorial de su vecindario.

        Para Arabia Saudita, que haya talibanes y extremistas en el gobierno de Kabul, es lo mejor que puede ayudar a la doble moral de amplios sectores de la aristocracia Saud, para decir que combaten el yihadismo, pero al mismo tiempo tienen aliados, entrenados en sus mezquitas y madrasas, como difusores y multiplicadores internacionales de la línea ultraconservadora wahabbista del Islam. Con el obvio crecimiento geohumano y la construcción de mezquitas por todo el planeta, financiadas con recursos petroleros saudíes.

        Para Qatar, será la oportunidad dorada para manipular a los compradores de su ingente riqueza gasífera, comportándose como los adolescentes rebeldes de las monarquías del Golfo que no hacen caso a lo que se diga desde Ryad, que permiten oficinas de Al Qaeda, que hablan con Hamás, con Isis, con Hizbolá, y con cuanto grupo extremista haya en la región.

       Para Turquía, el hecho de que se constituya un Estado musulmán teocrático y con connotación de califato, acumula riesgos de seguridad por obvias acciones yihadistas en su contra y por la pérdida del liderazgo que se quiere tener desde Ankara sobre el resto del entorno musulmán. Además porque un yihadismo activo, serviría de pretexto para las intenciones de Moscú, sobre las áreas de interés geopolítico turco en su vecindario, incluida la convulsa Siria.

       Para Australia, aumentan los riesgos de su seguridad nacional y de la exacerbación de la violencia antimusulmana que ya ha aflorado en algunas partes de ese continente.

        Para Israel, renace otro foco de preocupación por los nexos que puedan tener los talibán con Hamás y los hermanos muslmanes de Egipto, o los mártires de Al Aqsa en Gaza y la península del Sinái.

         Para Europa y Estados Unidos renace la latente posibilidad de los ataques suicidas espectaculares y dañinos contra los centros de poder, economía y gobierno del entorno Occidental.

        Y para Latinoamérica sigue latente la eterna amenaza de los yihadistas, que su lucha terminará cuando todo el planeta sea salafista, se someta a los credos medievales que ellos practican y no haya sino una sola religión extremista islámica, por ende, hay que sembrar el terror, el caos y la zozobra entre los “infieles” occidentales.

         Para África entera y los Balcanes, la ya experimentada realidad de los viajes de cientos de yihadistas a entrenarse en Afganistán como ya sucedió en vida de Osama Bin Laden y continúa sucediendo en los límites afganos con Pakistán, surge otro reto que debe ser coordinado con las potencias occidentales, que por extensión son presa de la misma amenaza.

         Para los carteles internacionales del narcotráfico es un nuevo reto, e implica una nueva dinámica negociar el tráfico de opio con el régimen criminal que impondrán los talibán contra su propio pueblo y con quienes se alíen para seguir cometiendo delitos en nombre de su sui generis califato.

         Para los señores de la guerra, dueños y señores de feudos importantes en cada una de las regiones afganas, sobrevendrán muchas dificultades que conducirán a choques violentos con el gobierno salafista de Kabul, y lo más obvio de dilucidar, que terminarán en guerra civil o anarquía regional de amplias proporciones.

         Como se infiere de las anteriores reflexiones, la caída de Kabul en poder de los talibán es un suceso de enorme trascendencia geopolítica, que exige una nueva dinámica de las agendas mundiales de seguridad, el probable regreso de la OTAN al Asia Central, limada de ásperas fricciones venideras en el Consejo de Seguridad de la ONU, y el impostergable aumento de las medidas de seguridad nacional en todos los países que puedan ser blanco de ataques yihadistas.

       Gran dolor de cabeza trajo al mundo la caída de Kabul, en plena pandemia, con las economías contraídas y múltiples tensiones geopolíticas entre diversos países con importantes intereses de posicionamiento regional y mundial…

         Por mucho menos comenzaron las dos grandes guerras del siglo XX.

         Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

         www.luisvillamarin.com

       Autor de 39 libros sobre estrategia, defensa nacional y geopolítica, siete de ellos relacionados con el terrorismo islámico

 

 

 

 

 

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