Juventud iraní, protesta porque no tiene nada que perder, pero si una libertad por ganar.

Publicado: 2022-09-25   Clicks: 1192

   

Geopolítica del Medio Oriente.

     La absurda y violenta muerte de Mahsa Amini una mujer joven, fue el detonante para que en Irán se desatara una gigantesca ola de protestas civiles, que progresivamente ha unido a todos los sectores de la sociedad, en el mismo momento histórico, en que el país navega en medio de represión creciente; economía debilitada por sanciones económicas internacionales, pandemia y recesión mundial; además de perspectivas sombrías, para el futuro inmediato de la nación de mayoría chiita, gobernada con mano de hierro por la teocracia de los ayatolás desde 1979.

     Los hechos iniciaron a desatarse el 13 de septiembre de 2022, cuando Mahsa Amini una mujer de 22 años de edad se apeó del tren en una estación del metro de Teherán. La joven víctima llevaba el cabello oscuro cubierto con un pañuelo negro y las líneas de su cuerpo marcadas por la ropa, cuando fue interceptada por la Patrulla de Orientación,

     Los gendarmes son miembros de la policía moral de Irán, encargados por el régimen iraní de hacer cumplir las ultraconservadoras reglas de vestimenta y conducta islámicas, impuestas en la vida diaria de los iraníes desde la revolución integrista de 1979, quienes para desgracia de las mujeres iraníes, han sido empoderados por decisiones políticas del presidente Ebrahim Raisi un chiita de línea dura, que asumió el cargo en 2021.

      Según los estándares impuestos por la teocracia a sus gobernados iraníes, Mahsa Amini estaba mal vestida. Una vez capturada, Mahsa Amini fue subida a bordo de una camioneta y llevada a un centro de detención, para someterla a “reeducación”. Tres días después, el 16 de septiembre de 2022, la joven detenida murió, víctima de torturas y malos tratos propinados por los captores “moralistas”.

     Tras una intensa semana de ira, euforia y batallas callejeras, sigue en ascenso la mayor manifestación de rechazo contra el sistema gobernante, vista en más de una década. El nombre de Mahsa Amini está en todas partes. En docenas de ciudades, miles de manifestantes iraníes han coreado “mujeres, vida y libertad” y “muerte a la dictadura del ayatolá Ali Khamenei.”, rechazando el gobierno teocrático de la actual República de Irán.

      Inclusive en ciudades profundamente religiosas, tales como Qum y Mashhad, desafiantes, muchas mujeres se despojan de la cabeza los hiyab o pañuelos y los incineran en hogueras callejeras.

     En uno de estos episodios, una mujer joven se cortó el cabello frente a una multitud de enardecidos manifestantes. En otros escenarios, mujeres jóvenes se han atrevido a bailar con la cabeza descubierta frente a agresivos destacamentos de policías antidisturbios.

    A la consigna “Muerte al dictador Khamenei”, coreada por los manifestantes en la Universidad de Teherán el sábado 23 de septiembre de 2022, le agregaron: “¡Muerte al pañuelo en la cabeza! ¿Hasta cuándo debemos tolerar tal humillación?”

      No es la primera vez que los iraníes protestan con vehemencia contra la teocracia. Las protestas anteriores en Irán, se originaron en las fraudulentas elecciones en 2009, la mala gestión económica en 2017 y aumentos en el precio del combustible en 2019. Todas tres fueron reprimidas sin piedad por las fuerzas de seguridad de Irán, por ende, esta vez la situación no es diferente.

      Sin embargo es pertinente anotar, que por primera vez desde la fundación de la República de Irán en 1979, el levantamiento por la absurda muerte de Mahsa Amini, ha unido a los iraníes de mayor capacidad económica e influencia sociopolítica, residentes en los apartamentos del norte de Teherán, con los vendedores de bazar en el sur de la capital, entre quienes está la clase trabajadora, así como kurdos, turcos y otras minorías étnicas.

     La heterogeneidad étnica y sociocultural de los manifestantes contra la teocracia iraní, refleja la amplia desazón popular atada a una economía enfermiza y una corrupción descarada, la represión política y las restricciones sociales; frustraciones que el gobierno de Irán ha intentado sofocar en repetidas ocasiones, pero ha fracasado. Y a juzgar por los hechos, cada vez, le resultará peor.

      En esencia, la ira popular no es solo por la muerte de Mahsa Amini. Este crimen fue el detonante. En consecuencia, los atribulados jóvenes impulsores de las protestas y quienes los apoyan, evalúan que no tienen nada que perder, pero si un mundo en libertad por ganar. Están dispuestos hasta a morir, para tener una vida que valga la pena vivir, sin tantas restricciones que a su juicio, comienzan a considerar medievales.

      Debido a la usual censura gubernamental, en el mejor de los casos, la información sobre las protestas sigue siendo parcial. Así, el acceso a Internet continúa interrumpido o completamente bloqueado, especialmente en aplicaciones de mensajería muy utilizadas, tales como WhatsApp, Telegram e Instagram, realidad que dificulta que los iraníes se comuniquen entre sí, o compartan con el resto del planeta, actualizaciones sobre los disturbios y la situación de derechos humanos en su país.

     No obstante, según reportes de ciudadanos de 80 ciudades diferentes, el sábado 23 de septiembre, sucedieron las más enérgicas y envalentonadas protestas que recuerdan. Y no dudaron en catalogarlas como mucho más intensas que los anteriores temblores de disturbios. Desesperados por minimizar la inevitable represión, los manifestantes incendiaron vehículos de seguridad y agredieron a miembros de las temidas fuerzas paramilitares de Irán, y en algunos casos asesinaron a algunos de ellos.

     Tan sensible información filtrada, después de muchas horas de retraso, también sugiere una escalada de la represión por fuerzas leales a la teocracia. Así, las unidades antidisturbios han reaccionado para aplastar las manifestaciones con violencia, incluyendo disparos de armas de fuego y gases lacrimógenos. Decenas de personas han muerto.

      El Comité para la Protección de los Periodistas confirmó que 17 periodistas fueron detenidos, inclusive uno de los primeros en informar sobre la hospitalización de Mahsa Amini. Así mismo, que también aumentaron los arrestos de activistas de los derechos humanos.

      Con la economía de Irán en su punto más bajo durante las últimas décadas y el ayatolá Khamenei con problemas de salud, es probable que el gobierno iraní intervenga con mayor virulencia, en lugar de mostrar signos de debilidad. Pero la violencia no logrará la paz a largo plazo.

     Es bien sabido que los principales líderes del régimen iraní, siempre han dicho que no harán concesiones, porque si hacen una pequeña concesión, tendrían que hacer concesiones mayores.

      Quizás saquen a los manifestantes de las calles, pero como hay deseo colectivo de cambio, la represión no va a detener nuevas protestas. Es obvio suponer, que ya la chispa se encendió y que con medidas enérgicas, los manifestantes regresarán a casa por un tiempo, pero retornarán a protestar con mayor ahínco.

Durante los últimos años, los totalitarios procedimientos gubernamentales han dejado a los iraníes con las protestas como único medio para exigir un cambio de régimen. En 2021, quedó claro, cuánto se habían reducido sus libertades políticas, cuando los líderes religiosos del país descalificaron a todos los candidatos presidenciales, excepto el ultraconservador Ebrahim Raisi, preferido del líder supremo, el ayatolá Khamenei.

      Durante el sesgado proceso, los responsables electorales degradaron lo que alguna vez había sido un foro para que los iraníes debatieran cuestiones políticas y eligieran a sus representantes, auncuando, los candidatos siempre eran preseleccionados dentro del aparato de gobierno.

      De entrada, Ebrahim Raisi se opuso a retomar al acuerdo nuclear de 2015 con Estados Unidos, mediante el que se habían puesto límites al desarrollo nuclear iraní, a cambio del levantamiento de las sanciones y la apertura económica. La elección de Raisi, combinada con el empeoramiento de la economía, llevó a los iraníes a la desesperación, puesto que anhelaban mejores oportunidades, más libertades sociales y vínculos más estrechos con el resto del mundo.

       Así resulta obvio que la generación más joven asume este tipo de riesgos, porque sienten que no tienen nada y que perder, que de seguir así no tienen esperanza para el futuro, a menos que luchen por su libertad.

       Mediante los reiterados bloqueos contra las reformas, el liderazgo teocrático iraní ha convencido a sus gobernados, que el actual sistema represivo, no es reformable, no obstante que probablemente, los iraníes estarían dispuestos a tolerar una versión más suave de la República Islámica.

      En síntesis: Irán se ha convertido en un polvorín interno con graves problemas externos, y la teocracia no parece tener caminos de solución dialogados.

       El obligatorio uso de las mujeres de un pañuelo en la cabeza conocido como hiyab, es un tema que desata apasionamientos: Durante cuatro largas décadas, la ley que exige que las mujeres usen túnicas sueltas y se cubran el cabello en público, ha sido un pilar de la teocracia gobernante y una especie de pararrayos para los iraníes reformistas, e inclusive fue la causa de una de las primeras protestas contra los ayatolás después de la revolución islámica de 1979, por parte de mujeres que no querían verse obligadas a cubrirse el rostro y el cabello.

      Durante el mandato del predecesor de Ebrahim Raisi, el reformista Hassan Rouhani (2013-2021), se disuadió a la policía de la moralidad de hacer cumplir las leyes iraníes a menudo draconianas contra las mujeres, en particular el requisito de que usen el hiyab en público de la manera adecuada, cubriendo completamente su cabello.

      Dicha medida estimuló a las mujeres jóvenes a mostrar más cabello, inclusive en ciudades devotamente conservadoras como Qom, una de las ciudades santas del islam. Así mismo, durante el gobierno de Rouhani se permitió a los hombres y mujeres solteros, mezclarse en público en algunos lugares, mientras que la música occidental contemporánea resonaba en las cafeterías del exclusivo norte de Teherán.

       Por obvias razones, el liderazgo conservador del país concluyó que la caída de los estándares ultraconservadores en la interacción social de la juventud, como una amenaza para los cimientos teocráticos de la república. Dicho de otra manera, dedujeron una especie de inatajable cisma sociopolítico y religioso.

