Ejército colombiano dedicado a combatir el narcotráfico: Análisis político-estratégico

Publicado: 2020-11-18   Clicks: 1691

      Análisis del conflicto armado en Colombia

    El Cartel de las Farc (III)Combatir  el narcotráfico en el Hinterland, es decir en la periferia geopolítica colombiana, no es un asunto exclusivamente militar, ni debería ser una tarea asignada al Ejército Nacional, sino a la Policía Nacional, pero las complejas circunstancias de la inmersión de los grupos terroristas en el tráfico de drogas ilícitas y el lavado de ingentes cantidades de dinero, con la circunstancia agravante de la intromisión del narcogobierno de Maduro, convierten este problema en un asunto de seguridad nacional, que demanda respuestas y soluciones integrales.

     Un vistazo analítico sobre el mapa del territorio nacional, concluye que toda la periferia cercana a las fronteras internacionales y los dos mares, reúne características singulares, correlacionadas con el conflicto armado contra las cuadrillas de orientación marxista-leninista, el cultivo de coca y el procesamiento de cocaína en laboratorios artesanales.

      Asimismo, integra una enorme porción territorial dentro de la que se  impulsa la ley del terror contra ciudadanos inermes, ingentes cultivos, vendettas entre narcos de todos los carteles incluidos las Farc, el Eln y el Epl; tráfico de armas, secuestros, ocupación territorial coactiva, bloqueo sistemático al desarrollo armónico de la nación, genera desincentivos al crecimiento agropecuario, e incide en el escaso flujo económico legal para promover la iniciativa privada e inseguridad.

      A lo largo de más de seis décadas de combate contra el narcoterrorismo comunista, ha sido persistente la queja integral del Ejército acerca de las limitaciones legales para capturar y entregar a las autoridades judiciales a los terroristas y sus cómplices, la trillada insuficiente voluntad política para combatir frontalmente a las cuadrillas de bandidos y sus cómplices; la limitación de recursos para operar, el nulo respaldo de los partidos políticos y de las instituciones a la abnegada labor de los soldados, y la ignorancia manifiesta de los dirigentes políticos, acerca de los planes estratégicos de los enemigos de Colombia.

     Directa o indirectamente comprometido en la lucha contra el narcotráfico, en apoyo directo a la Policía Nacional, el Ejército colombiano inició a operar contra el narcotráfico en las fatídicas épocas del mexicano Gacha y de Pablo Escobar. La indigna misión de carceleros del capo del Cartel de Medellín, puso en vilo la imagen de las tropas, mientras que el presidente Gaviria, el ministro Pardo Rueda y el viceministro Mendoza, verdaderos responsables de la fuga de Escobar, no solo eludieron su culpabilidad, sino que cayeron parados como los gatos.

      Durante el siguiente cuatrienio presidencial, el cartel de Cali impuso presidente de la república, ministro de defensa, ministro del interior y hasta contralor general de la república. Como si se tratara de un cuento macondiano, la “comisión de absoluciones del honorable parlamentario Mogollón” eximió al principal responsable de recibir “plata a los traquetos”, las Farc que también tenían negocios turbios con los mismos que financiaron la campaña electoral de 1994 avanzaron en su plan estratégico, y ahora con el mayor descaro y como es propio entre bandidos, pretenden lavar la imagen de los hampones que asesinaron a Álvaro Gómez, cuyo crimen fue ordenado por los narcos.

     Luego, con el plan Colombia, mediante el cual el laxo mandatario Andrés Pastrana aspiraba obtener el premio Nobel de Paz, sin importar el daño que sufriera el país, se asignó la misión a una brigada antinarcóticos del Ejército, para participar en operaciones contra los carteles de las drogas en el país. En términos generales, los resultados de las tropas en este segmento de la seguridad nacional, han sido exitosos y han bloqueado el crecimiento matemático y geométrico de las Farc.

     Sin embargo, el pacto personal de Juan Manuel Santos con las Farc en Cuba, no solo  entorpeció esa labor, sino que llevó a los soldados a una encrucijada, en particular en las zonas rurales, donde existen ingentes cultivos de coca, pues las milicias bolivarianas de las Farc que gracias a la ausencia de carácter y de seso de De La Calle, Mora, Naranjo y los demás arrodillados ante Iván Marquéz en Cuba, ahora están dedicadas a estimular los cultivos ilícitos, promover “protesta social” a favor de la “paz” comunista,  bloquear el desarrollo agrícola, incentivar la violencia urbana, reclutar menores, violar niños, traficar coca, y bloquear la presencia estatal en zonas del Hinterland,  donde los comunistas armados o desarmados y sus múltiples cómplices, desean ejercer a sus anchas un poder absoluto.

     Lo sucedido el 17 de noviembre de 2020 resume la difícil lucha del Ejército contra los narcotraficantes de todos los carteles. Mientras que “el omnisciente analista” Ariel Ávila con evidente sesgo ideológico, colocó en las redes sociales un publirreportaje del narcotráfico, para lavar la imagen del partido Farc, en Antioquia, tropas del Ejército dieron de baja a un bandido que encabezaba una de las cuadrillas de narcos en la región.

     En escenarios tan diversos, el problema persiste, pues en un negocio tan jugoso, que de repeso no se combate con igual intensidad por parte de los países consumidores, y además, porque, ninguno de los gobiernos colombianos desde la década de los años 1970 cuando este problema afloró, ha diseñado programas de Estado para contrarrestar integralmente el problema del narcotráfico con educación, incentivos para la iniciativa privada, desarrollo comunitario, integración regional a los proyectos de desarrollo nacional, programas sostenidos de sustitución de cultivos y erradicación total de los ilegales, turismo ecológico, etc.

     Sin excepción todos los programas dedicados a “resolver el problema” se han dedicado a la politiquería, el desgreño, y la sempiterna corrupción. En ese escenario, será imposible que al enviar soldados a combatir el problema en entornos ideologizados por el adversario, se obtengan soluciones definitivas, diferentes a la persistencia crónica de la anómala situación, ni se podrá bloquear la eterna corrupción política, causa y razón de tanta violencia comunista y narcotraficante contra los colombianos…

      Y de tantos soldados que han muerto, o han quedado discapacitados en la nefasta guerra contra las drogas, que en contraste, se venden a la luz del día en las calles de muchas ciudades del primer mundo.

     Es obvio que no se puede reducir ni suspender la acción militar contra todos los carteles del narcotráfico, pero también es obvio, que la solución debe ser integral y con el mismo nivel de compromiso de todas las instituciones implicadas, dentro y fuera de Colombia.

 

      Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

       Autor de 38 libros de estrategia, defensa nacional y geopolítica

         www.luisvillamarin.com

 

 

 

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