Colombia subsiste como Estado gracias a la sangre, el sudor y las lágrimas vertidos por sus soldados, en defensa de la libertad, el orden, y la imperfecta democracia que nos caracteriza. En contraste, a muchos connacionales, parecería importarles muy poco o nada, la suerte que corran quienes les permiten disfrutar de las comodidades o las circunstancias favorables, que les proporciona su existencia dentro del territorio nacional.
Cínicos algunos de los “negociadores de paz” que se arrodillaron arrodillaron ante Márquez y Santrich en Cuba, abren eventualmente la boca para proponer, lo que las Farc les ordenaron en Cuba. Pero nunca cuestionan a quienes eran sus amos en la isla caribeña, por la farsa matizada de terror, sangre y violencia que se vive actualmente en Norte de Santander, Arauca, Nariño, Cauca, Valle, Chocó y el conflictivo Bajo Cauca.
Ni tienen la desvergüenza para reconocer que por su falta de foco, los terroristas engañaron al país y ahora tienen senadores, partido político, cuadrillas armadas, y cómplices que los legitiman en la JEP; la memoria histórica y la verdad histórica. Por el contrario, son adalides de la moral y la corrección política.
El viernes 24 de septiembre de 2021, en la vereda Río Blanco del municipio de Dagua (Valle) terroristas de las Farc, activaron un campo minado irregular, cuyo estallido causó la muerte de tres soldados y heridas a otros.
Fuera del escándalo mediático momentáneo y los conceptos estratégicos de “especialistas en seguridad” que ni siquiera prestaron servicio militar, llegó el fin de semana y la noticia pasó a último plano, mientras solitarias y olvidadas las humildes familias víctimas del narcoterrorismo comunista, lloran a sus muertos, los entierran, pero mañana nadie se acordará de ellos.
No es un secreto que ante el fracaso del Mono Jojoy para “anillar” a Bogotá con frentes guerrilleros con el fin de avanzar hacia la toma del poder, Alfonso Cano urdió el Plan Renacer de las milicias bolivarianas y el partido comunista clandestino, (estructuras terroristas que nunca se desmovilizaron), tomando como objetivo prioritario a Cali, bajo la premisa que si cae la capital del Valle, cae todo el Pacífico y el país se parte en dos.
Esa es la razón por la cual, los cabecillas de las Farc insistían en el despeje de Pradera y Florida, para que Piedad Córdoba y los colombianos por la paz, hicieran el show mediático del “acuerdo humanitario” para liberar a los secuestrados.
Por la misma razón concentraron alrededor de Cali, a varias cuadrillas de las Farc, dedicadas al narcotráfico, desde la época en que el cartel de Cali les “cotizaba”. Por esa misma razón Pablo Catatumbo y Alfonso Cano asesinaban sin compasión a los indígenas Awa, Y por esa misma razón es que Alfonso Cano trasladó su guarida del sur del Tolima a una vereda en Suarez-Cauca, realmente cercana a la capital del Valle.
Pero además, por esa misma razón durante la violenta “protesta pacífica” contra el gobierno Duque, promovida y financiada por delincuentes con ruana y sin ella, las acciones más críticas de criminalidad comunista, sucedieron en Cali, ciudad donde bandidos de todas las pelambres se unieron en el mismo propósito: destruir la infraestructura pública, desconocer la autoridad legítima, promover el caos y avanzar hacia la constricción del “poder popular”.
La danza de millones pesos pagados por los carteles del narcotráfico, que financiaron a los vándalos y a muchos “espontáneos” gestores y actores de la violencia sin límites a nombre de la “protesta social en Cali”, también financia a las supuesta disidencias de las Farc que acaban de asesinar los soldados en la vereda Río Blanco de Dagua (Valle), y a los criminales que tienen azotada a la población rural del vecino municipio de Tuluá, donde las Farc y los demás carteles de narcos de esa región, incendiaron el Palacio de Justicia municipal, para destruir los expedientes judiciales que se instruían en su contra.
Tan elemental pero real deducción, indica que existe un fuerte nexo orgánico entre los terroristas urbanos de las Farc y el Eln, que causaron la violencia en Cali y Tuluá, con los criminales que instalaron la trampa mortal contra los soldados de la Tercera Brigada en Dagua el 24 de septiembre de 2021.
Sin embargo, de esa realidad no se oye nada. El ministro de Defensa repite las frases de cajón de sus antecesores, los periodistas invitan a los programas de opinión a muchos sabelotodo que opinan sobre todo de lo que no conocen, proponiendo conversaciones de paz o cuestionando al actual gobierno, pero ocultando la realidad, de que estos crímenes de las Farc, son la consecuencia de la falta de carácter y de sesos de los convidados de piedra. que fueron a Cuba a legitimar la vanidad de Santos, sin intuir que tanta debilidad, repercutiría en la grave situación que en la actualidad experimenta el departamento del Valle.
Mientras tanto los comunistas desarmados legitiman todas esas barbaridades de sus compadres armados, con el argumento de la necesaria paz; el cartel de la mermelada santista se mezcla con personajes oscuros que han hecho mucho daño al país; y los que dicen ser de derecha, aprovechan la época preelectoral, para engatusar votantes al llenar de elogios a sus “super héroes los soldaos y policías de Colombia”.
Y claro está, los políticos corruptos que se dan silvestres en el país, siguen robando a dos manos donde ven un peso disponible.
La academia como siempre alejada de la realidad nacional, hace lo mismo que los periodistas limitados en capacidad informativa. A menudo inventan palabrejas para adornar sus escritos, y en medio de tanta indolencia y tragicómico folclor, consideran que al utilizar términos estrambóticos, ellos son neutrales a la realidad de una guerra que hace décadas desangra a los estratos más pobres de Colombia.
Por esos motivos, en la vereda Río Blanco de Dagua perdieron la vida tres soldados de la Tercera Brigada, pero con excepción de sus seres queridos, a muy pocos colombianos les importó lo sucedido. Por eso los políticos corruptos desangran las finanzas públicas, mientras que los terroristas de las Farc, del Eln y los demás carteles del narcotráfico, con total impunidad asesinan la vida en primavera en nuestro país.
Saben de antemano, que cuando quieran prolongar la estratagema de engaño con farsas de negociación, aparecerán otros politiqueros descriteriados como Juan Manuel Santos, Humberto De la Calle, Roy Barreras, Benedetti o generales sin identidad por su institución como Jorge Mora, Oscar Naranjo, o Alberto Mejía Ferrero, dispuestos a disfrazar delfincitos yuppies dizque de soldados, arrodillarse ante los nuevos bandidos y “hacer con ellos el mejor pacto posible”, así tengan que burlarse de las decisiones populares, con la venia cómplice de la “derecha no tan derecha” que en medio del afán politiquero, les legitiman los pactos sucios entre sub judice.
Todo parece indicar que a muchos colombianos ni les duele la vida de sus soldados, ni les importa el destino del país, ni les parece grave que los narcotraficantes y terroristas masacren a los más pobres, pero eso sí, tienen arrestos para salir a “protestas sociales”, que no resuelven nada y fortalecen a los ideólogos de dichos criminales.
Nada más pero tampoco nada menos diría el maestro Arturo Abella.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 39 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional