Al Qaeda contra ISIS: Lucha por el poder yihadista en Afganistán regido por los talibán

Publicado: 2021-09-15   Clicks: 1152

     La veloz caída Kabul y por extensión la toma del control del poder político en Afganistán por parte de los talibán, suscitado temores geopolíticos mundiales, de que el país se convierta otra vez en seguro refugio para el terrorismo internacional, temores justificados al revisar la historia del primer gobierno talibán albergando grupos tan radicales.

      Tras la estruendos asalida de Estados Unidos y la Otán de Afganistán,  Al Qaeda y el Estado Islámico del Khourasan (ISIS K), enfrentan obstáculos para utilizar Afganistán como plataforma para incrementar su pie de fuerza y ​​lanzar una nueva ola de ataques terroristas.

      Los dos grupos están divididos acerca del rol que desempeñará Afganistán controlado por los talibán en el panorama yihadista mundial. Para Al Qaeda, la victoria de los talibán es un triunfo épico, puesto que se trata del cumplimiento de la promesa de Dios de dar la victoria a los creyentes sobre los incrédulos. Para ISIS, no es un triunfo, sino una prueba más de la voluntad de los talibán de colaborar con los estadounidenses.

      Por esa razón surge la pregunta: ¿Será Afganistán un futuro califato sunita o aliado estadounidense?

       Desde el surgimiento de ISIS en 2013 y su declaración de califato un años después en el territorio que el grupo ocupó en Irak y Siria, la red Al Qaeda ha buscado posicionarse como el más moderado y pragmático de los dos grupos, sin cambiar el objetivo final de universalizar el islam extremista y de corte medieval.

     Por ende, Al Qaeda se ha restringido en la práctica del takfir, consistente en declarar a otros musulmanes como incrédulos, y en cambio, se ha preocupado por la búsqueda de reconocimiento y apoyo de la opinión pública en el entorno musulmán.

      Para el efecto, Al Qaeda ha estrechado aún más vínculos con los talibán, cuya relación dos remonta a los inicios del gobierno de los talibán en 1996, cuando Osama bin Laden, fue invitado a permanecer en Afganistán bajo su protección. Antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001, bin Laden juró de lealtad, al entonces líder talibán Mullah Omar e instó a todos los miembros de Al Qaeda a hacer lo mismo.

      Ayman al-Zawahiri sucesor de bin Laden, ha enfatizado la lealtad hacia los talibán. En la propaganda virtual y física de Al Qaeda, el Emirato Islámico de Afganistán, nombre oficial de los talibán, aparece como la sede del califato anticipado y el líder de los talibán, o el "comandante de los creyentes", un título asumido históricamente por los califas, se describe como una figura “cuasi-califal”.

       Esta decisión es la clara respuesta a la declaración de un califato por parte de ISIS en junio de 2014, que incluía una fatwa o decreto islámico, según la cual todos los demás grupos yihadistas, incluida Al Qaeda, ya no eran legítimos.

       La respuesta de la dirigencia de Al Qaeda fue otorgar un nuevo significado a su relación con los talibán, sugiriendo que la red de Al Qaeda se mantenía unida en un vínculo semicálifal bajo la égida del Emirato Islámico de Afganistán.

       En un boletín publicado en 2014, Al Qaeda anunció "la renovación de lealtad al Comandante de los Creyentes, Mullah Muhammad Omar, el guerrero de la yihad (que Dios lo proteja)", afirmando "que al Qaeda y sus ramas en todos los lugares son soldados en su ejército".

        Mientras tanto, el clérigo egipcio Ayman al-Zawahiri reiteró públicamente lealtad en nombre de toda la red de Al Qaeda a los líderes talibán, Mullah Akhtar Muhammad Mansour en 2015 y Mullah Haibatullah Akhundzada en 2016, jefes del “primer emirato legítimo” desde la caída del califato otomano en 1924.

       Los diversos grupos afiliados a Al Qaeda también han aceptado al líder talibán como su autoridad suprema. Por ejemplo, en marzo de 2017, el rebelde maliense Iyad ag Ghali anunció la formación de una nueva filial de Al Qaeda en África Occidental, y proclamó lealtad a Zawahiri y al actual jefe talibán Akhundzada.

       Para cualquier lego en la materia, estos hechos contradicen el texto del acuerdo firmado en  febrero de 2020 entre delegados del gobierno de Estados Unidos y los talibán, en el que los últimos prometieron no apoyar a Al Qaeda y entablar conversaciones de paz con el gobierno afgano.

