De la escisión en dos estados, Sudán pasó a la sanguinaria dictadura de Omar al Bashir, a la depredadora oleada de terror oficial en Darfour, a la crisis económica derivada de la pandemia del Covid-19, a la guerra civil que ya completa un mes, debido a las ilimitadas ambiciones de poder, de los dos generales que habían prometido transitar hacia la democracia.
En la medida que fracasan los esfuerzos de paz liderados por el gobierno de Estados Unidos, para como mínimo lograr un alto al fuego, es innegable que Sudán se aproxima vertiginosamente a escenarios de anarquía similares a los de su vecindario.
Infortunadamente los violentos combates que estallaron hace un mes en Jartum en la capital de Sudán, eran una tragedia anunciada que materializaría el punto más álgido de las tensiones entre líderes militares rivales y ambiciosos de gobeernar con poder totalitario.
Aunque la barbarie que se ha suscitado era previsible, los ataques armados de ambas facciones han conmocionado por el escalamiento y la ferocidad de la guerra civil, que hoy azota al tercer país más grande de África, pues ya han muerto más de 1.000 personas y cerca de un millón más han huido de sus hogares, dejando atrás todas sus pertenencias. Es aterrador el panorama.
Lo más grave: Pronto la situación podría empeorar.
Vistos los hechos a la luz de geopolítica y de la dinámica de las eternas guerras en el África, el panorama inmediato es sombrío.
Todos los escenarios posibles indicarían que ninguno de ellos terminaría bien. El reto más inmediato es quitar del pensamiento de las dos facciones en guerra —las fuerzas armadas de Sudán, dirigidas por el general Abdul Fattah al-Burhan, y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), dirigidas por el teniente general Mohamed Hamdan—que es posible lograr la victoria militar, sin importar el costo de la misma.
Al pedir apoyos por 3.000 millones de dólares materializados en ayuda de emergencia, la ONU afirmó que 25 millones de sudaneses, es decir más de la mitad de la población, requiere ayuda humanitaria.
En la práctica, el mayor peligro de la crítica evolución del conflicto en Sudán, es que haga metástasis de guerra civil en toda la dantesca dimensión, que destroce al país en pedazos y de paso, atraiga a potencias extranjeras que buscan respaldar a un ganador.
Predicciones más sombrías enfocan las negativas opciones venideras, arraigando en Sudán los funestos precedentes de la región, verbigracia el catastrófico colapso del estado sudanés, similar al acaecido en Somalia durante la década de 1990, o una caótica guerra entre facciones regionales impulsada por entrometidos en Libia desde 2011.
Para colmo de males, Sudán es un país gigante pero vulnerable, asentado en el corazón de una región volátil. Con casi 7.000 kilómetros lineales de fronteras terrestres con otras siete naciones africanas, que para empeorar el asunto, están lidiando con conflictos o sequías.
En contraste con la pobreza, la violencia, y la conflictividad étnica, Sudán tiene ricas reservas de oro, agua y petróleo, y domina una de las rutas marítimas más transitadas del mundo en el Mar Rojo, privilegio geoestratégico que por carecer de políticas claras de defensa nacional, lo convierte en un codiciado activo geopolítico, para los intereses de las potencias, mundiales y regionales. Cada quien a su estilo, está metiendo baza en el conflicto y sacando la brasa con mano ajena.
Pugnacidad entre militares, refleja intención de retorno al régimen dictatorial.
Transcurrido un mes de violentos choques, las fuerzas beligerantes parecerían estar igualadas en términos del poder relativo de combate. El ejército sudanés tiene el doble de tropas terrestres, aviones y helicópteros de combate y tanques. Mientras tanto, las FAR son un grupo más ágil y con experiencia en guerra irregular, que puede moverse con rapidez, utilizando camionetas y vehículos artillados con armas de infantería o artillería ligera.
El principal campo de batalla es la ciudad de Jartum. Considerando el escenario que los militares dominaran la ciudad, lo más probable es que serían aclamados por los residentes, quienes están enfurecidos por el saqueo y los abusos de las FAR, cuyos combatientes controlan gran parte del centro de la ciudad. Pero la victoria no sería fácil para las fuerzas oficiales.
