Durante más de dos décadas ampliamente marcadas por el cultivo a la autocracia, la corrupción desaforada, la represión sangrienta contra cualquier asomo de disidencia política, la propaganda engañosa según la cual, cualquier acción contra su satrapía es contra la madre Patria Rusa, la descarada intromisión en la política interna de otros países, los oscuros nexos con criminales de las mas abyectas mafias, la sanguinaria invasión contra Ucrania, la intervención terrorífica en los países de la antigua Unión Soviética, y muchas perlas más, Vladimir Putin instaló en el Kremlin y organismos de control oficial ruso, una dictadura personal, en la que se corrobora el viejo adagio español “Cría cuervos y te sacarán los ojos” reza.
Desde 2014 cuando Putin ordenó la sanguinaria e ilegal anexión de la Península de Crimea a la extensa e insaciable ambición geopolítica rusa, en los espacios de análisis político mundial, se ha barajado entre las posibilidades para que Moscú evolucione hacia una conducta de paz y armonía con Occidente, que ocurriera una rebelión interna, pero muchos la veíamos casi imposible, debido al estrecho círculo de seguridad tipo soviético, mediante el cual Putin y su séquito protegen la renovada “nomenklatura de una Rusia conservadora”, ya no comunista.
Mientras la salvaje autocracia chechena apoyaba las depredadoras aventuras rusas en Siria, Libia, Azerbaiyán, el Cáucaso, etc., bajo el paraguas de la autocracia moscovita, fueron creciendo los cuervos encabezados por Yevgueni Prigozhin, el enigmático empresario y jefe de mercenarios Wagner, quienes pelecharon de la cercanía con las mafias abiertas y ocultas del Kremlin, dentro y fuera de Rusia, hasta que llegó a esa relación entre rufianes, lo históricamente inevitable:
Divergencias, enfrentamientos subidos de tono y guerra a muerte. Nada nuevo bajo el sol de los procesos de descomposición política, así se disfracen con atuendos de “democracia”, “conveniencias históricas de los pueblos” o “líderes mesiánicos salvadores del pueblo”… Como siempre la pelea no es por razones éticas, filosóficas, políticas o morales, sino por el botín y el poder.
Tras una prolongada catarata de ires y venires, de dimes y diretes, y de acusaciones mutuas con altisonancia, Yevgueni Prigozhin destapó sus cartas y se fue lanza en ristre contra las mafias del poder que circundan la dictadura “democrática” de Putin.
Y ahí fue Troya. El breve pero candente de discurso de Putin pronunciado hoy 24 de junio de 2023 contra el anuncio del levantamiento armado de Yevgueni Prigozhin lo dice todo. Con la consuetudinaria frialdad rusa y la obvia decisión para actuar “hasta las últimas consecuencias contra los traidores”, Putin invocó amañadas versiones de la historia y anunció que hará lo que sea necesario para “mantener la democracia, la libertad y la patria”.
Leído e interpretado en forma realista, el mensaje de Putin al pueblo ruso tras el levantamiento armado de las bandas delictivas de Yevgueni Prigozhin, hasta ayer socias leales del Kremlin, significa sangre, represión, muerte, terror y persecución contra rebeldes reales o supuestos. Vendrá una cacería de brujas y una retaliación desmedida contra todas las personas, que sea cierto no estén complotadas con el cabecilla de los mercenarios Wagner. Es la ansiada oportunidad para que Putin y su séquito se deshagan de todo aquel que sea un obstáculo para sus intereses.
Por ahora es difícil predecir si la audaz y osada decisión de Yevgueni Prigozhin y sus bandas armadas, conduzca al derrocamiento de Putin, como lo desean miles de dirigentes políticos en el mundo. También es prematuro determinar que alcances decisivos, tenga este problema en la dinámica venidera de la guerra de Ucrania, la posición de la ONU, la OTAN, Estados Unidos y la Unión Europea, además del curso de acción que asuman China, Irán y Corea del Norte respecto a Rusia.
Todas las posibilidades están sobre la mesa, incluida la temida pero no descartable, del uso de un arma nuclear de nivel táctico, y el consecuente desencadenamiento de una tormenta mayor. Infortunadamente las circunstancias de modo, tiempo y lugar, trajeron al tapete de la pugnacidad geopolítica de la postpandemia varios sucesos, que como se ha advertido en anteriores escritos, suman con incidencia negativa y cada vez más probable de que se encienda una chispa inatajable de guerra y depredación en el planeta.
Que la OTAN y los gobiernos de las naciones occidentales del primer mundo, manifiesten estar monitoreando la situación, es un mensaje claro de la gravedad del asunto en un escenario donde los cuervos sacan los ojos de quien los crió, las mafias orquestadas desde el Kremlin pueden incentivar muchas acciones demenciales, China saca la brasa con mano ajena, al mismo tiempo que encerrados en su propia incapacidad, Putin y sus más cercanos cómplices, pueden empujar a la humanidad a una tragedia peor que la de la Segunda Guerra Mundial.
En consecuencia, reiteramos la pregunta inicial del escrito: ¿Es la crisis política Putin-Prigozhin el preludio de una guerra civil en Rusia, o de una guerra mundial?
Tema para reflexionar, y para tratar con pinzas quirúrgicas de la mas alta diplomacia… Antes de que sea mas tarde. O, será que como dijo Julio Cesar: ¿La suerte está echada?
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional