Olvidada importancia geopolítica del grito de independencia el 20 de julio de 1810

Publicado: 2017-07-20   Clicks: 2394

     Análisis geopolítico

    El 20 de julio de 1810, fecha oficial de la independencia de la Nueva Granada del reino de España, marca para los colombianos el inicio de la conformación de una nación multiétnica, pluricultural y diversa, con un enorme potencial geopolítico y una privilegiada posición geoestratégica que los dirigentes políticos de turno desde hace 207 años hasta hoy, no han entendido ni mucho menos transmitido a sus gobernados.

    El embrollo de esta miope concepción geopolítica, nace de la herencia recibida de la Corona Española, que fue incapaz de comprender y sostener el poderoso imperio multi-continental,  en el que al decir de sus monarcas “nunca se ponía el sol”. Por intrigas palaciegas internas, pugnas, derroches, maridaje extremo con la iglesia católica e incomprensión de los vaivenes comerciales, industriales, políticos y sociales que ocurrían en el vecindario, la Casa Borbón fue inferior a los retos que el destino geopolítico deparaba a la Madre Patria.

    Por la estrechez mental frente al comercio de las colonias, matizado con excesivas cargas tributarias a los súbditos de ultramar, la Corona Española fue cavando su propia fosa, pues sin visualizar problemas venideros, se enfocó en priorizar la evangelización con la cruz y con la espada, en guerras puntuales contra los piratas y corsarios, en evitar el comercio de Inglaterra, Francia y Holanda con las colonias, pues eso era patrimonio exclusivo de la Casa Borbón, sin intuir que la riqueza natural de América daba para vender miles de productos a los demás europeos que los requerían para su desarrollo.

  cover delirio del libertador  Igualmente la Corona Española pensó en una gran fuerza naval temporal, que para su desgracia no proyectada en el tiempo con mejoras tecnológicas a la altura de sus adversarios. De remate, España no interpretó los alcances de la revolución francesa ni de la revolución americana en los actuales Estados Unidos, además de mirar con desprecio y persecución política a los jesuitas y a los “criollos” de tercera categoría, que no podían ni gobernar, ni ser más inteligentes que los nacidos en España con abolengos traídos de las circunstancias.

    La revolución de los comuneros de 1781, el casi simultáneo levantamiento del indígena inca Tupac Amarú en el rico Perú y la independencia de Haití de Francia, fueron tres sonados campanazos de alerta para las reales audiencias, los virreyes, los capitanes generales y los mismos españoles o “chapetones” que no solo miraron con desdén a los criollos rebeldes, sino que igual a las actuales élites que creen tener orígenes divinos y poder eterno sobre el populacho, carentes de visión geopolítica y de comprensión de los fenómenos revolucionarios, dejaron todo al azar de las circunstancias y a la esperanza de que las fuerzas armadas realistas, controlarían por medio de la violencia legitimada, lo que la regencia era incapaz de resolver en los estrados políticos y sociales.

     El fallido primer intento de Miranda en 1806, la traducción de los derechos del hombre elaborada por Antonio Nariño, la circulación de periódicos o volantes impresos de manera clandestina, los libros con ideales liberales llegados de contrabando a América, y el voz a voz entre Quito, Santafe y Caracas; tenían a todas las élites criollas alebrestadas y atentas a formar juntas supremas de gobierno, debido a que Napoleón Bonaparte había apresado el rey Fernando Séptimo y en su remplazo había puesto a José Bonaparte más conocido como Pepe Botella.

    En ese orden de ideas, fueron casi simultáneos los levantamientos de las élites de Venezuela, Nueva Granada y Quito contra la debilitada regencia borbónica. En los tres casos fue coincidente la influencia de criollos pudientes, que creían tener el mismo linaje y origen divino auto-atribuido por los peninsulares que venían a ocupar cargos públicos y/o a expoliar las riquezas del nuevo mundo. Por esa razón hubo quienes añoraban seguir dominados por los monarcas Borbones y quienes como Antonio Nariño y el chispero José María Carbonell, deseaban un gobierno liberal, con forma republicana, igualdad de derechos, sin esclavos y con una carta constitucional democrática.

    Pero eso era mucho pedir a quienes deseaban tomar el poder para prolongar con versión criolla otra especie de monarquía o una ambiciosa organización federalista, para conservar intactos los poderes supremos e intocables de los mandamases regionales.

     No obstante todas estas divergencias, las ideas de Antonio Nariño que en ese momento estaba preso por “atentar contra la regencia y contra su Majestad el Rey Fernando VII” y la fogosa como febril actividad de José María Carbonell, los artesanos y las mujeres santafereñas obligaron al virrey Amar y Borbón a dejar el palacio virreinal y de paso encarcelaron a su esposa, luego de que los gestores del acta de independencia no fueron tajantes en la independencia absoluta de la Nueva Granada.

    Finalmente el virrey Amar y Borbón y su esposa abandonaron la capital, y la junta suprema granadina siguió sesionando. José Miguel Pey asumió la dirigencia, Nariño fue liberado de prisión, los federalistas instalaron un Congreso de cogobierno paralelo en Tunja, algunas plazas como Santa Marta, Popayán y Pasto continuaron leales al rey Fernando VII, lo que ocasionó la primera guerra civil en el actual territorio colombiano, reiteró la miopía geopolítica heredada de España y prolongó el credo de poder eterno que profesan las élites criollas con incidencia económica y abolengos conseguidos por medio de la explotación de mestizos, afrodescendientes e indígenas en haciendas y minas; realidad que años más tarde amargó hasta los últimos días de su existencia al Libertador Simón Bolívar.

    Dadas esas connotaciones históricas y geopolíticas, la celebración de los 207 años del grito de independencia de la Nueva Granada, debería ser un día para exaltar el patriotismo, no el patrioterismo ni el oportunismo de los gobernantes de turno.

    Pero sobre todo para invitar a la empresa privada, a los medios de comunicación, a la academia,  a los partidos políticos, a las organizaciones sociales o culturales, a las Fuerzas Militares, y a la dirigencia política a pensar en la reformulación de objetivos político-estratégicos a largo plazo, a diseñar la proyección geopolítica del país, a consolidar la dispersa nacionalidad, y, a integrar la multietnicidad y la pluriculturalidad en proyectos comunes afines a nuestra idiosincrasia y nuestro destino como potencia regional y no como país paria sumergido en similar o peor caos al del vecindario.

    El grito de independencia del 20 de julio de 1810 tiene un valor integral: Emotivo y patriótico como el que aprendimos cuando todavía se enseñaba historia patria en primaria y secundaria; político porque implica el nacimiento de una república rebelada contra la más poderosa monarquía imperial de comienzos del siglo XIX; cultural por todo el sistema de valores que articulan la colombianidad; pero sobre todo geopolítico: El que no hemos podido entender después de 207 años de vida “independiente”.

    Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

    www.luisvillamarin.com

     Historiador, especialista en geopolítica y defensa nacional

     El coronel Luis Alberto Villamarín Pulido es historiador y especialista en defensa nacional y geopolítica, autor de 33 libros y más de 1200 sobre estos temas. Miembro de la Sociedad Bolivariana de Colombia, Academia Colombiana de Historia Militar y Academia de Historia del Huila.

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