Para derrotar a las FAR, el ejército estaría obligado a intensificar los ataques aéreos, que ya han arrasado gran parte del centro de Jartum, dejando al vencedor una ciudad devastada, con la economía contraída y una profunda crisis humanitaria. Pero además, podría necesitar ayuda de Egipto un aliado clave, que en contraste es una antigua potencia colonial de la región, vista con hostilidad y múltiples prevenciones por muchos sudaneses.
Para ganar de manera convincente, los militares tendrían que eliminar en combate o capturar al escurridizo general Hamdan y a su hermano, Abdul Rahim Dagalo. De lo contrario, las FAR podrían replegarse hacia su bastión ubicado en la región occidental de Darfur y desencadenar desde allí una nueva rebelión, cofinanciada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes.
Paradójicamente, ambas facciones afirman con vehemencia, querer un futuro democrático para Sudán. En la práctica, el ejército triunfante podría retroceder el sistema de gobierno sudanés, al estilo autoritario de Omar Hassan al-Bashir, el dictador derrocado por un levantamiento popular en 2019, tras permanecer tres décadas depredando a su pueblo.
Vista desde otro ángulo, una victoria militar, también podría facilitar el regreso de los islamistas, leales a la era de Bashir y afines a los conservadores religiosos que con asistencia de islamistas internacionales, han estado buscando una ruta de regreso al poder. Sería un terreno abonado para los extremistas hermanos musulmanes radicados en el vecino Egipto.
El triunfo de las FAR desataría un terremoto político en Sudán.
Durante los últimos años, el general Hamdan excomandante de las temidas milicias Janjaweed, ha buscado remodelar su imagen como defensor de los desposeídos, especialmente los grupos étnicos que habitan las regiones periféricas o Hinterland de Sudán, quienes durante mucho tiempo han sufrido discriminación, a manos de lo que él denomina la élite chauvinista de Jartum.
Pero aunque las FAR podrían reflejar la victoria de una revolución política necesaria, les costaría ganar amplio apoyo popular. La razón: los abusos cometidos por los milicianos durante la guerra tales como violaciones, robos, malos tratos, etc., han aumentado en Jartum y el norte de Sudán la hostilidad existente contra el grupo. De remate las unidades militares restantes, que no están dispuestas a aceptar el liderazgo del general Hamdan, seguirían luchando su propia guerra.
Y como si lo anterior fuera poco, la victoria de las FAR también podría inducir a que los países vecinos alarmados se incorporen a la guerra que no les es ajena.
Por ejemplo, el general Abdel Fattah el-Sisi, presidente de Egipto no ha ocultado su desdén por las FAR, grupo al que cataloga como inaceptables gobernantes de Sudán. Al oeste, Chad ha adoptado una postura pública más neutral, pero aún no se conocen sus verdaderas cartas, pues es sabido que los líderes de Chad también desconfían del general Hamdan y han expresado en privado, que si es necesario, intervendrían del lado del ejército de Sudán.
Naturalmente una eventual intervención militar egipcia en Sudán, podría complicar aún más la situación, en caso de que Etiopía que es su rival regional, resultara atraído a la guerra. No es ningún secreto, que durante años Egipto y Etiopía han estado en disputa de profundo calado geopolítico, por una gigantesca presa hidroeléctrica, que Etiopía está construyendo sobre el curso del río Nilo, cerca de su frontera con Sudán. Allí el reverbero ya está encendido a fuego lento, y solo se requiere más oxigeno para que se multiplique su capacidad incendiaria.
El otro actor geopolítico es Rusia, que se ha aliado con el general Hamdan, con la premeditada intención de obtener acceso naval para sus buques de guerra en Puerto Sudán sobre el Mar Rojo. De remate, una victoria de las FAR también podría constituir una buena noticia para el grupo criminal Wagner, respaldado por el Kremlin, pues actualmente extrae oro en Sudán y utiliza el territorio sudanés, para cruzar hacia la República Centroafricana, donde combate al lado de las fuerzas gubernamentales contra los rebeldes que quieren cambios políticos en su país.
