¿Transita Rusia hacia su propia ruina económica?

Publicado: 2022-11-25   Clicks: 335

Evidente declive de la economía rusa tras invadir a Ucrania

Geopolítica de Rusia

       Según las predicciones de algunos especialistas, los altos costos a largo plazo de la guerra de Ucrania serán asombrosos para Rusia.

      Después de ejecutada la invasión ordenada por Putin a Ucrania en febrero de 2022, la economía rusa parecía destinada al declive. Múltiples sanciones internacionales amenazaron con estrangular la economía rusa, situación que provocó una caída en el valor del rublo y de los mercados financieros rusos. Todos los días, los rusos parecían preparados para soportar nuevas privaciones.

      No obstante, pasados nueve meses después de iniciada la guerra, Rusia no ha caído en ese apocalíptico escenario. Es más, algunas cifras sugieren que contrario sensu, la economía rusa estaría funcionando bien. El rublo se ha fortalecido frente al dólar y, aunque el PIB ruso se ha reducido, la contracción bien podría limitarse a menos del tres por ciento en 2022.

Sin embargo, detrás de las cifras moderadas de inflación y contracción del PIB, es evidente que el daño es grave, porque la economía rusa está destinada a soportar un largo período de estancamiento. En realidad, el Estado ruso ya estaba interfiriendo en el sector privado antes de iniciar la guerra contra Ucrania.

      Dicha tendencia se torna más pronunciada y amenaza con sofocar más la innovación y la eficiencia del mercado. La única forma de preservar la viabilidad de la economía rusa es por medio de reformas importantes, que no están a la vista, o lo que es más abrupto, por medio de una ruptura institucional similar a la que ocurrió con la caída de la Unión Soviética.

      Las sanciones económicas no son misiles en el campo de batalla, sino golpes a la sostenibilidad

      La inexacta interpretación de los efectos que producirían las sanciones económicas contra Rusia, podría explicarse en parte, por expectativas poco realistas de lo que pueden hacer tales medidas. En otras palabras, no equivalen a un ataque con misiles, pero a la postre, las sanciones pueden debilitar la economía y reducir el PIB ruso.

      Entre tanto a corto plazo, lo razonable es esperar una caída masiva de las importaciones de Rusia. Es obvio que el rublo se fortalezca en lugar de debilitarse, a medida que caiga la demanda de dólares y euros. Se supone, que si el dinero no gastado en importaciones se redirige hacia la producción nacional, el PIB debería aumentar en lugar de disminuir. En ese escenario, el efecto de las sanciones sobre el consumo y la calidad de vida tarda más en afectar la economía rusa.

      Al comienzo de la guerra, en febrero y principios de marzo de 2022, los rusos se apresuraron a comprar dólares y euros para protegerse de una posible caída del rublo. Durante los siguientes meses compraron aún más, debido al aumento de las pérdidas rusas en Ucrania.

      Normalmente, este hecho habría causado una devaluación significativa del rublo porque cuando la ciudadanía compra moneda extranjera, la moneda local se desploma. Sin embargo, debido a las sanciones económicas occidentales, las empresas que importaban bienes antes de la guerra, dejaron de comprar divisas para financiar las importaciones.

      Como resultado de ese ejercicio, en la primavera de 2022, las importaciones cayeron un 40%. En consecuencia el rublo se fortaleció frente al dólar. En resumen, esto no significa que las sanciones no funcionan. Por el contrario, su efecto a corto plazo sobre las importaciones fue inesperadamente fuerte. No se esperaba tan alta caída en las importaciones. Prueba de ello, es que si el banco central ruso hubiera anticipado una caída tan masiva del ingreso de mercancías extranjeras a Rusia, no habría estipulado severas restricciones a los depósitos en dólares en marzo de 2022, con el claro propósito de evitar un colapso en el valor del rublo.

       Por supuesto, las sanciones económicas, tuvieron otros efectos inmediatos. Frenar el acceso de Rusia a la microelectrónica, los chips y los semiconductores afectó sustancialmente la producción de automóviles y aviones. Entre marzo y agosto de 2022, la fabricación de automóviles en Rusia cayó un asombroso 90%, y la caída en la producción de aviones fue similar.

      Igual sucedió con la producción de armas, que es una de las principales prioridades del gobierno ruso. Hasta ahora, se ha demostrado que serían erróneas las expectativas de que las nuevas rutas comerciales a través de China, Turquía y otros países que no forman parte del régimen de sanciones, compensarían la pérdida de importaciones occidentales.

       Un rublo anormalmente fuerte en un entorno de pocas importaciones, es clara señal de que tampoco están funcionando los canales de importación por medio de terceros. Si las importaciones estuvieran fluyendo hacia Rusia por medio de canales ocultos, los importadores habrían estado comprando dólares, lo cual habría depreciado el rublo. Y como es apenas natural de comprender, sin importaciones críticas, a largo plazo, es negativa la salud de la industria rusa de alta tecnología.

      ¿Está la economía rusa destinada a un largo período de estancamiento?

      Además de las sanciones tecnológicas occidentales, inequívocamente Rusia está entrando en un período en el que los compadres políticos están consolidando su control sobre el sector privado, con énfasis en las fábricas. Después de que la crisis financiera mundial de 2008 golpeó a Rusia más que a cualquier otro país del G-20, Vladimir Putin nacionalizó las grandes empresas.

       En algunos casos, las pasó bajo el control directo del gobierno; en otros casos las incentivó para permanecer a favor del gobierno,  a la espera que estas empresas mantengan un excedente de trabajadores en sus nóminas.

      Inclusive, a las empresas que permanecieron privatizadas se les ha prohibido despedir empleados. Esto le ha brindado al pueblo ruso seguridad económica momentánea, y esa estabilidad es parte fundamental del pacto de Putin con sus electores.

       No obstante, así se estancará una economía en la que las empresas no pueden modernizarse, reestructurarse y despedir empleados con el fin de aumentar las ganancias. No es de extrañar que el crecimiento del PIB de Rusia entre 2009 y 2021 promediara el 0,8 % anual, menos que el período de las décadas de 1970 y 1980, etapa histórica de la economía rusa, que precedió al colapso de la Unión Soviética.

       Inclusive antes de la invasión rusa a Ucrania, las empresas rusas enfrentaban regulaciones oficiales que las privaban de inversiones. Las industrias avanzadas como la energía, el transporte y las comunicaciones, es decir, aquellas que se habrían beneficiado más de la tecnología y la inversión extranjeras, enfrentaron las mayores restricciones.

      Para sobrevivir, las empresas que operaban dichos sectores fueron obligadas a mantener vínculos estrechos con funcionarios y burócratas del gobierno ruso. A cambio, estos protectores del gobierno se aseguraron de que tales negocios no enfrentaran competencia. Prohibieron la inversión extranjera, aprobaron leyes que imponen cargas onerosas a los extranjeros que hacen negocios en Rusia y abrieron investigaciones contra empresas que operan sin protección gubernamental.

El resultado de esta compleja situación, fue que funcionarios gubernamentales, altos mandos militares y burócratas de alto rango, casi todos amigos de Putin, se convirtieron en multimillonarios. Por el contrario, el nivel de vida de los rusos comunes y corrientes, no ha mejorado en la última década.

      Desde el comienzo de la guerra en febrero de 2022, el gobierno ruso ha reforzado aún más su control sobre el sector privado. A partir de marzo, el Kremlin implementó leyes y regulaciones que otorgan al gobierno el derecho de cerrar negocios, dictar decisiones de producción y fijar precios para productos manufacturados.

      La movilización masiva de conscriptos militares que comenzó en septiembre de 2022, está dando a Putin otro garrote para las empresas rusas, porque para preservar su fuerza laboral, los líderes de las empresas deberán negociar con los funcionarios del gobierno, para asegurarse de que sus empleados estén exentos del servicio militar obligatorio.

      Sin duda, durante mucho tiempo la economía rusa ha operado bajo el dominio absoluto del gobierno. Pero los movimientos más recientes de Putin están llevando este control a un nuevo nivel. Como han argumentado algunos economistas, algo peor que la corrupción es la corrupción descentralizada.

      Es bastante nefasto que un gobierno central corrupto exija sobornos; pero es aún peor cuando varias oficinas gubernamentales compiten por dádivas. Por supuesto, las altas tasas de crecimiento de la primera década en el cargo de Putin, se debieron a la forma cómo centralizó el poder en el Kremlin, eliminando a los depredadores competidores, como los oligarcas que operan fuera del redil del gobierno.

      Sin embargo, el énfasis en la creación de ejércitos privados y batallones regionales de voluntarios para enfrentar la guerra contra Ucrania, está creando nuevos centros de poder. Eso implica que es casi seguro, que la corrupción descentralizada se multiplicará en Rusia.

      Tal situación podría crear una dinámica parecida a la década de 1990, cuando para mantener el control de las empresas recién privatizadas, los empresarios rusos dependían de la seguridad privada, los vínculos con la mafia y las actuaciones venales funcionarios corruptos. Las bandas criminales que empleaban a veteranos de la guerra rusa en Afganistán ofrecían “protección” al mejor postor o simplemente saqueaban negocios rentables. Los grupos mercenarios que creó Putin para combatir en Ucrania jugarán el mismo rol en el futuro.

      Largo trecho por transitar

      Rusia aún podría lograr una victoria en Ucrania. No está claro cómo sería ganar. Tal vez la ocupación permanente de unas pocas ciudades ucranianas en ruinas se presentaría como un triunfo. Alternativamente, Rusia podría perder la guerra, un resultado que haría más probable que Putin perdiera el poder y hasta la vida. Un nuevo gobierno reformista podría asumir y retirar las tropas, considerar las reparaciones y negociar en obvias condiciones de inferioridad en las mesas de diálogos en busca de acuerdos, el levantamiento de las sanciones comerciales.

      Sin embargo y sin importar el resultado, Rusia saldrá de la guerra con su gobierno ejerciendo una autoridad sobre el sector privado en promedios sin precedentes en cualquier parte del mundo, aparte de Cuba y Corea del Norte.

      El gobierno ruso será omnipresente pero, al mismo tiempo no será suficientemente fuerte, para proteger a las empresas de los grupos mafiosos formados por militares desmovilizados, dotados con las armas que adquirieron durante la guerra. Particularmente al principio, se enfocarán en las empresas más rentables, tanto a nivel nacional como local.

      Para que la economía rusa crezca, necesitará no solo importantes reformas institucionales, sino del esquema de borrón y cuenta nueva que le quedó a Rusia en 1991. El colapso del Estado soviético influyó en que las instituciones de esa época fueran irrelevantes. Siguió un proceso largo y doloroso para construir nuevas instituciones, aumentar la capacidad estatal y reducir la corrupción, hasta cuando Putin llegó al poder y finalmente desmanteló el instituto de mercado.

     La lección es sombría: Inclusive si Putin pierde el poder y un sucesor marca el comienzo de reformas significativas, Rusia tardará más de una década, para retornar a los niveles de producción del sector privado y calidad de vida, experimentadas hasta 2021. Tales son las consecuencias de una guerra desastrosa y equivocada.

     Y si se atreve a usar armas nucleares o de destrucción masiva, la población de Rusia la pasará peor, y la continuidad de Putin en el poder sería impredecible.

 

     Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

     Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

      www.luisvillamarin.com

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