En un sistema presidencialista como el colombiano, se acumulan varios yerros, coligados con insuficiente democracia, poca o nula gobernanza, cero participación ciudadana, obvias tendencias al caudillismo-autoritarismo, y mínima o ninguna actividad de partidos.
Dentro de ese esquema, el congreso de la república, históricamente plagado de corrupción moral y administrativa, ineficiencia legislativa, burocracia y fomentos del amiguismo, contratación oscura, etc., se suma con incidencia negativa al cúmulo de factores fatales para que las autoridades de las tres ramas del poder público ejerzan honesta y efectivamente sus funciones.
El origen del problema está en que a pesar de ser los verdaderos bastiones de la democracia, hoy como siempre, los partidos políticos colombianos son los que surten candidatos presidenciales y aspirantes al congreso. Por costumbre sus escogencias obedecen a caciquismos, corruptelas, componendas y no en pocos casos, acuerdos mafiosos que luego se traducen en resonantes casos de podredumbre moral y corrupción con los dineros públicos.
En consecuencia, ni los congresistas tienen autoridad moral, ni les interesa representar a sus electores vigilando las ejecutorias del mandatario de turno, ni los partidos políticos son fuente de estrategas con visión de estadistas. Son tristemente, empresas y corruptelas comerciantes de votos, mantenedoras de umbrales, que les permitan participar en el latrocinio y repartija del país. Ante este cuadro tan real, sería aceptar un consentido suicidio colectivo, votar en 2026, para mantener en el congreso a los mismos que hoy cohonestan por acción y omisión al desgobierno petrista.
El camino de la sensatez indica que la solución es clara.
Como no hay partidos políticos y en consecuencia, quienes han destapado sus cartas, para sin lugar a dudas, seguirán en el mismo esquema, no queda otra opción que estructurar, desarrollar y fortalecer un partido político serio y con visión de Estado.
Si en verdad, queremos salvar a Colombia, sin eslóganes electoreros, y sin contubernios con todo tipo de mafias, incluidas las actuales, que dicen ser de derecha, de izquierda, de centro, o de colorines variopintos. Manos a la obra, les habló Luis Alberto Villamarín Pulido
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