El conflicto colombiano y la selección de los generales.

Publicado: 2007-08-16   Clicks: 2334

Por coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

Escritor-estratega

Publicado el 16 de Agosto 2007 11:10 AM en el Diario El Tiempo de Bogotá-Colombia

http://www.eltiempo.com/blogs/analisis_del_conflicto_colombiano/2007/08/El-conflicto-colombiano-y-la-s.php

   ganar la guerra  Cuando era alumno de la Escuela Militar de Cadetes escuché decir a los oficiales de planta, que la antigüedad derivada de las calificaciones académicas y  de las evaluaciones permanentes por virtudes militares que encarnan el liderazgo, era puntal básico para llegar a ser oficial brillante e inclusive general de la república. No obstante, el entorno de los instructores, comandantes y compañeros, me decía que algunos no eran tan brillantes y por otros factores avanzaban en la carrera, dejando a un lado a los mas capaces.

 

Quince años después, una tarde de finales de julio de 1992 en su apartamento al norte de Bogotá, irónico, el general Fernando Landázabal Reyes (qepd), manifestó algo que comprendí mejor con el paso de los años:

-A generales no llegan todos los que son, ni son todos los que están. ¡Carajo!…, se cuelan unos que ni para que le digo. Son pura pinta y nada más-

Cambiamos el tema de la conversación, pues el asunto medular de ese día era la espectacular fuga del capo Pablo Escobar de la seudo-cárcel de la Catedral. El tiempo transcurrió y los encuentros académicos con el general Landazábal fueron interrumpidos por los traslados a las zonas de combate.

     Sin embargo, en cada regreso a la capital lo visitaba y hablábamos acerca de la guerra en el país, del descrédito de la clase política y de temas relacionados con la situación interna del Ejército.

     Aunque siempre recordaba sus frases respecto la calidad profesional de algunos “colados” a generales, nunca mas volvimos a hablar del asunto, aunque me llamó poderosamente la atención la descripción del general Valencia Tovar, acerca de las componendas de los generales Camacho Leyva y Varón Valencia para sacarlo del Ejército con la complicidad de López Michelsen; así como la “puñalada trapera”  del general Rebéiz Pizarro contra el general Ruiz Novoa en claro contubernio con el presidente Guillermo León Valencia..

       Ascendido al grado de teniente coronel, comencé a vivir en carne propia la realidad del agudo comentario de Landazábal, cuando fui trasladado a la Quinta División a trabajar bajo el mando del general Jorge Mora Rangel. Una cosa era la apariencia externa y otra su verdadera capacidad para liderar tropas. Como principal responsable del deshonroso fracaso de la Brigada Móvil No. 1 en San Juanito-Meta, donde las Farc aniquilaron una unidad especializada de contraguerrillas, el general Mora escurrió el bulto, y trasladó responsabilidades a terceros.

     Con argucias y con la venia de sus superiores, salió airoso del problema, e inclusive de ese cargo pasó a ocupar la comandancia del Ejército, como si no tuviera ese vergonzoso antecedente en su hoja de vida, sumado a la emboscada que le hizo Tirofijo a mediados del setenta y le mató a un guía apodado “el gringo”. Los muertos fueron sepultados, los familiares de las víctimas de San Juanito, recibieron los cadáveres, un tricolor nacional y una pensión vitalicia, pero la guerra continuó.

      Luego le conocí la faceta del hombre carente de lealtad y de transparencia, que urde tramas no solo para permitir el vilipendio de la institución en la zona del Caguán, sino para deshacerse de un subalterno incómodo que tuvo el carácter de oponerse a la desviación de fondos oficiales. Y para ello contó con la complicidad del general René Pedraza Peláez, un arrogante, locuaz, corto de neuronas y poco apto comandante de tropas, muy dado a abusar del mando y a pontificar sobre lo que mas le faltaba: habilidad o destreza en el quehacer militar.

      Fui trasladado a Cali por orden de Mora, para que Pedraza cumpliera con el cometido de sacarme del Ejército, con base en una serie de asqueantes componendas. Nunca antes había trabajado con Pedraza, pero por la evidencia sabía que era un hombre terco, envidioso y de escasa capacidad como estratega militar, protuberantes ineptitudes profesionales que suplía con una amplia capacidad de intriga derivada del amiguismo y de persecución contra quien tuviera en ojeriza.

       Mediante una serie de procedimientos aberrantes cohonestados por el general Mora, Pedraza logró el objetivo y colocó en el mismo cargo a un coronel que le había ayudado a urdir todas las perversas tramas. Y así como ese caso, hizo lo mismo contra otros oficiales que no eran de su agrado. Se creía el dueño del Ejército, además que nunca asumía las responsabilidades de su grado y cargo, sino que las trasladaba a quienes quería afectar.

      Parte de ese problema se deriva en que en la escogencia de los generales, no tiene ninguna incidencia la hoja de vida con el acumulado profesional de los coroneles. La selección de los nuevos oficiales de insignia,  es el corolario de una reunión de todos los generales en servicio activo, quienes mediante votación secreta de la cual se elabora un acta únicamente con los resultados, mas no con las ponencias para justificar cada decisión, eliminan a unos y seleccionan a otros.

      El problema es evidente desde hace casi tres décadas. Cuando era subteniente notaba que algunos oficiales mas antiguos, eludían la responsabilidad de ir a las unidades de combate y gracias a padrinazgos se ubicaban en cargos administrativos en Bogotá, además del infaltable viaje de comisión de estudios al exterior en cada grado, para acumular unos cuantos dólares.

      Con el paso de los años algunos de estos oficiales que eludían la guerra, llegaron a ser generales y desde luego su inexperiencia en operaciones de contraguerrillas, condujo a estruendosos fracasos tácticos, verbigracia, San Juanito, La Carpa, Gutiérrez, Dabeiba, El Dorado-Meta, Granada-Antioquia, Cerro Tokio, etc o lo que es peor llegaron a comandar brigadas y divisiones en cuyas jurisdicciones el problema se les salió de las manos.

      De remate, casi todos los oficiales con experiencia en exitosas operaciones de contraguerrillas que conocí, se quedaron en el camino, casi siempre por algún roce personal con un superior con poder decisorio, con la circunstancia agravante que a algunos de los generales en servicio activo les fascina que los “endiosen” y les rindan exagerada pleitesía casi servilismo, en una costumbre muy propia de la herencia colonial española. Unos cuantos quijotes, que llegan a generales y no pertenecen a ese tipo de aculturaciones son los que han sostenido el liderazgo en la institución.

     Como la hoja de vida pasa a segundo plano, de nada valen las ejecutorias profesionales, pues se superpone el criterio personal o la amistad con que se maneja la votación. Así, cada año salen de la institución oficiales con exitosas carreras, mientras continúan dentro de los generales algunos como Mora y Pedraza, que inclusive llegan a ocupar  altos cargos y utilizan el poder que estos les dan, para acabar carreras meritorias, ubicar a sus amigos en puestos claves, etc. Esta es otra de las razones por las cuales la guerra se prolonga, pues no siempre están los más capaces ni los más idóneos en el comando de las unidades de combate.

El general Landazábal tenía mucha razón cuando dijo: “A generales no llegan todos los que son, ni son los que están…..Se cuelan unos que ni para que le digo”

 

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Analista de asuntos estratégicos

www.luisvillamarin.com

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