¿Qué hubiera sido de Colombia sin sus soldados?

Publicado: 2020-12-12   Clicks: 1079

      Análisis del conflicto armado en Colombia

      Acaba de ser lanzada en Israel una serie de televisión, que revive las heridas de la guerra que dejó a ese país, la audaz incursión bélica de fuerzas militares árabes en 1973, durante el sagrado día del Yom Kippur, evento periodístico presentado en el Medio Oriente, que por su naturaleza,  invita a pensar, ¿cuándo será que la llamada sociedad civil colombiana, principal beneficiada del sacrificio de nuestros soldados, reconoce genuina y efectivamente, los incalculables aportes a la seguridad y el desarrollo nacional aportados por estos gitanos con uniforme militar, durante mas de siete décadas de lucha contra el terrorismo comunista?

       Para el efecto hay que pasar de los elogios retóricos y compensar con creces, a los reservistas de primera clase y veteranos de las Fuerzas Militares y de Policía, sin asignación de retiro, que durante el tiempo de servicio bajo banderas estuvieron en operaciones de contraguerrillas, o respondieron con la fuerza de las armas, ante incontables arremetidas criminales de los grupos narcoterroristas en las ciudades y poblados. Un ejemplo sencillo, sería que los programas de entregas de vivienda gratis del gobierno nacional, sean asignados con prioridad para ese segmento poblacional.

      Si Israel es un país cuya superficie cabe 53 veces en el territorio colombiano, y apenas tiene 9 millones de habitantes, sin poseer los boyantes recursos naturales que tiene Colombia, puede fortalecer su defensa y su desarrollo, reconociendo siempre y de manera muy efectiva los aportes y sacrificios de sus soldados en defensa de Eretz, o la seguridad de la diáspora, ¿por qué en Colombia no se puede seguir el ejemplo judío?

       Quizás la diferencia radica en que la interpretación de los valores cívicos y el patriotismo, es radicalmente opuesto en los dos países. Para los israelíes servir en las IDF es un honor y una necesidad para tener la ciudadanía con derechos plenos. No hay estratos sociales para el servicio militar, ni inclinaciones particulares hacia quien sirve a su nación y quien no. Hombres y mujeres lo hacen, porque entienden de geopolítica, de defensa nacional, de estrategia, y de supervivencia como Estado poderoso sin importar el tamaño territorial.

      En cambio, para la mayoría de los colombianos, medianamente letrados de estratos 4,5,6 y superestratos de los “dueños del país iluminados con derecho propio para desgobernar”, ser soldado es una afrenta a sus intereses personales, es una “perdida de tiempo” y para eso están “los “pobres” de los estratos 0, 1, 2 y 3 que vestidos con uniforme militar, pueden ir a matarse y a defender los intereses sociales políticos y económicos de esos seres con distinciones superiores de clase, para que sus hijos, destinados a continuar el esquema tradicional de desgobierno, sigan ensimismados de frente a sus egos y vanidades, pero de espaldas ante la realidad nacional.

       Los hechos lo demuestran. Durante casi ocho décadas de combate frontal contra el narcoterrorismo comunista, con luces, sombras, críticas y pocos elogios, los soldados provenientes de estratos 1, 2, y 3 han sostenido la imperfecta democracia, garantizado la vigencia institucional de la república y mantenido las esperanzas de industriales, ganaderos, agricultores,  mineros, comerciantes, académicos y en general de una sociedad apática e indiferente, que sufre más por la lesión de un futbolista de la selección de mayores antes de un partido impórtante, que por la muerte de un soldado que cayó en combate defendiendo los intereses particulares, no del militar, sino de quien precisamente ignora ese sacrificio.

       De remate, igual que a lo largo de la accidentada historia colombiana, una taifa de politiqueros corruptos, verdaderos responsables de la interminable crisis de desgobierno, transa con los bandidos, los amnistía, les condona todos sus crímenes, les da casa carro y beca; los pone a legislar, y al final del proceso, los militares resultan siendo los únicos responsables de lo malo y lo feo de esa guerra.

        Todo eso, sin que para nada se cite a los hampones de cuello blanco que se roban los recursos públicos, dineros que nunca llegan a las comunidades donde florece el terrorismo comunista:

       Tampoco se menciona a los trapaceros que  se prestan para legitimar farsas como la de Juan Manuel Santos con las Farc, ni a los mediocres periodistas que venden su conciencia por un puñado de lentejas o una cucharada de mermelada y dedican sus espacios a elogiar a los bandidos de cuello blanco por su “genial mentalidad de paz”, suben el estatus al hampa comunista armada o desarmada, y, para satisfacer el morbo amarillista de la presencia mediática, ponen en la picota pública a los soldados. Luego lavan su imagen con lágrimas de cocodrilo y falsas solidaridades con los militares.

      Este es un debate que no solo se debe dar en los espacios académicos de opinión pública, sino que debe ser referente para la participación activa, organizada y efectiva de las reservas en las decisiones políticas del Estado, para que se pongan los puntos sobre las íes.

       Mientras tanto, es demasiado lo que debemos aprender de Israel en defensa de sus soldados, y aprovechar esta época decembrina de reflexión y promesas de mejoría personal, para pensar seriamente:

       ¿Qué hubiera sido de Colombia sin sus soldados para combatir la persistente agresión comunista armada?

       Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

       Autor de 38 libros sobre estrategia, defensa nacional y geopolítica

         www.luisvillamarin.com

 

 

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