Análisis del conflicto colombiano
Como es obvio de suponer, las primeras reacciones políticas y mediáticas en torno a la anunciada muerte del pintoresco y traicionero mandatario venezolano Hugo Chávez, dan espacio para cientos de especulaciones y suposiciones de tirios y troyanos.
Diferente a quien sea el sucesor del emporio comunista orquestado por la dictadura cubana en Caracas, para que la “revolución chavista” tenga continuidad, hay algo claro y concreto:
La muerte del proterrorista Hugo Chávez, no minimiza el complot comunista contra Colombia, debido a que sus copartidarios siguen aferrados al timón del gobierno venezolano y el manejo de petrodólares para apoyar a las Farc y los gobiernos cómplices adscritos al Foro de Sao Paulo, el Alba y la interacción con el Plan Estratégico de las Farc.
En ese sentido, una eventual caída de la dictadura cubana, sería más efectiva para minimizar la agresión comunista armada y desarmada contra Colombia. La razón es obvia:
Poseedores de información privilegiada acerca de la salud de Chávez y conscientes que para sostener su satrapía en la isla, e influencia sobre sus peoncitos en Quito, Managua, La Paz, Buenos Aires, Montevideo y Brasilia, para subsistir en el paisaje prodelictivo en el continente, los dictadores Castro que necesitan los petrodólares y la acción demagógica de un bocón irrespetuoso como Chávez, deben haber previsto el curso de acción a seguir tras la muerte de Chávez.
Y Colombia está en el centro del plan de acción de los comunistas latinoamericanos, dada la posición geoestratégica, la importancia geopolítica y la abundante riqueza de nuestro país, objetivo de vieja data de la dictadura cubana y sus cómplices, que incapaces de lograr ese objetivo político, han dedicado ingentes esfuerzos a apoyar el narcoterrorismo de las Farc y el Eln.
Solo la falta de dignidad de Juan Manuel Santos o el cinismo de Ernesto Samper, pueden ser referentes para expresar condolencias al pueblo venezolano por la desaparición de un bandido de cuello blanco, que durante más de una década facilitó espacio político y margen de maniobra a las Farc y el Eln, grupos terroristas a los que les asignó oficinas en Fuerte Tiuna, protegió a sus cabecillas, apoyó con armas y dinero, contactó con traficantes internacionales de armas y drogas, relacionó con terroristas islámicos y con cinismo declaró en la sede de la Asamblea venezolana, que para su cuestionado gobierno los terroristas colombianos tenían estatus de beligerancia.
Quizás la salida del escenario político latinoamericano de Chávez, reduzca el apoyo mediático de Caracas a las Farc, pero eso no equivale a que este apoyo desaparezca o se minimice.
Por el contrario, es de esperarse que para sostener la torcida nomenclatura comunista que de seguro implantarán Maduro, Cabello, Jaua y demás alcahuetas de Chávez; estos nuevos gobernantes de la maltrecha Venezuela, recurrirán a las Farc para apoyar los grupos de civiles armados que defienden la revolución chavista y de paso los sostengan en el poder, para lo cual contarán con la desesperada asesoría de los hermanos Castro y miles de terroristas cubanos instalados por Chávez en Venezuela, para desarrollar su ambicioso proyecto.
Por lo tanto, el chavismo será el principal padrino de la farsa Santos-Farc en La Habana, incluido el eventual uso de la fuerza militar contra Colombia, primero en apoyo de las Farc cuando se produzca el rompimiento de las conversaciones, o en apoyo del camarada Ortega en torno al diferendo del mar territorial del Archipiélago de San Andrés y Providencia. Además porque las Farc hacen parte del proyecto totalitario del socialismo del siglo XXI.
Los discursos y mensajes de los gobernantes del hemisferio cómplices de las Farc, corroboran que la jauría comunista tejió, teje y seguirá tejiendo un complot contra Colombia, para instalar en el Palacio de Nariño a un delincuente de cuello blanco, de aquellos que aparecen registrados en los computadores incautados a Raúl Reyes, el Mono Jojoy, Iván Ríos y Alfonso Cano, pero que no han investigado ni juzgado, el gobierno nacional ni la por siempre cuestionada justicia colombiana.
En síntesis, se fue un enemigo de Colombia, un comunista traicionero y peligroso y un siniestro socio de las Farc. Pero, su muerte no significa el fin del complot comunista contra el país, ni un aporte para que la farsa de las conversaciones de La Habana enderece el rumbo que conviene al país, ni mucho menos para que Correa, Evo, Ortega, Dilma, Mujica, los hermanos Castro y Maduro, suspendan el apoyo a las Farc, que repetimos hacen parte de su proyecto totalitario integral en el continente.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
Lea aquí las obras escritas por el coronel Luis Alberto Villamarín Pulido