Al llegar a un punto muerto, de seguro los vecinos intervienen.
El escenario más volátil de los analizados por expertos en geopolítica y conflictos, implica que al convertirse Sudán en un país dividido, con ambos bandos controlando diferentes áreas, pero a la vez, ninguno capaz de conseguir una victoria absoluta, las instituciones estatales colapsarían. Y ansiosas de expoliar recursos o con la poco altruista esperanza de respaldar a un ganador, las potencias extranjeras podrían intervenir con resultados imprevisibles.
Es más, algunos ya lo han intentado. Los funcionarios estadounidenses aseguran que el grupo Wagner ofreció misiles tierra-aire al general Hamdan. Además está probado que en 2022, las FAR recibieron equipo militar proveniente de Emiratos Árabes Unidos, rico país petrolero del Golfo Pérsico con amplio historial de envío de armas a sus aliados favoritos en la convulsa región.
Para mayor complejidad del asunto geopolítico, en los últimos años, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita han invertido miles de millones de dólares en Sudán, país al que consideran una base potencial de suministro de alimentos.
Pero no solo Egipto y Etiopía, estarían empeñados en defender sus intereses geopolíticos en Sudán, sino también Eritrea, el pequeño país cuyo gobernante dictatorial acumula una larga historia de interferencia militar en la convulsa y estratégica región.
Debido a las presiones internas, un punto muerto podría desgarrar a Sudán.
Tras décadas de conflicto civil, en Sudán han quedado numerosos grupos armados en las regiones de Darfur, Kordofán del Sur y Nilo Azul. Cada uno con diferentes intereses, y dispuesto a combatir por ellos. Aunque hasta ahora se han mantenido al margen de la guerra entre los dos poderosos generales, podrían saltar fácilmente al tumulto para ajustar cuentas o defenderse de cualquier agresión derivada de la creciente guerra.
Por ahora, la Paz negociada es una esperanza lejana
Como ya se anotó, los esfuerzos de paz liderados por mediadores estadounidenses y saudíes en la ciudad portuaria saudita de Jeddah, aún no han producido un alto el fuego. Entonces, la esperanza es que puedan allanar el camino para un despliegue inmediato en Sudán de fuerzas de paz orgánicas de la Unión Africana, situación que facilitaría negociaciones de alto nivel para estructurar un acuerdo duradero.
Por ahora, esa es una perspectiva lejana. Cualquier paz real, probablemente tendría que involucrar a los grupos prodemocracia de Sudán, que hasta ahora han sido excluidos de las conversaciones en Jeddah. Los críticos dicen que es una señal ominosa, que sugiere que las principales potencias podrían llegar a un acuerdo, en nombre de la paz, que afianza a los generales que comenzaron la guerra.
Otro camino para detener la guerra implica la presión coordinada por parte de los partidarios extranjeros de los generales rivales. Infortunadamente, esos patrocinadores tienen objetivos opuestos para Sudán: mientras que los países africanos y occidentales propenden porque haya democracia, las potencias árabes y Rusia preferirían una autocracia más dócil, parasus intereses geopolíticos.
Cualquiera que sea el destino de Sudán, lo cierto es que el país se encuentra en una encrucijada, quizás en el momento histórico más complejo desde cuando proclamó la independencia en 1956. Y eso es mucho decir, de un país que ha sufrido numerosas rebeliones, golpes de estado y oleadas de violencia genocida, con evidentes interferencias geopolíticas externas.
Ni siquiera la muerte de los dos generales en reyerta personal, atenuaría la animosidad bélica por ahora. La solución la tiene la ONU, a conciencia que puede significar hasta la pérdida de vidas humanas de los cascos azules que eventualmente se envíen allí, y de las obvias fricciones geopolíticas entre las potencias mundiales y regionales con intereses geoestratégicos sobre las riquezas de Sudán.
Tamaño lío y tamaña encrucijada.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional