La arrasadora enfermedad del cólera se está propagando nuevamente en Haití, como una de las consecuencias de que los grupos armados ilegales, controlen por medio de la violencia a los habitantes de los barrios pobres, pues además impiden que los médicos den atención básica a los niños.
Durante las pausas en los tiroteos para llegar al hospital, las madres de los menores de edad deben cruzar los campos de batalla a menudo salpicados de cadáveres, producto de la desaforada guerra entre pandillas.
Hay una realidad: las cifras de afectados por el cólera están aumentando en todo el mundo, puesto que un número récord de brotes ha puesto a prueba los limitados sistemas de salud en regiones de África y sur de Asia.
Pero el resurgimiento del cólera es un giro del destino particularmente cruel en Haití, que en febrero de 2020 declaró la victoria en la eliminación de la enfermedad después de luchar contra ella durante más de una década.
El triunfo que había logrado el siempre convulso gobierno de Haití contra la epidemia del cólera, ha sido arrebatado por fuerzas violentas que hunden a la nación en caos y desesperación, pues han convertido vastas zonas de Puerto Príncipe en infernales territorios sin ley, que mediante el terror retan a un gobierno incapaz de controlar institucionalmente la situación.
En octubre de 2022, Haití registró su primer caso de cólera luego de tres años de tranquilidad y desde entonces los casos se han aumentado de manera matemática y geométrica.
Haití tiene experiencia acumulada para resolver la situación, pues ya combatió el cólera, que se propaga a través del agua contaminada, mediante simples procesos de rehidratación de los afectados. Pero en la práctica, las autoridades sanitarias no pueden proporcionar la atención más básica en los barrios pobres donde hay más afectados vulnerables, debido a que las pandillas amedrentan los vecindarios, impiden la entrada de los médicos y fuerzan a los enfermos a que mueran en sus casas.
Como si fuera una desgracia con forma de hidra de varias cabezas, la batalla sanitaria contra el cólera en Haití se ha visto obstaculizada por varias crisis entrelazadas. La devastación que se apodera del empobrecido estado caribeño, conmociona a un país muy acostumbrado a la agonía.
En septiembre de 2022, grupos armados tomaron el control del puerto más grande de Haití, bloquearon la distribución de combustible en todo el país durante casi dos meses y desencadenaron una multiplicidad de eventos, que crearon condiciones apropiadas para que propaguen las enfermedades infectocontagiosas.
La recolección de basura cesó por completo en amplios sectores de Puerto Príncipe, convirtiendo las calles de los barrios marginales urbanos, en focos de infección, ratas, cucarachas, y moscos; creando montañas de basura en permanente descomposición, que además son extrañamente normales junto a los mercados de alimentos.
El servicio público de agua potable dejó de funcionar normalmente, por ende escasea en los barrios marginales. Para acrecentar el drama humanitario, miles de personas que huían de la violencia de las pandillas en Cite Soleil, se refugiaron en un parque público cerca del aeropuerto de Puerto Príncipe, donde muchos de ellos durmieron junto a los desechos humanos, antes de que las autoridades los obligaran a despejar el lugar
Los hospitales redujeron sus servicios de atención pública, al carecer de suministros de oxígeno o del combustible tan necesario para mantener los equipos en funcionamiento.
Equipos, insumos y medicamentos quedan varados en los puertos, porque los delincuentes impiden el paso. Mueren muchos recién nacidos que no pueden respirar por sí mismos. El número de ambulancias en las calles es cada día más escaso.
En octubre de 2022 la ONU reportó que por primera vez en la historia, el hambre, que ha perseguido a Haití durante mucho tiempo, alcanzó niveles "catastróficos" en el vecindario de Cité Soleil.
Acorde con los estándares de la ONU “catastrófico” es la designación del hambre más extrema posible, que ha dejado a miles de personas que han enfrentado hambrunas similares en África. Algunos residentes dicen que recurren a beber agua de lluvia y hacen comidas con hojas hervidas.
Es tal la desazón que a mediados de octubre de 2022, el gobierno haitiano solicitó intervención armada de tropas extranjeras, para enfrentar sus crecientes desafíos, pero aún no está claro si algún país enviará fuerzas armadas a la isla caribeña, pues desafortunadamente los intentos y millonarios apoyos humanitarios anteriores. han terminado en los laberintos de la corrupción rampante y la malversación de fondos. El problema es atávico y estructural.