       En consecuencia el presidente Raisi pidió en julio de 2022 que se implementaran “en su totalidad las leyes de vestimenta conservadora”, argumentando que “los enemigos de Irán y el Islam” estaban atacando los “fundamentos y valores religiosos de la sociedad”

       Durante el verano de 2022, la policía moral de Irán, que patrulla las áreas públicas en busca de infractores de las reglas islámicas, intensificó la aplicación de los estándares del hiyab, y cerraron tres cafeterías en el centro de Qom, por atender a mujeres con la cabeza descubierta.

       El desespero de las agredidas se evidenció en un video difundido ampliamente en las redes sociales iraníes en julio de 2022, en el que se observa a una suplicante madre arrojándose frente a una camioneta de la policía moralista, que se lleva detenida a su hija, acusada de violar las reglas del hiyab.

      La reacción por la muerte de Masha Amini ha sido tan fuerte que los iraníes religiosamente conservadores se han pronunciado junto con los liberales. En las redes sociales, las mujeres que usan el hiyab por elección, han iniciado campañas de solidaridad que cuestionan la aplicación estricta de las leyes.

      Hasta un destacado líder religioso chiita, afirmó que la policía moral estaba alejando a las mujeres jóvenes de religión. Y en lo que podría catalogarse como una rareza, los medios de comunicación estatales estrictamente controlados por la teocracia iraní, han reconocido el problema, transmitiendo en vivo tres debates parlamentarios al respecto, impulsados por reformistas.

       Como es obvio inferir, las autoridades iraníes niegan haber utilizado la violencia contra Masha Amini. Afirman que ella sufría de una condición de salud subyacente, algo que su familia ha desmentido; y, agregan, que Masha tuvo un ataque al corazón mientras estaba bajo custodia. Pero muchos iraníes deducen una historia diferente, viendo las fotos de Masha con el rostro ensangrentado acostada en una cama de hospital.

       Aunque tratando de minimizar la furia popular, el presidente Raisi prometió hacer una investigación imparcial, la respuesta de los iraníes a las protestas ha sido no dar tregua. Obviamente, la respuesta oficial ha sido la misma que en levantamientos anteriores: disparos con armas de fuego, gases lacrimógenos, detenciones y sangre.

       En 2009, millones de iraníes de todos los estratos sociales inundaron las calles de diferentes ciudades, furiosos por lo que denominaron un fraude electoral por parte de sus líderes, empeñados en garantizar el ascenso al poder de un presidente de línea dura, que frustraría las reformas.

       En esa ocasión, la élite de la Guardia Revolucionaria y las fuerzas paramilitares Basij al servicio de la teocracia, abrieron fuego, mataron a docenas y arrestaron a muchos más. Finalmente el “Movimiento Verde” fue erradicado por medio de la violencia oficial.

       A finales de 2017 y comienzos de 2018, los manifestantes en docenas de ciudades se pronunciaron contra la alta inflación y la economía débil. Una vez más, fueron repelidos por medio de la fuerza.

       En 2019, el gobierno iraní aumentó abruptamente los precios de la gasolina, decisión oficial que provocó protestas durante una semana por parte de iraníes, agobiados por las limitaciones financieras, corrupción oficial y represión política en nombre de la religión. Según cifras de Amnistía Internacional, en desarrollo de tales sucesos, las autoridades iraníes asesinaron a cerca de 300 personas y frenaron el impulso de las protestas bloqueando o interrumpiendo Internet.

      Como era de esperarse, para evitar la difusión de los hechos, los cortes de internet han regresado con las protestas de 2022.

       Así las cosas, para ayudar a los iraníes a acceder a Internet, el gobierno de Biden autorizó el viernes 22 de septiembre de 2022, a las empresas de tecnología, para ofrecer plataformas y servicios seguros dentro de Irán, sin riesgo de violar las sanciones de Estados Unidos, que normalmente impiden hacer negocios empresas de ese país.

      Igualmente, la administración Biden dio luz verde a la exportación hacia Irán de equipos privados de Internet por satélite, como el servicio Starlink ofrecido por SpaceX de Elon Musk.

       A este ritmo de represión-protestas enardecidas, y a pesar de la evidente represión, llegará el momento, que resultará imposible a la teocracia controlar los movimientos populares iraníes, en los que es lógico deducir estaría la mano oculta de la CIA, probablemente el Mossad de Israel, y quien lo creyera, tal vez el apoyo financiero de los servicios secretos de la también represiva dirigencia saudita, que en este caso obraría contra Irán por razones religiosas y geopolíticas derivadas de la guerra fría Riad-Teherán,

       La convulsa situación interna de Irán no es la excepción en un convulso mundo postpandemia. En el Golfo Pérsico, el mismo lugar donde se pone en vilo la paz del mundo por los intereses geoestratégicos de las grandes potencias, y los intereses religiosos-geopolíticos regionales, un problema interno iraní de derechos humanos, podría encender impredecibles hogueras mayores de alcance planetario.

      Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

      Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

      www.luisvillamarin.com

 

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