Cien días de Duque, retos en defensa nacional y proyección geopolítica

Publicado: 2018-11-13   Clicks: 4586

    Geopolítica de Colombia

   cover fallo salomónicoAl cumplirse la simbólica cifra de 100 días de mandato del presidente Iván Duque, analistas y observadores emiten los primeros conceptos evaluativos del desempeño del mandatario. Con más críticas que elogios, cada quien opina acerca del deber ser y por ahora no se evidencia nada concreto del ser, es decir de la realidad del país.

    Las marchas estudiantiles degeneradas en vandalismo orquestado por sectores de extrema izquierda que aún sueñan con que Colombia iguale a Cuba o Venezuela, disfrazadas con el mote de “protesta social” y la salida en falso del gobierno nacional de imponer IVA a todos los artículos de la canasta familiar además de la desatinada idea de gravar las pensiones, son dos desafortunadas decisiones tratadas de enmascarar con un populista y poco claro anuncio de retorno del IVA a algunos sectores, que no solo han empañado la imagen de Duque, sino que le dio insumos a los promotores  de la “protesta social” (violenta) para fortalecerse en aras de las elecciones regionales y la eventual nueva candidatura de Gustavo Petro en 2022.

     En los temas específicos de Defensa Nacional y la consecuente proyección geopolítica del país derivada del desarrollo nacional y la política exterior, por ahora no sale bien librado el gobierno Duque. Claro, es muy temprano para calificarlo, pero también es cierto que su campaña electoral creó muchas expectativas en torno a estos temas.

     Inclusive muchos colombianos, más de los que imagina Duque o suponen sus críticos acervos, votaron por su propuesta de gobierno, convencidos que incidiría en la pronta extradición de Santrich, que levantaría la mesa de conversaciones con el Eln por ser improcedente, que el país volvería a saber de operaciones similares a Odiseo o Sodoma contra Guacho y otros ciminales, que las Fuerzas Militares recuperarían la iniciativa estratégica y saldrían del marasmo que las metió Santos con el cuento del pacifismo, que Catatumbo, Nariño, Chocó, Putumayo y en general el hinterland o periferia geopolítica, comenzarían a integrarse a la Colombia Andina.

     Por desgracia para Colombia, nada de esto se ha visto. Para negociar con el Eln, se debe bajar de la nube a los terroristas que siguiendo el ejemplo de las Farc, aseguran que están negociando de igual a igual con el Estado. Se debe retirar cualquier mediación de la iglesia católica de allí, pues entre los mediadores de buena voluntad están los teólogos de la liberación esencialmente elenos, además de que los sacerdotes tienen muchos problemas internos que resolver en sus parroquias y a eso deberían dedicarse. Se debe negociar en Colombia y no en Cuba que es la sede social del terrorismo en Latinoamérica. Y se debe establecer un cronograma con pasos concretos para que los terroristas entreguen las armas y se sometan a la justicia. No más legitimaciones a los criminales.

     Paralelo con esto, la Fiscalía y los organismos de seguridad deben incrementar las acciones ofensivas contra las milicias populares del Eln y sus demás organizaciones clandestinas afines a las bases revolucionarias de masas, los grupos de estudio y trabajo, los núcleos revolucionarios y las demás estructuras político-organizativas que contempla el Plan Vuelo de Águila dentro del concepto marxista-cristiano de la revolución armada para alcanzar el poder popular. Si se golpea y desarticula al Eln en estas instancias, las cuadrillas armadas quedan a la deriva y atadas al narcotráfico hasta su autodescomposición final. Si se les hace el juego de la legitimación política, perviven como las Farc y sus “disidencias”. Es una lógica derivada de las técnicas de “negociación de la paz” a lo largo de la guerra revolucionaria marxista-leninista.

     Para combatir el narcotráfico en la periferia donde además siguen siendo fuertes las supuestas disidencias de las Farc, el Eln y los resucitados grupos del Epl, urge replantear la estrategia de solo empleo de la fuerza armada y erradicación manual o con fumigación. El gobierno Duque debe entender que además de estas acciones, la tarea es quitar el agua al pez, es decir cortar el cordón umbilical que une a la población civil organizada desde hace varias décadas por el Partido Comunista  legal y el clandestino, en redes de apoyo a las Farc, el Eln y el Epl.

     El día que se rompa esa alianza entre narcos, guerrillas comunistas y “organizaciones sociales” que bajo un régimen estalinista controlan al campesinado o las comunidades indígenas afectadas, ese día se podrá decir que el Estado colombiano obtuvo el control institucional y que quien la “hace la paga”.

     Igualmente Duque debe agregar a las demandas ante instancias internacionales y los pedidos de apoyo que hace para que Venezuela regrese a la libertad y la democracia, la descarada relación del régimen de Maduro con las “disidencias” de las Farc y el Eln. Para la muestra un botón, en un evidente ajuste de cuentas entre narcos, la semana anterior un grupo del Eln asesinó a unos militares venezolanos, e igual que Chávez cuando las Farc asesinaron a unos funcionarios de PDVSA y unos infantes de marina venezolanos en 2006,  esta vez Maduro aseguró que el crimen fue perpetrado por “paramilitares” colombianos”, para lavar la imagen de sus cómplices de las Farc y el Eln.

     Esa alianza de Maduro con el terrorismo comunista contra Colombia y su simbiosis con el narcotráfico, debe hacer parte de las demandas internacionales de Colombia contra este pintoresco pero peligroso dictadorzuelo tropical. Las Farc y el Eln hacen parte del proyecto castro-chavista y la agresión sigue viva. Además, no se puede descartar que en medio del desespero por la ingobernabilidad de su régimen y el cada día más asediado desfase económico venezolano, Maduro y sus asesores puedan acudir a la fórmula de desatar una guerra contra Colombia, porque es “aliada del imperialismo yanqui que hace la guerra económica a la revolución bolivariana”

     Colombia tiene pendiente un nuevo fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, como consecuencia de dos nuevas y espurias demandas de la dictadura nicaragüense de Daniel Ortega. Es sabido que Ortega y Maduro son peoncitos de la dictadura cubana, pero a la vez alfiles estratégicos de Rusia y China en Latinoamérica. No es descabellado inferir, que a partir de lo que pueda contener ese fallo de una corte cuya credibilidad no es fiable, Maduro podría “acudir en apoyo de su aliado” y desatar una grave crisis regional.

     Todo esto implica una reestructuración en los planes y alistamiento de tropas para desarrollar las hipótesis de guerra externa. No se trata de desatar espíritus belicistas, sino de fortalecer la defensa nacional, pues si “quieres la paz prepárate para la guerra”. La capacidad disuasiva es la mejor manera de evitar que un aventurero tropical se atreva a atacar a otro país, con el propósito de camuflar su ineficiencia interna. Y es la mejor manera de advertir a China y Rusia que andan detrás de que esto llegare a suceder, que Colombia se puede anticipar a los planes belicistas de Maduro.

     Respecto a las supuestas disidencias de las Farc, sus nexos con el narcotráfico y la “protesta social” de las “organizaciones sociales” que agrupan a los coqueros y narcos, el gobierno Duque debe reducir la retórica y ser más efectivo.

     Para los servicios de inteligencia no es ningún secreto que las Farc, lograron en Cuba lo que no pudieron en 50 años de narcoterrorismo comunista, porque ubicaron a diez cabecillas en el congreso de la república, mantuvieron armados en las ciudades a cientos de sus integrantes infiltrados entre los escoltas de la Unidad Nacional de Protección, no desmovilizaron las milicias bolivarianas, ni desenmascararon a los miembros del  Partido Comunista Clandestino, se posicionaron ya no de una republiqueta independiente sino de 26 Marquetalias, para seguir tirando la línea revolucionaria desde la base campesina, y se legitimaron como “protesta social” en la periferia geopolítica del país o Hinterland.

    Por esas razones, el país extraña que si durante el débil y sinuoso gobierno Santos hubo operaciones aeroterrestres tan contundentes que concluyeron en las bajas en combate de Cano, Jojoy, Lucero Palmera, etc,  ahora que supuestamente las Farc se desmovilizaron y que según dicen santistas y el alto mando las Fuerzas Militares no fueron minimizadas, entonces porque no se repiten esas mismas operaciones contra las “disidencias” de las Farc, contra los elenos y contra el Epl.

    En síntesis Colombia sigue en guerra contra un enemigo interno alebrestado por las imposiciones de las Farc a Santos y De la Calle en Cuba, amenazado por la eventual acción armada de Venezuela, asediado por la presión de Estados Unidos para que erradique la coca en áreas controladas por “organizaciones sociales” que promueven la “protesta social” e inducen al creciente irrespeto contra la policía y el Ejército, además de continuar la progresiva construcción de repúblicas independientes paralelas en el Hinterland o periferia, con el propósito calculado de avanzar sistemáticamente hacia el Heartland o corazón geopolítico del poder nacional.

    Tal vez, para desarticular el ambicioso plan estratégico comunista-armado, se necesita un estratega como Churchill, un ejecutivo como Roosevelt, un patriota como De Gaulle y una mano de hierro como la de Stalin. Ya que es imposible conseguir un líder con todas esas características a la vez, urge a Duque estructurar un equipo de alto nivel con esos perfiles para que desarrolle un plan estratégico encaminado a quitar el agua al pez en la periferia, para fortalecer las Fuerzas Militares en la defensa del país y para proyectar a Colombia como una potencia geopolítica regional.

     El reto está dado, y esa podría ser la primera reflexión geopolítica y defensa nacional de lo que mejor le conviene al país en estos aspectos, vistos los primeros cien días de mandato de Iván Duque Márquez.

    Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

     Especialista en Geopolítica, Defensa Nacional y Estrategia

     www.luisvillamarin.com

     El coronel Luis Alberto Villamarín Pulido es autor de 35 libros y más de 1650 artículos en temas de sus especialidades académicas. Sus obras son referentes bibliográficos en diferentes centros de educación superior de mundo y a menudo analiza problemas internacionales de geopolítica para diversos de medios de comunicación en los cinco continentes.

 

 

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