Colombia no ha digerido la gruesa noticia expresada por el presidente Duque, al anunciar que en breve el territorio colombiano será escenario de la llegada de 4.000 afganos, como sitio de concentración previo, a la llegada de estas personas a Estados Unidos. Para el efecto Duque adujo sentido humanitario, disposición de dos ciudades listas a recibirlos, y agregó que además de ser una concentración transitoria, la Casa Blanca sufragará todos los gastos que la masiva actividad humanitaria demanda.
A simple vista la información suena como un necesarísimo gesto de solidaridad humanitaria, y en la medida que se decanta la audaz noticia, quedan mil preguntas y ninguna respuesta ante este tema tan sensible para la seguridad nacional.
Las dudas comienzan por la presencia de más de 40 años que han tenido los terroristas dentro de las regiones afganas, la eventual multiplicación del coronavirus, la obvia realidad de que entre estos inmigrantes llegarán delincuentes dedicados al narcotráfico, el tráfico de armas y el contrabando, conductas que infortundamente son normales en la vida afgana.
Y como lo han hecho los yihadistas con otras inmigraciones masivas por desplazamientos hacia países occidentales, entre ellos se han infiltrado células terroristas, que luego financiadas por algunos jeques de Arabia Saudita y los reinos del Golfo, construyen mezquitas, envían imames radicalizados y se convierten en plataformas de adoctrinamiento del islam extremo y de terroristas que han cometido muchos crímenes contra quienes los asilaron.
De remate, se deberá encarar la mentalidad medieval islámica y de guerras tribales, perpetuada en todas las comunidades afganas, propia de radicales y no radicales, con aberrantes prácticas culturales como el desconocimiento de la mujer como ser humano, la ablación de las niñas, el credo arraigado que se les debe respetar a rajatabla su credo musulmán, sin que ellos se obliguen a respetar al cristianismo, etc.
Argumenta el gobierno colombiano que la presencia de los refugiados afganos será transitoria. Pero, aquí surgen muchas dudas:
1. ¿Si después Estados Unidos no cumple y nos los deja aquí?
2. ¿Será que el plan estadounidense no es entregar migajas a Colombia para dorar la píldora y luego dejarlos aquí, a sabiendas que en plena campaña electoral muchos demagogos dirán que apoyan esa idea?
3. ¿Si el objetivo es llevarlos a todos Estados Unidos, porque no los trasladan de una vez a Norte América, a sabiendas que en su territorio hay enormes espacios donde concentrarlos, alojarlos, realizarles el proceso de inmigración y ajustarlos al mercado laboral?
4. En caso de que Estados Unidos no los acoja a todos durante el proceso migratorio que haga en Colombia, ¿cuál será el destino de esas personas?... Lo obvio es que se quedarán en nuestro país, a lo cual se agrega, que Estados Unidos preferirá a los inmigrantes con nivel académico y capacidad de aportar, eludirá llevar personas con graves problemas de salud, antecedentes judiciales, vínculos con el terrorismo u otros delitos, etc.
5. ¿Cómo evitar que mientras se realiza ese proceso, no lleguen más inmigrantes afganos y de otros países a Colombia, buscando ser tenidos en cuenta en esos sitios de concentración, incluidos eventuales yihadistas enviados por ISIS, Al Qaeda y los propios talibán, lo cual además, abre un boquete para que Colombia se convierta en el punto de llegada de inmigrantes de diversos países del mundo?
6. Cedida una vez ante la utilitarista petición de Estados Unidos para concentrar a los afganos, ¿quién garantiza que después de esos 4.000 afganos, no vengan más conacionales y foráeos de todas las características, hasta que la situación se vuelva inmanejable?
7. ¿Dónde los van a concentrar? ¿Quién garantiza que no se dispersarán por todo Colombia? ¿Quién garantiza que no serán víctimas de delincuentes comunes? O, ¿quien garantiza que entre ellos no vengan delincuentes?
8. Como esto evidentemente es una decisión política con intenciones politiqueras ¿Cuál es su propósito y a quien conviene esa decisión?
9. ¿Cómo explicar a los colombianos, que dos exministros de Defensa caracterizados por sus autoelogios de ser expertos en seguridad nacional, estén vinculados como canciller y embajador en Washington, en esta extraña, contradictoria e inconveniente decisión? ¿Obraron los dos funcionarios citados, con egoístas intereses politiqueros sacrificando la seguridad nacional?
10. ¿Quién garantiza que si Estados Unidos deja a algunos de los inmigrantes afganos abandonados aquí en Colombia, lo cual es altísimamente probable, que al mismo tiempo, esos inmigrantes no sean presa del narcotráfico, el terrorismo y la violencia? O, ¿quien garantiza, que la izquierda oportunista e interesada todo el tiempo en causar daños a Colombia, los utilice como carne de cañón y los junte a la violenta “protesta social pacífica”?
Por ahora estas dudas razonables, deben juntarse en la construcción de la defensa geopolítica de Colombia, ante la inocultable ambición china para colonizar nuestros activos estratégicos a mediano y largo plazo.
Lo cierto es que se está formando un coctel para una negativa tormenta perfecta de caos: Pandemia, recesión económica, desempleo, informalidad, inmigración desbordada, violencia comunista urbana y rural, narcotráfico y expansión china, sin que se vean estadistas que miren a largo plazo y construyan procesos políticos a largo plazo. Grave muy grave todo esto.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 39 libros sobre estrategia, defensa nacional y geopolítica. Analista internacional.