El 23 de septiembre de 2001, Colombia recibió con alborozo la noticia de la muerte en combate del narcotraficante y terrorista, Víctor Julio Briceño alias el Mono Jojoy, uno de los delincuentes con más abultado prontuario criminal, de las últimas décadas en el país y en el mundo.
Hijo de bandoleros comunistas cercanos a Juan de la Cruz Varela y los dirigentes del Partido Comunista en la década de 1950, desde cuando tenía 10 años de edad, el Mono Jojoy inició a sembrar los surcos de su despiadada conducta y su mentalidad siniestra, para asesinar sin reatos, traficar cocaína a raudales, entrenar terroristas, emboscar unidades militares, planear asaltos a desprotegidos puestos de policía alejados del centro del país, construir partido comunista clandestino con cómplices de los terroristas, secuestrar, robar tierras a humildes finqueros campesinos, desterrar labriegos que no aceptaran sus imposiciones, asesinar guerrilleros dentro de las guaridas, urdir tramas con periodistas “imparciales” miembros desarmados de las Farc, y la lista sigue…
Después de servir de guía a Tirofijo desde Cabrera hasta la vereda La Escalera en el municipio de La Macarena (Meta), para realizar la segunda conferencia del grupo terrorista en 1966, Jojoy se convirtió en estafeta de las Farc desde el páramo de Sumapaz hacia el Tolima y el Huila. Con menos de 15 años de edad se convirtió en el “hijo adoptivo y predilecto de Tirofijo”. Y desde entonces, permaneció cerca del anciano terrorista hasta su muerte, coincidencialmente en la vereda La Escalera, donde Jojoy conoció en 1966 el primer campamento de Tirofijo.
La contundente Operación Sodoma, que significó el final de la sanguinaria existencia del más cruel y violento de los capos del secretariado del cartel de las Farc, fue el resultado de seis años de incesante persecución de los soldados a Jojoy y su cuadrilla de seguridad.
Finalmente mediante una habilidosa combinación de informes de inteligencia humana, inteligencia técnica de intercepción de comunicaciones, e inteligencia de combate por parte de las tropas que lo buscaban en el terreno, las Fuerzas Militares lo abatieron mediante un contundente bombardeo contra su guarida.
Atrás quedaban las Farc derrotadas, desmoralizadas y la cantidad de desertores de todas las cuadrillas se reflejaban en las oficinas de atención al desmovilizado en la capital de la república. A partir de ese contundente golpe, Alfonso Cano, Timochenco, Iván Márquez y los demás terroristas que dirigían las Farc, sabían que estaban contadas sus horas de agresiones contra los colombianos
Para salvar el pellejo y posicionarse como grupo político con cuadrillas armadas, control del narcotráfico y ser abanderados de la “protesta social” encontraron al personaje preciso que les ayudaría a cristalizar tales propósitos.
Tramposo y manipulador, Juan Manuel Santos se había hecho elegir con marrullas y mentiras prometiendo continuar la ofensiva militar contra las Farc hasta postrarlas, pero en realidad, este indigno presidente estaba en tratos secretos con los terroristas, y para sacarlos del hueco negro en que estaban y a cambio de conseguir el innecesario e inmerecido Premio Nobel de Paz, les entregó todo lo que pidieron a cambio de nada.
Uno de los oscuros pactos con los terroristas acordados por Santos y los mudos convidados de piedra que envió a la Habana encabezados por el general Jorge Mora Rangel y Humberto Delacalle, fue la JEP, estrado “judicial” que además de tener serios cuestionamientos por escándalos administrativos y una costosa nómina de izquierdistas, ha demostrado que cada citación a los terroristas a explicar sus dantescas conductas contra la especie humana, se ha convertido en el escenario ideal, para que los cabecillas hagan gala de cinismo e irrespeto por la dignidad de las víctimas.
En pleno undécimo aniversario de la muerte de Jojoy, la terrorista Sandra Ramírez amante de Tirofijo y una de las delincuentes farianas con mas abultado prontuario de delitos y con mayores secretos de la agresión comunista armada contra Colombia, tuvo el cinismo de remover mediante cínicas afirmaciones, las heridas de los policías y soldados secuestrados por el Mono Jojoy.
Todo esto con la venia de periodistas mediocres, carentes de respeto y amor por Colombia, quienes mediante el afán de la noticia morbosa que revierta en galardones del gremio, se convierten en cómplices de los “magistrados” de la JEP y de los terroristas, al publicar sus cínicas intervenciones.
Para colmo de males, a juzgar por los actuales sucesos, a los capos del cartel de las Farc, les funcionó a la maravilla la estrategia “negociadora de paz”, estratagema que la mala fe de Juan Manuel Santos y sus consuetas toleró a los cabecillas en Cuba, y luego legitimó en dos shows mediáticos en Cartagena y el Teatro Colón, pasando por los autonombrados de la “derecha” que agregaron 18 páginas al escrito inicial de imposiciones a Delacalle, Mora y los demás serviles que se arrodillaron ante Márquez y Santrich en Cuba.
Atónitos y desconcertados como hemos estado los colombianos desde inicios de la república, observamos día a día, que está haciendo metástasis, lo impuesto por Iván Marquéz a los ineptos que nombró Santos para negociar en Cuba. Las Farc siguen desarrollando su calculado plan estratégico. No entregaron las armas, pues contaron con la complicidad de funcionarios de la ONU que vivían de parranda en parranda en los campamentos terroristas.
Nunca entregaron los bienes ni devolvieron a los menores de edad. Siguieron con el control de la coca y el procesamiento de la cocaína, tienen como escoltas armados y pagados por el Estado a los mismos criminales que los acompañaban a cometer fechorías, viven a cuerpo de rey en Venezuela, cuentan con comisión de verdad del conflicto propia, la JEP está ideológicamente con ellos, los periodistas los llaman senadores y les rinden pleitesía; hacen favores políticos a sus cómplices autoaceptando culpas por crímenes cometidos por otros carteles de las drogas; y, de remate la situación de violencia y desorden público se multiplica en Norte de Santander, Arauca, Putumayo, Cauca, Valle, Chocó y el Bajo Cauca.
Poco a poco estamos retornando a la oscura época cuando el Mono Jojoy ordenaba desde el Meta a todas las cuadrillas de las Farc, atacar de manera sostenida contra Colombia. Mientras la concubina de Tirofijo lo exalta, las Fuerza Militares y de Policía carecen del respaldo creíble de voluntad política para actuar, pues la justicia permeada por izquierdistas en muchos sectores opera como partido político de oposición, y como si fuera poco, muchos periodistas les sirven de caja de resonancia, en las universidades pululan los “análisis y estudios” escritos solo con manos izquierdas, las dificultades de los jóvenes son manipuladas por los “promotores de la violenta protesta pacífica”, etc…
Pero como dice la popular canción colombiana: “Aquí no hay problema, aquí no hay pelea, mi gente de Cali disfruta y rumbea”
A ese ritmo, en breve tendremos la imagen del Mono Jojoy en los billetes que elabora el Banco de la República, pues ya el gobierno colombiano autorizó incluir en el actual dinero circulante, las fotografías de personajes siniestros cuyas ejecutorias causaron mucho mal al país. Y si ya están esos sujetos de mala prosapia como símbolos de nuestra nacionalidad, ¿Por qué no puede estar la fotografía del Mono Jojoy en los billetes que elabora el Banco Central?
En conclusión: 11 años después de la muerte del Mono Jojoy, Colombia sigue sin resolver problema de narcoviolencia comunista.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 39 libros sobre geopolítica, estrategia y defensa nacional