        Aunque los talibán no estuvieron de acuerdo en "cortar los lazos" con al Qaeda, como a veces se ha dicho a la ligera, se comprometieron a no "albergar" ni apoyar de ninguna otra forma a Al Qaeda y grupos similares, al mismo tiempo que prometieron no permitir que se utilice Afganistán "para amenazar la seguridad de Estados Unidos y sus aliados". Algo difícil de creer y casi imposible que suceda.

       En contraste, la alta dirección de Al Qaeda parecería no estar ofendida por el acuerdo. En marzo de 2020, el Ayman al-Zawahiri felicitó a los talibán porque lograron la retirada estadounidense de territorio afgano. Esa misma declaración elogió el acuerdo de Doha, firmado tras la mediación de Qatar, como "una gran victoria histórica" ​​y pidió a los musulmanes de todo el mundo que sigan el ejemplo de los talibán, en su compromiso con la yihad.

Por lo tanto, el Emirato Islámico de Afganistán fue presentado como "el núcleo central del Estado Islámico", dicho de otra forma, el califato, "que gobernará por la ley pura de Dios".

      Así en los teatros de operaciones, mientras Al Qaeda reforzó su relación con los talibán, ISIS acusó a los talibán de haberse desviado de las enseñanzas únicas del profeta. En la narrativa de ISIS, la desviación de los talibán de la pureza religiosa, se agudizó después de la muerte del mulá Omar en 2013, porque según su visión de los hechos, los talibán se negaron a aplicar la ley islámica, se volvieron cada vez más nacionalistas y tolerantes con la minoría chiita que reside dentr de Afganistán y buscaron forjar relaciones con estados infieles, incluido el "apóstata" Qatar.

      Por extensión de su punto de vista extremista, ISIS también culpa a los talibán, por rechazar la existencia del califato creado por ese grupo en la Antigua Mesopotamia, y por resistirse en 2015 a crear una "provincia del califato" en la tierra de Khurasan, región histórica que incluye casi todo el actual Afganistán.

      Por esa razón, desde entonces los talibán y la llamada provincia de Khurasan de ISIS, han estado en guerra, en algunos casos ocurridos después de la firma del acuerdo de Doha, con la ayuda de Estados Unidos proporcionando apoyo aéreo a fuerzas guerrilleras talibán.

       Obviamente, desde cuando se anunció dicho acuerdo, ISIS argumentó que se trata de una prueba más de la desviación religiosa de los talibán, por medio de su boletín oficial condenó a los talibán por aliarse con estadounidenses. Su portavoz comentó que el acuerdo oficializó que ya era evidente que Estados Unidos y los talibán estaban conspirando juntos contra ISIS. En sus palabras, el trato era "una cortina de humo para robustecer una alianza permanente entre la milicia apóstata talibán y los cruzados".

       Victoria militar y derrota política de Estados Unidos

       Durante un año y medio después de la firma del acuerdo de Doha, al Qaeda dejó de comentar sobre la situación en Afganistán, porque los talibán pidieron a Al Qaeda “restringir sus actividades y ofuscar la relación de larga data entre los grupos hasta que Estados Unidos y las tropas de la coalición completan su retirada ".

       Evidentemente, Al Qaeda se sintió libre para comentar públicamente una vez que los soldados  de Estados Unidos partieron de Kabul el 31 de agosto. Pocas horas después, emitieron una declaración escrita en la que felicitaban a los talibán y a toda la comunidad musulmana por lograr la "histórica victoria".

      Como resultado mediático en Afganistán, según ese comunicado, quedó demostrado que "el camino de la yihad", no el compromiso o la conciliación, es la forma correcta de tratar con los estados infieles. Para el imaginario colectivo, la salida aliada con sabor a derrota política, marcó el final de "la era de la arrogancia estadounidense y europea y sus deseos de ocupar militarmente tierras musulmanas".

       Aunque al Qaeda no dijo que el “enemigo lejano” compuesto por Estados Unidos y sus aliados había sido completamente derrotado, sí definió la etapa venidera como un periodo enfocado en extender la yihad a otros estados del mundo musulmán. La victoria de los talibán "despejará el camino, con la ayuda y el poder de Dios, para que nuestros pueblos musulmanes se liberen del dominio del opresivo tawaghit", palabra propia de los yihadistas para definir a los gobernantes musulmanes que se rigen por otra ley que no sea la de Dios (Sharia). También allanaría el camino hacia "la liberación de la Palestina musulmana de la ocupación sionista".

       Los brazos internacionales de Al Qaeda expresaron sentimientos similares. Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), radica en Yemen, elogió a los talibán por adherirse al camino de la yihad y negarse a "comprometerse con sus principios y sus constantes". El grupo principal de Al Qaeda en Afganistán, se jactó de que conduciría al "derrocamiento de los tiranos opresores y la expulsión de los invasores de tierras musulmanas".

        Hurras al-Din o los Guardianes de la regilión, grupo filial de Al Qaeda en Siria, declaró que la victoria de los talibán demostró que la yihad es "el único camino" que conduce a la victoria y al empoderamiento del islam sunita puro.

Los grupos afiliados a Al Qaeda en el norte de África y el Sahel emitieron una declaración conjunta, ensalzando la firmeza de los talibán, porque habían demostrado que la yihad era la única forma en que el mundo musulmán podía pasar "del mínimo de la humillación al lleno de la gloria".

      Pero para ISIS, la idea de que los talibán hayan logrado alguna forma de "victoria" en Afganistán es ridícula. En su opinión, lo que realmente sucedió, fue que Estados Unidos entregó voluntariamente el poder a los talibán, que para ellos se han convertido en dependientes de la política exterior de la Casa Blanca.

Tras la toma de Kabul por los talibán el 15 de agosto, el boletín semanal de ISIS restó importancia al aparente impacto del éxito militar de los talibán, calificándolo como el "resultado natural" de lo que los estadounidenses y los talibán habían acordado en Doha en 2020, porque no fue más que “una transferencia pacífica de poder de un gobernante idólatra a otro... la sustitución de un gobernante idólatra afeitado por uno barbudo”.

En síntesis, para ISIS los talibán habían prometido no permitir que algo catastrófico y similar al 11 de septiembre de 2001, volviera a suceder, razón por la cual "Estados Unidos devolvió a los talibán al poder y le entregó Kabul sin disparar un solo tiro".

Muchos partidarios de ISIS expresaron similares críticas por las redes sociales e internet, inclusive antes de que se publicara el boletín del grupo. Un imam radical sunita trinó en su cuenta de Twitter que los estadounidenses corrompieron los principios religiosos de los talibán. “Dios dice: 'No dejarán de pelear contigo hasta que te aparten de tu religión, si pueden' (Q.2: 217). Y han podido apartar a los talibán de su religión ".

      Es claro entonces que las opiniones de Al Qaeda e ISIS son irreconciliables. O los talibán están más inclinados a atender a los intereses de Estados Unidos más de lo que Al Qaeda esperaría, o están más dispuestos al radicalismo de lo que ISIS quisiera creer. Lo complejo es que se trata de los dos grupos terroristas islámicos de tendencia sunita más grandes del mundo, que son dos organizaciones muy fuertes con sólidos músculos financieros, que están desarrollando sus intereses geopolíticos y estratégicos sobre un polvorín y que la guerra civil en Afganistán es algo inevitable y de impredecibles consecuencias, debido a la multiplicidad de intereses geopolíticos que allí se yuxtaponen.

      Para otros analistas, probablemente la verdad esté en algún punto intermedio. Para ellos, los talibán quieren tener las dos cosas: mantener su relación con Al Qaeda y asegurarse el reconocimiento internacional como gobernantes legítimos de Afganistán. En términos generales, supuestamente no comparten la agenda transnacional de Al Qaeda, porque sus intereses comienzan y terminan en Afganistán, o al menos eso dicen.

       Pero como los talibán han tenido más estrechos vínculos con Al Qaeda durante los últimos 20 años y no han renunciado a crear el califato sunita salafista, que solo puede ser concretado por la espada y la violencia, el polvorín sigue ardiendo.

      Según datos consignados en un informe de las Naciones Unidas, que fue publicado a principios de 2021 ubicó a Al Qaeda en 15 provincias de Afganistán, con la circunstancia agravante que "los talibán y Al-Qaeda siguen estrechamente alineados y no muestran indicios de ruptura de vínculos" ni de procedimientos. Pero por otro lado, Al Qaeda basa su accionar en el terrorismo y el reclutamiento geométrico y matemático de nuevos mártires, entonces no hay forma lógica de comprender, porqué los talibán que supuestamente son pacíficos, son tan cercanos a un grupo violento.

       Esta terca realidad se puede atribuir a varios factores, comenzando porque al Qaeda y los talibán han luchado juntos contra Estados Unidos durante 20 años y han desarrollado lazos de sangre, razón por la cual en el mismo informe de la ONU, se asegura que la relación de los dos grupos se basa en "lazos personales de matrimonio y asociación compartida en la lucha, ahora cimentados mediante lazos de segunda generación".

