El Ejército Nacional y la historia de Colombia

Publicado: 2021-01-20   Clicks: 1341

     Análisis del conflicto armado en Colombia

     El Delirio del Libertador En 2021 se cumplirán 202 años de la gloriosa jornada de armas de las tropas libertadoras en el puente sobre el río Teatinos al sur de Tunja, cuando soldados patriotas independentistas, dotados en inferioridad de condiciones logísticas frente a las encopetadas fuerzas realistas, propinaron en la batalla de Boyacá, la trascendental derrota al coronel español José María Barreiro y sus huestes, para acto seguido, avanzar y entrar triunfantes a Santa Fe de Bogotá capital del hasta ese día Nuevo Reino de Granada.

       Desde aquella memorable fecha hasta hoy, ha corrido mucha agua por debajo del puente sobre el Teatinos; pero también mucha sangre de otros soldados, que igual a sus antecesores, han luchado hasta el sacrificio supremo para que Colombia sea una nación libre, soberana, independiente y democrática… A pesar de las insensateces y las pasiones banderizas, que desde la misma época de la independencia, han desatado élites políticas, garosas de poder y de honores inmerecidos.

      Son incontables los luctuosos sucesos para la república, en que cientos de soldados, cobijados por la responsabilidad indeclinable de sostener a Colombia, han sido blanco de actos violentos, instigados siempre por dirigentes políticos irresponsables, que como en la canción de Fausto “llenaron el verde de las haciendas con sangre y balas”

       La historia militar de Colombia, es tal vez la más voluminosa en el continente, durante el periodo republicano del hemisferio. Guerras civiles, polarizaciones violentas interpartidarias, violencia tripartidista en las décadas de 1950-1960 cuando los comunistas terciaron en los conflictos liberales conservadores, narcoterrorismo comunista y ahora bandas criminales llamadas Farc, Eln, pelusos, constru, clan del golfo, gaitanistas, etc.

       No pasa un solo día en el que algún lugar de la compleja geografía nacional, no ocurra algún hecho de sangre, producto de la violencia politizada o el narcoterrorismo comunista contra los colombianos. Por eso, los soldados del Ejército Nacional, están prestos las 24 horas del día los 365 días del año, para prevenir esos actos y para actuar con contundencia contra los grupos criminales.

        Además de los ingentes aportes en operaciones militares sostenidas contra los actores generadores de violencia, desde su nacimiento como república, los soldados colombianos, han estado vinculados hombro a hombro con las comunidades y con las entidades oficiales de gobierno, para mitigar las penurias y llevar soluciones a grupos poblacionales, afectados por problemas geográficos hasta ahora insuperables, catástrofes naturales, abandono estatal. Etc.

        Ferrocarriles, puentes, escuelas, puestos de salud, albergues infantiles, pozos profundos para abastecimiento de aguas, carreteras, caminos veredales, barrios populares, reparaciones locativas, y miles de obras más con amplio contenido de beneficio comunitario, han sido complemento material de múltiples acciones cívico-militares.

       Un ejemplo de esto, es el resurgimiento del departamento de Caldas durante los difíciles años de la década de 1960, cuando cuadrillas de bandoleros ansiosos de expoliar tierra a sus víctimas, asolaban los campos y veredas de la fértil región, el connotado Plan Lazo pacificó la región mediante la combinación operaciones militares sorpresivas de contraguerrillas con actividades de integración cívico-militar.

        De manera sistemática, planificada y con mentalidad de hacer la paz antes que multiplicar el desangre de los colombianos, los soldados de la Octava Brigada pacificaron el Norte del Valle y el Viejo Caldas, que luego se dividió en Caldas, Risaralda y Quindío.

        Este es un hecho geopolítico e histórico, que ha pretendido ser deformado por los politiqueros de las élites tradicionales, que lo han minimizado como algo necesario ideado y dirigido por el poder civil, y desde luego, por los comunistas armados y desarmados, que atribuyen orígenes en el Pentágono de Estados Unidos a esos planes cívico-militares, “para entregar la soberanía nacional a los gringos”

       Dicha agresión comunista, es parte de su esquematizado plan de propaganda permanente, contra todo lo que no sea útil a los proyectos estratégicos del marxismo-leninismo para la toma del poder.

        Luego vinieron las operacOperación Marquetaliaiones militares de Marquetalia y Anorí, en las cuales los gobiernos de turno, no dieron suficiente respaldo y continuidad a los logros militares. Un análisis desprevenido, pasadas varias décadas de estos sucesos, demuestra que en Anorí y Marquetalia se lograron contundentes victorias militares en el orden táctico, pero por miopía geopolítica de los gobernantes se perdieron batallas importantes en el orden político-estratégico.

         En 1985 el grupo narcoterrorista M-19 asaltó la sede de la Corte Suprema de Justicia en la capital, en la edificación denominada Palacio de Justicia. Los criminales de corte marxista-leninista formados de una escisión de las Farc y entrenados por la dictadura castrista en Cuba, fueron financiados por su socio el capo del narcotráfico Pablo Escobar, para que los terroristas destruyeran todos los expedientes con los procesos penales vigentes contra el cartel de Medellín.

        De paso los terroristas del M-19 pretendían obligar al laxo presidente Betancur a que se presentara ante ellos en la sede de la Corte Suprema, para en presencia de los magistrados hacerle un juicio popular guerrillero. De no ser por la respuesta del Ejército, a la violenta incursión de los asaltantes, Betancur se hubiera arrodillado ante los criminales y la situación hubiera sido peor de lo que resultó.

        Desde entonces hasta siempre, el Ejército Nacional ha estado al frente de la seguridad terrestre del estado y la conservación de la institucionalidad y la soberanía. Cientos de soldados han muerto o han quedado lisiados, en combates contra narcotraficantes armados e ideologizados por el marxismo-leninismo en todo el territorio patrio.

         Operaciones aeroterrestres brillantes, valerosos actos de heroísmo en combate, sacrificios supremos, disciplina y lealtad permanentes, disponibilidad indiscutible y amor por la bandera patria, ha sido, es y seguirá siendo el incansable aporte de los soldados a todos nuestros compatriotas.

        Por eso, cuando usted vea un soldado en cualquier lugar del país, recuerde que es un hombre que de manera incondicional, derrama sangre, sudor y lágrimas, para que usted y los suyos puedan disfrutar de la libertad que nos legaron las tropas patriotas el 7 de agosto de 1819 en la batalla de Boyacá.

       Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

        Autor de 38 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

        www.luisvillamarin.com

 

 

 

 

 

 

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