A comienzos de 2022, las gasolineras de Puerto Príncipe abrieron por primera vez en el último bimestre, después de que la policía retomó el control de la principal terminal de combustible. Pero por desgracia ese alivio económico para los haitianos, trae consigo el potencial de un nuevo dolor de cabeza.
Los médicos temen que como ahora las personas podrán desplazarse con mayor rapidez y facilidad, el virus del cólera avanzará a un ritmo más rápido, de lo que el sistema de salud podrá responder en todo el país.
Desde la reaparición del cólera en Haití, la enfermedad ha matado a más de cien personas y ha enfermado a otras 8000, aunque por el bajo nivel de institucionalidad, es probable que las cifras oficiales no sea ajusten al número real de víctimas.
El simple hecho de llegar al hospital de Médicos Sin Fronteras en Cité Soleil, un barrio en expansión y marcadamente pobre en la zona más deprimida en Puerto Príncipe, es peligroso para quien lo intente. El hospital se encuentra instalado a la vera de un camino recubierto con grava que separa el territorio controlado por bandas rivales, una línea de combate, que se convirtió en un matadero de seres humanos, desde cuando estallaron los enfrentamientos entre los grupos criminales en julio de 2022.
Según datos de la ONG local Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos, cientos de haitianos han sido asesinados y decenas de mujeres han sido violadas desde cuando estalló la violencia. Las pocas personas que por necesidad transitan por las calles del sector, se acercan mucho a las paredes para evitar ser alcanzadas por los disparos que pueden llover al azar, en cualquier momento del día o la noche.
El cólera, que según los científicos llegó por primera vez a Haití hace más de una década con portadores que pertenecían a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, es causado por una bacteria y provoca incesantes oleadas de diarrea y vómitos. El tratamiento es sencillo, incluida la rehidratación, por vía intravenosa en los casos más extremos, pero debe administrarse rápidamente y bajo observación médica en condiciones de asepsia adecuadas.
El cólera puede matar a sus víctimas en un día, especialmente a los niños que padecen desnutrición, quienes pueden pasar rápidamente de la deshidratación a la insuficiencia orgánica.
El primer caso de la reaparición del cólera llegó en moto al hospital. Era una niña sin vida, de 10 años, traída por sus padres. Cuando los miembros del personal se enteraron de que la hermana de la niña también tenía síntomas, corrieron a la casa de la familia para buscar solución inmediata, pero ya era tarde, puesto que la hermana adolescente, también estaba muerta.
Una de las formas más prácticas y sencillas de prevenir la muerte generalizada por efectos del cólera es establecer puestos de rehidratación oral dentro de los barrios marginales, donde viven las personas más vulnerables. Inclusive, ahora que el combustible ha vuelto a fluir por todo el país, es factible viajar a esos vecindarios, pero a menudo, hacerlo significa arriesgar vidas del cuerpo médico o de primeros auxilios.
Debido a que las pandillas controlan la mayor parte de la capital de Haití, constantemente los grupos de ayuda humanitaria son forzados a negociar para entrar y salir de su territorio de manera segura, pero a veces, los cabecillas de las pandillas les niegan la entrada, no respetan las ambulancias y han secuestrado tres veces a las tripulaciones médicas con sus pacientes enfermos.
Medios internacionales han publicado desgarradoras crónicas del drama que padecen estas familias, sin Dios, sin ley y sin apoyos alimentarios o sanitarios. Haití es un caos derivado de una larga lista de sucesos de corrupción, violencia, ingobernabilidad, miseria, abandono y pobreza.
El asesinato del presidente Möisel en 2021, instauró un gobierno transitorio señalado de corrupción y nexos con bandas criminales. Las fuerzas del orden están permeadas por evidente ligazón con la criminalidad. A menudo los familiares de los muertos deben enterrarlos fuera de los cementerios. No hay autoridad, no hay orden, no hay institucionalidad. Pulula la pobreza en un pías rodeado de riqueza en el mar circundante.
Todo esto ocurre en el icónico Mar Caribe a menos de 1000 millas de la costa este de Estados Unidos. En medio de tantos retos la ONU, tiene otro: Poner orden en Haití, pero, esta actividad no puede ser repitiendo los fallidos modelos anteriores, mediante los cuales se entregan los recursos a las élites haitianas para que los administren. La solución debe ser con autoridad, orden y con programas de trabajo para los haitianos. Está demostrado que solos son incapaces de gobernarse y administrar los recursos que les suministren. Sin importar la cantidad de los mismos.
De lo contrario los matarán el cólera, la pobreza, la miseria o la violencia de las mafias armadas del narcotráfico, el lavado de dinero y otros delitos.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional