Retos militares, logísticos, operacionales y geopolíticos para derrotar tanto a China como a Rusia
El tenso escenario geopolítico de las relaciones internacionales en 2022 resultó muy peligroso para la paz y la estabilidad mundial. Al término de 2021 y durante los primeros 54 días de 2022, Rusia desplegó miles de tropas a lo largo de las fronteras norte y oriental de Ucrania.
Finalmente el 24 de febrero de 2022, Rusia invadió a Ucrania. Mientras tanto, agrediendo a Taiwán, China ha asumido una conducta cada vez más beligerante contra Washington. La inconveniente visita en agosto de 2022 a Taipei por parte Nancy Pelosi presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, desató intensos ejercicios militares chinos, diseñados para mostrar cómo Pekin bloquearía y atacaría la isla. Por su parte, Washington ha explorado opciones para establecer cómo puede armar y apoyar más rápidamente al gobierno taiwanés.
Estados Unidos es consciente de que China y Rusia representan una amenaza importante para el orden mundial. En la reciente Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Biden escribió que “la República Popular China y Rusia están cada vez más alineadas entre sí”, y dedicó varias páginas a explicar cómo el Pentágono puede limitar el avance de ambos países.
Desde la óptica de la dirigencia política en Washington es probable que la guerra en Ucrania se prolongue, debido a la capacidad simultánea de Kiev y Moscú para seguir combatiendo y la radicalización mutua y excluyente, frente a los mismos objetivos.
Por ende, esta guerra podría escalar hasta comprometer a Estados Unidos más directamente, en especial por las amenazas nucleares del presidente ruso, Vladimir Putin. Igualmente los altos dirigentes de Washington saben que envalentonado por su nombramiento en el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista en octubre de 2022, para iniciar un tercer mandato sin precedentes, Xi Jinping podría intentar apoderarse de Taiwán mientras continúa la guerra en Ucrania.
Así, Estados Unidos se vería arrastrado a enfrentar dos conflictos simultáneos contra China y Rusia.
La circunstancia agravante es que a pesar del enfoque profesado por Washington, todo parece indicar que la actual planificación de la defensa de Estados Unidos no está a la altura del desafío que se presentan Pekín y Moscú. Durante la administración de Barack Obama en 2015, el Departamento de Defensa abandonó una política de larga data, de estar preparado para enfrentar y ganar al mismo tiempo dos guerras importantes, y centrarse en adquirir los medios para pelear y ganar solo una.
Es notorio a los ojos de los analistas militares y geopolíticos, este cambio de política de defensa y seguridad nacional realizado en el epílogo de la administración Obama y ad portas de la confusa era internacional del gobierno Trump, para mayor preocupación, se ha mantenido vigente desde entonces.
Importantes cantidades del equipo militar de los Estados Unidos están envejeciendo, pues todavía emplean aviones, buques y tanques que se remontan a la construcción de defensa de la administración Reagan en la década de 1980.
Al mismo tiempo, Estados Unidos también padece limitaciones de suministros de equipos y municiones especiales, al punto que ha tenido que retirar una gran parte de sus propias existencias para apoyar a Ucrania. Estos problemas logísticos y operativos, resultarían particularmente influyentes en conflictos simultáneos.
Si el gobierno de Estados Unidos se ve forzado a enfrentar dos guerras simultáneas en Europa del Este y el Pacífico, el compromiso sería extenso en ambos casos. Los intereses en expansión y la huella global de China sugieren que una guerra contra Pekín, no se limitaría a Taiwán y el Pacífico occidental, sino que se extendería por múltiples teatros, desde el Océano Índico hasta el territorio de Estados Unidos.
En estos escenarios, China podría lanzar ataques cibernéticos, o incluso ataques con misiles, sobre el territorio continental norteamericano.
Por esas razones, desde ya Washington debería a estructurar la movilización nacional, con miras a expandir y profundizar la base industrial de defensa integral de Estados Unidos. Urge desarrollar nuevos conceptos operacionales conjuntos, tales como metodologías para resolver problemas militares apremiantes, verbigracia, mantener las fuerzas de seguridad con altos estándares de respuesta y defender las redes espaciales y cibernéticas estadunidenses, frente a las capacidades y probabilidades de los ataques militares chinos.
Por lo tanto, los estrategas políticos y militares deberían pensar seriamente en los contenidos estructurales de una guerra en múltiples teatros de operaciones, inclusive dónde y cuándo centrarían la mayor parte de la atención militar estadounidense. Así, Washington puede coordinar y planificar con los indispensables y muy posiblemente decisivos, aliados occidentales y Japón, los cursos de acción para lograr exitosos resultados en una eventual tercera guerra mundial.
Necesidad de reconstruir el fortín de la democracia
A la fecha, Estados Unidos y sus aliados tendrían ventajas en cualquier guerra simultánea en Asia y Europa. La guerra en Ucrania ha demostrado que las modernas armas de precisión son muy efectivas y que la mayoría de estas armas son fabricadas por Estados Unidos. Además, cuando se trata de calidad, los sistemas y municiones occidentales siguen siendo de mejor calidad que las de Rusia o China.
Sin embargo hay un cuello de botella. Estados Unidos debe suministrar estos arsenales tanto a sus propias fuerzas armadas como a las de sus aliados y amigos. Desafortunadamente, las reservas de armas estadounidenses son limitadas, al igual que sucede en su base industrial. Probablemente se requerirán varios años, para reponer las municiones que Estados Unidos ha proporcionado a Ucrania.
Esta realidad no debería ser una sorpresa. En 2018, la Comisión de Estrategia de Defensa Nacional ordenada por el Congreso, advirtió que Estados Unidos no poseía suficientes municiones para prevalecer en un conflicto de alta intensidad y argumentó que el país necesitaba expandir la producción.
El referido informe de los congresistas, también determinó que Washington necesitaría modernizar su fabricación de armas y municiones a un ritmo más rápido. De manera concreta, Estados Unidos no ha producido misiles antiaéreos Stinger desde hace 18 años. Y las reservas estadounidenses se han reducido.
Hasta ahora, Estados Unidos ha entregado a Ucrania más de 1.400 misiles de este tipo. En consecuencia, iniciar la producción para reposiciones y actualizaciones de los misiles Stinger, requerirá tiempo y dinero
El Departamento de Defensa debe mirar más allá de Ucrania. La invasión rusa ofrece un valioso conjunto de datos acerca de las tendencias de las nuevas guerras, pero si China iniciara una operación militar para invadir a Taiwán, obligando a Estados Unidos y sus aliados a responder, el conflicto se desarrollaría principalmente en el mar, y por su naturaleza ese teatro de operaciones tendría diferentes exigencias tácticas y estratégicas.
La dinámica de los combates exigiría muchas armas de largo alcance y misiles antibuque, en un momento histórico en que se sabe, Estados Unidos tiene escasos suministros de ambos. Se tienen datos creíbles de que las fuerzas militares estadounidenses poseen en sus depósitos de armas, menos misiles de separación aire-superficie conjuntos de alcance extendido (JASSM-ER) y misiles antibuque de largo alcance (LRASM) frente a los que hay en los campos de batalla ucraniano.
Los hechos indican que Estados Unidos necesita aumentar su capacidad y velocidad de fabricación de equipos militares para su defensa. A corto plazo, tal situación implica agregar turnos a las fábricas existentes. A mediano plazo también implica ampliar fábricas y abrir nuevas líneas de producción. Y para hacer ambas tareas, el Congreso estadounidense tendrá que actuar con prontitud, para asignar más dinero que permita aumentar la capacidad de fabricación.
En esencia hay una realidad: Podría estallar una guerra en múltiples regiones, materializada de diversas formas y proceder de manera desordenada.
Pero para evitar que las reservas de equipamiento militar estadounidense disminuyan demasiado, el Congreso debería aprobar una legislación que establezca niveles mínimos de suministro de municiones, con dinero asignado automáticamente para completar las reservas a medida que Estados Unidos y sus amigos las van reduciendo.
Para innovar, Estados Unidos necesita nuevas empresas que puedan complementar a los fabricantes existentes. Y, al tener una demanda casi garantizada les dará a los capitalistas de riesgo y empresarios nuevos incentivos para invertir en la industria de defensa.
Por supuesto, Estados Unidos no puede expandir rápidamente todas las partes de su base industrial de defensa. No tiene recursos y financiamiento ilimitados. Eso significa que el país deberá pensar creativamente acerca de cómo puede usar la fabricación, que tiene para reforzar mejor sus fuerzas.
La Marina de Estados Unidos, no puede acelerar fácilmente la producción de portaaviones, pero si puede enfocarse en cómo expandir la efectividad de estos gigantescos buques, equipándolos con mejores aeronaves de combate y ataque.
Por su parte, no siempre la Fuerza Aérea estadounidense podrá aumentar con rapidez la fabricación de aeronaves. En cambio, si puede multiplicar la eficacia de sus cazas y bombarderos más avanzados, combinándolos con sistemas no tripulados cada vez más capaces, de bajo costo y más fáciles de fabricar que pueden detectar y atacar aviones enemigos mientras protegen a sus homólogos tripulados.
Al emparejar los sistemas tripulados con los no tripulados, Estados Unidos puede multiplicar la eficacia de la flota aérea de combate, evitando que se vea reducida su demoledora capacidad en un futuro conflicto.
Entonces, Estados Unidos debe trabajar con sus aliados para aumentar su producción militar y el tamaño de sus arsenales de armas y municiones. Así, Washington deberá poder respaldar a sus socios, pero como ilustra la guerra en Ucrania, es bueno que los Estados que deben ocupar la primera línea en el teatro de operaciones militares, tengan suficientes armas y municiones para combatir, sin que Estados Unidos agote sus propias existencias.
Algunos aliados de Washington, tales como Australia, están realizando inversiones considerables para desarrollar su propia industria de militar de armas y municiones, mientras que otros, como Japón, por razones constitucionales enfrentan barreras considerables para hacerlo, por las severas restricciones al tamaño y el alcance de su ejército.
La situación geopolítica demanda un ajuste estructural
Naturalmente, las armas y las municiones son una parte de la guerra. Para ganar una eventual guerra mundial contra China y Rusia, Washington también necesita idear nuevas estrategias, tácticas y técnicas de combate en los teatros de operaciones. De acuerdo con el criterio de la Comisión de Estrategia de Defensa Nacional de 2018, “Estados Unidos necesita mucho más que nuevas capacidades. Requiere pronto nuevos conceptos operacionales que amplíen las opciones militares propias y restrinjan las de China, Rusia y otros actores”.
Desde luego, los altos funcionarios del Pentágono no ha ignorado ese llamado. En respuesta al informe de 2018, el Departamento de Defensa produjo un “Concepto de combate conjunto” para formalizar la futura doctrina y establecer prioridades de financiación. Gran parte de este informe está clasificado, pero el progreso de la solución ha sido irregular.
No está claro si el documento del departamento de Defensa, o el proceso que lo produjo, ha influido en el tamaño y la forma de las fuerzas armadas estadounidenses, o en la composición del presupuesto de defensa. Además, los esfuerzos de las fuerzas armadas para resolver desafíos operativos apremiantes han sido atacados por los tradicionalistas.
La nueva doctrina de operaciones de base avanzada expedicionaria del Cuerpo de Marines y el Regimiento Litoral de la Marina, por ejemplo, se dedicaría a contrarrestar la flota china en el Pacífico occidental. Pero esta decisión, despojaría al Cuerpo de Marines de algunos de sus tanques y reduciría su complemento de artillería, algo que lamentan los tradicionalistas, impregnados por las experiencias de 20 años de guerra en el Medio Oriente.
Para mejorar la forma en que se combate, el Departamento de Defensa necesita un vigoroso concurso de ideas estimulado, supervisado y apoyado por su liderazgo superior. El Pentágono necesita desarrollar nuevos conceptos para proyectar y sostener fuerzas contra los sistemas de ataque de precisión de un enemigo, reabastecer las fuerzas bajo fuego y proteger las bases de operaciones críticas en el país y en el extranjero contra ataques.
La situación actual exige a Estados Unidos colaborar a sus socios en los diseños de nuevos enfoques de disuasión. En consecuencia, la administración Biden debería cumplir con lo que pide en la Asociación del Indo-Pacífico para la Concientización sobre el Dominio Marítimo: trabajar con sus aliados para aprovechar el poder de los sistemas no tripulados, para detectar y, por lo tanto, disuadir, actos de agresión.
A medida que desarrolla nuevas técnicas de combate, Estados Unidos también necesita diseñar una estrategia más amplia, enfocada en estructurar las fuerzas armadas y planear las operaciones.
Probablemente, esta nueva conducta exigirá romper lazos con diseños militares de las últimas décadas. Por ejemplo, la actual estructura de comando aplicable en los teatros de operaciones, es un modelo de dirección y control propio de las décadas de 1990 y 2000. Su contexto contempla seis unidades de gran tamaño con áreas de responsabilidad definidas en las diferentes regiones del planeta.
Esta estructura de Comandos Operacionales tenía sentido cuando Estados Unidos estaba interesado en conflictos locales discretos contra Irán o Corea del Norte, y organizaciones terroristas como los insurgentes en Somalia o Afganistán.
Pero las amenazas que actualmente enfrenta Estados Unidos no se ajustan a los límites geográficos cuidadosamente trazados, ni tampoco a las estrategias necesarias para contrarrestarlos. Una guerra con China podría extenderse fácilmente desde el oriente de Asia hasta el Océano Índico, el cual conecta a China con sus fuentes de energía en el Medio Oriente, e inclusive al Golfo Pérsico y Djibouti en el Cuerno de África, que alberga una base china.
Para enfrentar tal guerra, podría ser mejor tener una estructura de comando que no esté tan restringida geográficamente como sucede en la actualidad.
Orden prioritario de las operaciones
Con base en las anteriores consideraciones, a medida que los estrategas de defensa evalúen conflictos simultáneos con China y Rusia, deberán priorizar la acción militar estadounidense en función con las amenazas relativas en Asia y Europa, la geografía de los teatros y los aliados que Washington tiene en cada región.
No es una tarea simple. En la práctica, una guerra en múltiples regiones podría estallar de muchas maneras y proceder de manera desordenada.
Especulando un poco, al ver a Estados Unidos preocupado por Europa, Xi Jin Ping podría decidir que es hora de actuar contra Taiwán, algo que además él cree que muy necesario para "rejuvenecer" a China. Tal ataque podría ser de muchas formas. Desde un bloqueo aeronaval hasta una campaña táctica de misiles, o una contundente invasión anfibia.
Si las cosas van bien para China, Estados Unidos enfrentaría el reto de ayudar a los taiwaneses a resistir la ocupación ordenada por Xi Jin Ping. Pero, inclusive si las cosas resultan bien para Washington, y fracasan una campaña de misiles chinos o una invasión anfibia, es probable que Pekin siga luchando por conseguir el objetivo. Es lo mas obvio de inferir.
Entonces Estados Unidos, Taiwán y sus aliados enfrentarían una guerra prolongada que podría extenderse a otros escenarios. Mientras tanto, Moscú podría decidir que con Estados Unidos empantanado en el Pacífico occidental, tendría el camino abierto para atacar a Europa, pese a la hasta ahora fracasada invasión a Ucrania.
La planificación de semejante guerra impondría una cuidadosa secuencia. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos enfatizó un teatro de operaciones sobre otro en diferentes momentos, dependiendo de cuál teatro tenía las necesidades más grandes y urgentes. Al principio, Estados Unidos siguió una estrategia centrada en Europa para primero en vencer a la Alemania nazi porque representaba la amenaza más grave para Estados Unidos y sus aliados.
Sin embargo, hoy Estados Unidos tendría que centrarse inicialmente en Asia. Aunque la guerra en Ucrania ha requerido gran apoyo estadounidense, ha expuesto los límites del poder militar ruso, así como la efectividad de la acción concertada de la OTAN.
Anque tdo parece indicar que a medida que se prolongue, la guerra continuará disminuyendo el ejército convencional de Rusia en proporciones que Moscú no puede reparar rápidamente, no hay por que confiarse. Mientras tanto, la OTAN se tonará más fuerte, particularmente con las adiciones de Suecia y Finlandia, pero acondicionar fuerzas conjuntas demanda tiempo, recursos, talento humano y altos costos financieros.
Aún así, Estados Unidos tendría un papel clave que desempeñar en el lado europeo de la guerra, particularmente en el mantenimiento del poder nuclear y otras formas de disuasión. Idealmente, las capacidades de Washington evitarían que Rusia ataque a un país de la OTAN. Pero los aliados europeos de Estados Unidos podrían tomar la iniciativa en muchas áreas, como el suministro de fuerzas terrestres. En este caso, no necesitarían la ayuda y la dirección norteamericana, para maniobrar con cada elemento del combate en el teatro de operaciones.
Entre tanto, la situación en el Pacífico occidental es diferente. El ejército de China es más fuerte que el de Rusia, por ende, representa un peligro más grave para el orden regional prevaleciente. Estados Unidos tiene aliados locales en Australia, Japón y Corea del Sur, pero no existe un compromiso de defensa mutua equivalente a la OTAN.
Para esta alianza sui generis, hay exigencias puntuales que solamente Estados Unidos puede aportar, incluida la disuasión nuclear; capacidades clave navales, aéreas y espaciales; así como apoyo logístico vital como municiones. Para el efecto, Washington necesitaría trabajar con Taiwán, y potencialmente con otros países, para ayudar a Taipei a resistir los ataques chinos y aumentar el poder militar taiwanés.
Tal esfuerzo involucraría fuerzas operando desde el territorio norteamericano como Guam, así como desde el territorio de aliados como Japón. Requeriría que Estados Unidos protegiera su territorio y sus aliados en el Pacífico occidental y más allá, incluidos los Estados Unidos continentales, así como sus redes informáticas y satélites. Tal campaña podría durar meses.
Este tipo de guerra sería aterrador, en gran parte porque ocurriría bajo la sombra de los arsenales nucleares de China, Rusia y Estados Unidos. Estas tres potencias tendrían que compartir líneas rojas entre sí, verbigracia, ataques en territorio estadounidense y aliado, para evitar el uso de armas de destrucción masiva.
Estas líneas rojas probablemente limitarían las operaciones militares de cada Estado comprometido en la guerra. Al hacerlo así, la dinámica destructora de la guerra podría hervir a fuego lento por más tiempo, y probablemente causaría menos daño. Pero la existencia de arsenales nucleares aumentaría significativamente los riesgos de la escalada. Por ende, no es imposible que la guerra descrita en los anteriores términos, pueda producir los primeros ataques nucleares en el mundo desde 1945.
Estudiar los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y actuar en consecuencia
Entre más se describe un potencial conflicto entre China y Rusia contra Estados Unidos y sus aliados, la situación se parece más a la Segunda Guerra Mundial. Los analistas ni siquiera necesitan mirar hacia el futuro para ver las similitudes; hay mucho en el actual escenario geopolítico parecido al orden internacional en 1939, cuando se desató la gran confrontación bélica en Europa.
Dos potencias autoritarias, China y Rusia, han formado una alianza flexible basada en objetivos compartidos de rediseñar el mapa político, tal como lo hicieron Alemania, Japón e Italia en la década de 1930. Rusia pretende conquistar tierras en Europa, y su búsqueda violenta corre el riesgo de extenderse hacia el exterior, comprometiendo en combate a otras partes del continente.
La creciente actitud beligerante de China contra Taiwán, significa que la conquista militar de territorios también podría regresar al escenario geopolítico de Asia. Entonces, irremediablemente Estados Unidos y sus aliados deben planificar cómo enfrentar y ganar dos guerras simultáneamente en Asia y Europa, por desagradable que parezca la perspectiva.
Tal escenario obliga a estudiar la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Al principio, esta comparación puede no ser alentadora. Los ingredientes del éxito estadounidense incluyeron la movilización de la ciencia, la tecnología y la industria estadounidenses, así como el desarrollo de nuevas formas de hacer la guerra, y medido con esta vara de medir, hay mucho por hacer.
Pero, cuando se trata de movilizar la industria en apoyo de la seguridad nacional, China es la que más se parece a Estados Unidos en 1940.
En contraste con la potencialidad industrial china, Estados Unidos tiene ingentes reservas de energía sin explotar tanto en su sector de defensa como en la economía en general. Por lo tanto, puede recuperar la ventaja industrial. Y sus fuerzas armadas cuentan con oficiales y soldados dedicados e inteligentes, que poseen las habilidades para resolver desafíos operativos apremiantes.
También hay otra ventaja estratégica que Estados Unidos tiene desde la Segunda Guerra Mundial, que nunca perdió: sus alianzas. A diferencia de China o Rusia, Estados Unidos tiene vínculos estrechos con muchos de los ejércitos más fuertes del mundo y también está interconectado con la mayoría de las economías vibrantes del mundo.
En síntesis, Washington necesita colaborar más estrechamente con sus socios en todo, desde la investigación de defensa hasta la planificación operativa en los teatros de operaciones. Necesita trabajar con ellos para aumentar sus reservas de municiones y armas. Debido a que Estados Unidos ha hecho todo esto antes, no hay ninguna razón por la que no pueda volver a hacerlo.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional