Análisis del terrorismo internacional
En la misma semana terroristas del Estados Islámico (ISI) entrenados en Libia atentaron en dos diferentes lugares del mundo. El 22 de mayo de 2017, un suicida de origen libio integrante de una célula yihadista se inmoló en Manchester Inglaterra a la salida de un concierto de música pop y asesinó a 22 personas. La noticia conmocionó al mundo entero, por haber sucedido en uno de los países mas poderosos del planeta.
Hoy 26 de mayo en la zona desértica occidental de la Provincia de Minya en Egipto, varios terroristas de ISIS entrenados en campamentos yihadistas ubicados al oriente de Libia y disfrazados con uniformes militares egipcios, asesinaron a sangre fría y en absoluto estado de indefensión a 28 feligreses coptos cristianos. La noticia ha sido publicada en los medios de comunicación occidentales sin similar despliegue y como si se tratara de un conteo mas de las innumerables víctimas del yihadismo.
Eso sin añadir la barbarie multiplicada también esta semana por yihadistas del grupo Abu Sayaff adscrito a ISIS en la zona meridional de Filipinas en la siempre convulsa isla de Mindanao.
Los dos hechos corroboran nuestra tesis. El de 2017 será otro Ramadán sangriento igual o peor al de 2016. Todos los ataques de ISIS son sincronizados y perpetrados por células no por lobos solitarios. Los medios de comunicación han establecido inconscientemente dos categorías de víctimas de ISIS.: Las de las potencias occidentales de primera y el Tercer Mundo de segunda.
Además, el terrorismo impone la iniciativa política, saca ventajas estratégicas y como mínimo establece un empate táctico en los teatros de operaciones de la guerra santa, con evidente extensión hacia los cinco continentes. Y reafirma una vez más que el islamismo extremista está en guerra contra toda persona o sociedad que no profese el Islam extremo. En respuesta, los países afectados tratan el problema como un asunto policial y no como un tema profundo de seguridad nacional y en últimas de la defensa de los valores de la cultura occidental.
De remate hay fisuras, celos profesionales y desconfianzas razonables de los organismos de inteligencia para compartir entre sí o con agencias de otros países, la información acerca de las redes yihadistas y sus eventuales actividades. Entre otras razones por que los intereses geopolíticos, geoestratégicos o económicos de los afectados no son incluyentes para todos en la misma proporción.
En reiteradas el Papa Francisco ha denunciado ante el mundo la sistemática eliminación de cristianos en el Medio Oriente y el África por parte de intolerantes extremistas del yihadismo, pero al parecer su denuncia ha caído en saco roto, pues en el caso específico de los coptos egipcios, que son la mayoría cristiana en Egipto, durante los últimos cinco años, después de la Primavera Árabe que indujo al gobierno militar de SISI, han padecido múltiples ataques y agresiones violentas contra sus feligreses, sus templos y sus creencias culturales.
Es una agresión a la que por la dinámica de los muertos de primera y segunda categoría, no se ha dado la trascendencia en los países occidentales, sin comprender los alcances geoestratégicos de ISIS y Al Qaeda, que dentro de sus planes estratégicos contemplan cobijar los cinco continentes con el manto progresivo del yihadismo en nombre de la interpretación extremista de la suna contra infieles occidentales y apóstatas islámicos que no cumplan los hadices y de más instrucciones del Profeta Mahoma.
A ese ritmo podría ocurrir lo atribuido a Bertold Bretch acerca de la agresión sistemática y continuada contra quienes no compartía los ideales de unos bárbaros y cuando tocaron las puertas de los últimos incrédulos, comprendieron que ya era tarde para evitar la tragedia.
Insistimos una vez más, el yihadismo o narcoterrorismo islamista tiene sólidas ramificaciones en los cinco continentes, posee una intrincada organización clandestina, vincula a imames radicales, recluta muchas personas a diario, y llegó para quedarse el tiempo que le permitan las inconsistencias, las pugnas y la inacción de quienes todavía dudan que toda acción yihadista depende de una célula y no de un lobo solitario, por la elemental explicación, que para tener éxito letal, un acto terrorista debe producir ingentes consecuencias políticas.
La globalización de las redes yihadistas, es un tema demasiado sensible, demasiado grave porque exige soluciones integrales y ante todo conocimiento del proceso estructural de las organizaciones extremistas, en un escenario en el que no basta con la buena voluntad sino que demanda acopiar esfuerzos mutuos para neutralizar y erradicar el problema, que de seguirse manejando como hasta ahora, redundará en más violencia, más caos y mayores dificultades para resolverlo.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Especialista en geopolítica, estrategia y defensa nacional
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