      También habría una razón pragmática de auto seguridad, para no terminar la relación, ya que denunciar a Al Qaeda correría el riesgo de alienar a los miembros y facciones de línea más dura de los talibán, incluido especialmente el veterano grupo yihadista alineada con Al Qaeda que es encabezado por Sirajuddin Haqqani, recién nombrado ministro del Interio.

       Para otros analistas de Foreign Affairs, como los talibán buscan el reconocimiento y la aceptación internacionales, sería una locura que el grupo permitiera que Al Qaeda lance ataques contra Occidente o incluso contra otros estados musulmanes. Pero, conociendo la doble moral que se ha visto con Pakistán y Arabia Saudita, no es difícil imaginar un escenario en el que los talibán brinden espacio y apoyo financiero para que Al Qaeda opere y al mismo tiempo restrinjan las actividades del grupo para planear y organizar ataques.

      En este convulso escenario, que por su naturaleza incrementaría la guerra civil, Afganistán volvería a convertirse en refugio seguro de Al Qaeda, donde sus miembros y líderes podrían reagruparse, recaudar fondos, producir propaganda y emitir orientación a la red más grande de afiliados, pero donde se les prohibiría lanzar operaciones ofensivas.

       En consecuencia, el segundo intento de los talibán para gobernar Afganistán implica un acto de equilibrio entre adherirse a sus principios de línea dura y hacer concesiones pragmáticas para asegurar su gobierno, y si llegaran a obrar con prudencia su relación con Al Qaeda podría seguir la misma dinámica, pero quedaría sin definirse el futuro del grupo terrorista, que por su naturaleza no renunciaría a las acciones violentas. Todo está como en 2001, o quizás peor.

        Largo trecho hacia la recuperación integral de Afganistán.

       Sin importar el apoyo que ofrezcan los talibanes Al Qaeda tiene un largo camino por recorrer para reconstruir su organización inicial. El problema comienza en la cúpula yihadista, que ha sido diezmado durante los últimos años. En agosto de 2020, el segundo cabecilla de Al Qaeda, Abu Muhammad al-Masri, fue baleado en las calles de Teherán; dos meses después, un alto comandante de Al Qaeda, Husam Abd al-Rauf, fue asesinado en Afganistán.

       Varios cabecillas intermedios de Al Qaeda se trasladaron a Siria en busca de un nuevo refugio seguro, pero murieron en ataques con aviones no tripulados estadounidenses, situación que condujo a un ideólogo yihadista a describir el norte de Siria como un “coto de caza” para yihadistas veteranos.

       Para agravar aún más el problema, se considera que Ayman Al-Zawahiri, septuagenario líder del grupo, está enfermo. Aunque un libro y un video recientes,  publicados por el líder de Al Qaeda, refutan informes anteriores sobre su muerte el año pasado, no es claro determinar cuánto tiempo más le queda de vida.

       El probable sucesor de Ayman al Zawahiri, Saif al-Adel, de 61 años, ha estado viviendo en Irán durante casi dos décadas. Pese la confesión chiita, por el solo hecho de que Al Qaeda es enemigo mortal de Estados Unidos que también es enemigo de la teocracia chiita de Teherán, el gobierno iraní parece mantenerlo a él y a varios otros líderes de Al Qaeda en el país como palanca, permitiéndoles cierta libertad de movimiento pero prohibiéndoles salir de Irán.

      En contraste, la residencia en Irán de esos cabecillas, genera un problema grave para Al Qaeda, ya que las bases del grupo consideran que Irán chiíta es un enemigo religioso y político, no un anfitrión adecuado para dirigir desde allí las actividades políticas, religiosas y armadas de sus células dispersas en diferentes partes del globo.

       Si Adel intentara asumir el timón de la organización desde su base iraní, probablemente encontraría mucha resistencia de los sectores más intransigentes de Al Qaeda, por ende, presumiblemente buscarán trasladarse a Afganistán, pero no está claro si Teherán les permitirá hacerlo, o lo que es común en los odios irreconciliables entre ambas confesiones que terminen encarcelados y torturados como es costumbre.

       Otro problema que crece para Al Qaeda, es la falta de dirección y control del liderazgo sobre sus afiliados. Actaulmente Al Qaeda funciona como una red en gran parte descentralizada. Sus ramas ubicadas desde el norte de África hasta el sur de Asia, no son controladas directamente por Ayman al Zawahiri.

       Algunos analistas conciben la autonomía de esas filiales como una fortaleza, pero sin liderazgo central fuerte, por lo cual la red de Al Qaeda corre el riesgo de fractura e incluso disolución total. Bsan esta afirmación en que en 2013, Zawahiri no ejerció la autoridad necesaria, para evitar que su afiliado iraquí, el Estado Islámico de Irak, se separara y formara ISIS, y de manera similar, en 2016, tampoco evitó que su franquicia siria, Jabhat al-Nusra, se separara de Al Qaeda.

       En el epicentro del problema al que se enfrenta Al Qaeda se demarca una divergencia estratégica entre el liderazgo central y sus filiales. Aunque la dirección central sigue comprometida, al menos retóricamente, en priorizar la lucha contra el "enemigo lejano" de Estados Unidos y sus aliados, las metas y objetivos de los afiliados son más locales y no hay evidencias claras de que por ahora tengan planes para lanzar ataques terroristas en Occidente, lo cual tampoco implica que se relajen las medidas de seguridad y prevención en los potenciales blancos.

      En contraposición, ISIS K podría beneficiarse más del gobierno de los talibán, pues aunque ha sufrido graves pérdidas y ya no controla el territorio, tiene una estrategia bien definida para capitalizar la nueva realidad. Puede presentarse a sí mismo como alternativa yihadista de línea dura frente a los talibán, haciendo hincapié en la supuesta moderación de estos últimos y su inclinación por el compromiso.

       Al atacar a soldados de Estados Unidos en el aeropuerto de Kabul a fines de agosto de 2021, ISIS no solo estaba tratando de matar ciudadanos occidentales “infieles”, sino demostrando a los partidarios más duros de los talibán que el liderazgo de su grupo se había ablandado. Por lo tanto, en su boletín, ISISK enfatizó que los talibán protegían a “los cruzados y sus espías” en el aeropuerto de Kabul.

      ISIS también se beneficiará de salida estadounidense de Afganistán, ya que el poderío aéreo de la potencia norteamericana fue clave para revertir los logros del grupo terrorista en esa región. Los comentarios de los seguidores de ISIS en internet lo corroboran:

       "Los soldados del Califato en Khorasan están en buen estado. Ahora ya no hay un ejército afgano, ya que el establecimiento militar idólatra ha sido derrotado y la mayoría de los soldados y líderes han huido de Afganistán, y ya no hay bases estadounidenses desde las que despegan aviones para ayudarlos o fuerzas especiales para transportar o realizar incursiones y desembarcos contra los muyahidín. Solo los talibán apóstatas permanecen en el teatro para enfrentar su destino inevitable, que es una bala perforante en la cabeza o un cuchillo bien desenvainado en el cuello ".

       Aunque probablemente ISIS se beneficiará de la reducción de la presión militar en Afganistán, el grupo solo tiene un atractivo limitado en el país. Su afiliación con el salafismo, forma purista del Islam sunita que se encuentra en minoría en Afganistán, donde predomina la escuela Hanafi y su teología Maturidi asociada.

       La mayoría de las áreas en las que ISIS tenía territorio anteriormente, como las provincias orientales de Kunar y Nangarhar, son lugares donde el salafismo es inusualmente popular. ISIS podría cooptar a algunos de los seguidores más duros de los talibán, pero tendrá dificultades en le terreno para expandir más su base de apoyo, máxime que en todas las regiones afganas hay señores de la guerra y milicias armadas. Otra razón para inferir que la guerra civil será una realidad en Afganistán.

       En síntesis, tanto Al Qaeda como ISIS enfrentan serios desafíos al tratar de restablecerse en Afganistán, motivo por el cual el choque armado entre ambas organizaciones será una realidad. El regreso de los talibán podría crear la mayor oportunidad para que Al Qaeda se reconstituya y reorganice en más de una década, pero en este momento la red terrorista, no está bien posicionada para aprovecharla, ni a los talibán les conviene, ni Estados Unidos lo toleraría pue spodría actuar de inmediato con los drones, a menos que Rusia y China lleguen a controlar militarmente a Afganistán mediante coordinaciones y acuerdos con los talibán.

       Por elemental lógica, ISIS buscará jugar rol  de saboteador, pero tendrá dificultades para ganar apoyo interno o igualar a los talibán en capacidad militar, presencia geográfica, organización y recursos. Quizás hayan pensado de manera conjunta que Al Qaeda sea para los talibán, lo que Hizbolá es para Irán, pero eso es tema de otro análisis.

      Mientras tanto, Estados Unidos continuará intentando degradar a ambos grupos terroristas en territorio gobernado por los talibán, mediante continuos ataques con aviones no tripulados.

       Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

       Autor de 39 libros de estrategia, geopolítica y defensa nacional, 8 de ellos relacionados con el terrorismo islámico

        www.luisvillamarin.com

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