Arabia Saudita y la geopolítica del terror

Publicado: 2018-10-16   Clicks: 2754

    Geopolítica del Medio Oriente

     Geopolítica del Terrorismo IslámicoLa sospechosa desaparición del periodista saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país en la capital turca, es apenas uno más de las soterradas y complejas medidas coactivas, que desde hace varias décadas realizan los servicios de inteligencia de Ryad, dentro y fuera de sus fronteras, contra quien no esté alineado con su régimen político-religioso sunita.

     No en vano uno de los implicados en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en territorio estadounidense, confesó ante una corte Federal, que un importante sector de funcionarios de la monarquía saudita financió y apoyó los ataques con aeronaves comerciales lanzadas a manera de misiles cargadas con seres humanos contra los objetivos de más alto  nivel político, social y económico de Estados Unidos. La hábil respuesta del rey de la Casa Saud, fue que el capturado en Estados Unidos, había sido tratado anteriormente por problemas de demencia en Arabia Saudita, por ende su testimonio sería espurio.

     Desde la incursión de las potencias económicas occidentales en el Medio Oriente y el Golfo Pérsico en aras de sacar las mejores ventajas de la explotación petrolera, el comercio, la captación de los petrodólares en la banca capitalista e inclusive en la industria tecnológica de Silicon Valley, las relaciones del mundo árabe musulmán con Estados Unidos han sido sinuosas, aunque prolongadas.

     En esencia, los intercambios diplomáticos, comerciales y culturales de Estados Unidos con la ultraconservadora monarquía sunita, han gravitado desde el compadrazgo inicial, hasta las tensiones manifiestas con el reciente suceso de la extraña desaparición del periodista que escribía para un diario norteamericano.

    La lista de las razones de los amores y odios entre la Casa Blanca y la monarquía saudita, varían entre apoyos financieros secretos para operaciones de la CIA en el Medio Oriente contra grupos yihadistas, o enemigos de Washington y Ryad; suministro de armas a Saddam Hussein en la guerra contra la teocracia iraní durante la década de los años 1980; priorización en la compra de la producción petrolera saudita, garantías de seguridad con los portaaviones yanquis apostados en el Golfo Pérsico para que las fuerzas navales y terrestres iraníes no ataquen a los sauditas; estímulo político para que el reino saudita sea la cabeza visible de las monarquías pérsicas; venta de millonarios cargamentos de armas y entrenamiento especializado en tecnología militar de punta; contubernio con el Reino Unido, Australia y la inteligencia pakistaní para apoyar a las muhadiyín en la guerra de Afganistán contra Rusia, y la lista sigue.

     Entre tanto y en contravía con la política exterior estadounidense de promover la democracia y el respeto de los derechos humanos en el mundo, los ultra-religiosos sauditas, han violado constantemente estas dos reglas dentro y fuera de su país. Han financiado escuelas coránicas en las que entrenan a cientos de imames salafistas, que de seguido se esparcen por el mundo y algunos de ellos terminan diseminando la teoría de la violencia minoritaria extremista de los "verdaderos seguidores de Alá y el Profeta".

     Centenares de ejecuciones de chiitas considerados enemigos irreconciliables, o de sunitas moderados considerados apóstatas, o de contradictores políticos del régimen saudita, se suman a la desaforada violencia en Yemen contra los hutíes apoyados por Irán, apoyos económicos al trapacero servicio de inteligencia pakistaní, envío de miles de yihadistas en apoyo de las guerras contra Israel o con membresía probada en Isis y Al Qaeda en varios continentes, apoyo a las tendencias pro sharia en el África, y mutua doble moral diplomática con Estados Unidos.

    Cover El cartel Farc (I) Todo este escenario geopolítico se ha enrarecido desde la muerte del rey Faisal en 2015, cuando sin ser el heredero directo de la corona saudita, el príncipe Mohammed bin Salman, se convirtió en un autócrata en la sombra que dispone de vidas de amigos y enemigos, recursos del reino sunita y se auto-proclama renovador financiero y democrático. Inclusive promueve un plan de desarrollo financiero para el año 2030. A su medida…

     Así las cosas, la reciente desaparición del periodista saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país en la capital turca, para infortunio de quienes están directa o indirectamente bajo control del radar de la ortodoxa monarquía sunita wahabista, será apenas un episodio más de la larga lista de acciones vulneradoras de la democracia y los derechos humanos por parte de esta regencia y un estímulo para los fundamentalistas islámicos que aplauden todo lo que cercene la apostasía.

      A la vez será una razón más, para los salafistas de Isis y Al Qaeda empecinados en argumentar con lo que sea, que su lucha es legítima, sin que a la final el gobierno Trump pueda ejercer presiones diplomáticas fuertes contra Ryad, ni dejar de surtir de armas a su socio pérsico contra el régimen teocrático chiita de Irán, ni mucho menos que la Casa Blanca pueda deshacerse de aliado que como un mal necesario le ayuda a sostener pesos y contrapesos, en la siempre convulsa escena geopolítica y geoestratégica del Medio Oriente, el Golfo Pérsico y el Norte de África.

     

    Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

     www.luisvillamarin.com

       Presidente del Centro Colombiano de Geopolítica

 

 

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